Literatura

“La búsqueda del instante” o cómo ordenar el mundo desde la mirada

10/02/2024

Fotografía de Carlos Ely Quintero

“La cámara te obliga a estar pendiente de la vida”

Ricardo Armas

Crecer entre la escritura y el paisaje, fotografiar y trabajar entre el sujeto y el objeto, recorrer una y otra vez la mirada como si cabalgara sobre un péndulo. Eso va marcando la vida de quien está detrás de la cámara. Así lo encontrado y los retratados van formando hebras de un mismo hilo con el que Ricardo Armas teje su obra. Quizás por ello afirma que “el lenguaje de un fotógrafo es aquello que le resulta inevitable, aquellas cosas a las que se regresa siempre”. 

Armas fue una esponja que recogió conocimientos de quienes lo rodearon en su juventud: Luis Brito, Sebastián Garrido, Gerd Leufert, Graziano y Paolo Gasparini, María Teresa Boulton, Sofia Imber, entre otros. Sus ojos vieron pasar frente a su cámara personajes icónicos de la cultura, escritores, arquitectos, diseñadores, escultores, editores. Sus asombros detuvieron el vuelo de los balletistas, capturaron la esencia de los actores en las tablas. Ahora dialoga con la ciudad de Nueva York vigilando los puentes, las vallas y otros objetos que fotografía día a tras día, mes tras mes, mientras envejecen y luchan por la permanencia.

Ricardo Armas retratado por Diana López (2018)

El tiempo tomó la batuta en la obra de Armas, la soledad del paisaje se hizo protagonista desde sus andanzas juveniles por las carreteras venezolanas, tras la búsqueda del lugar “donde los árboles han encontrado una manera de vivir”. Al pasar los años, los óvalos, lo inclinado, lo torcido… hacen el coro que canta en esa grieta donde se conectó con lo que veía y le permitió encontrar la salida de una timidez que lo ataba al silencio. 

En su crecimiento, la imágenes y escritos de Alfredo- su padre- y los encuentros cercanos con importantes fotógrafos que llegaban al país para quedarse, rodearon su juventud, así, El retrato comenzó a habitar sus pupilas y se sumergió en Karsch, Stieglitz y otros maestros cuya obra comenzaba a publicarse como grandes libros por lo cual atesoró en una importante biblioteca que nutrió la mirada de sus alumnos en Manoa (su escuela de fotografía) y que luego reposaría en la ONG acariciada por las manos de Nelson Garrido.  

En el libro La búsqueda del instante. Conversaciones con Ricardo Armas (Caracas, 2023) los nombres abundan como las calles recorridas en su memoria, para este autor Nueva York o Mérida son solo motivos para el disparo. Nos cuenta que su cámara es como parte de su espíritu que se pasea desde el gran objeto de fuelle sobre el trípode a la instantaneidad de la polaroid y desde las cámaras de 35 milímetros al teléfono que habita en su bolsillo como compañero del día a día. Esto le permite regresar al juego del asombro con lo encontrado. 

Al Ricardo Armas introvertido nada le parece ordenado a primera vista. En la década de los 70 quería ser arquitecto y transita la fotografía desde una permanente reflexión en torno al orden de las cosas. Su idea es componer, arreglar, reacomodar.

Ricardo Armas con la cámara de Luis Brito fotografiado por Antolín Sánchez (2004)

En su mirada, como en la mayoría de los maestros, la obra es producto de una formación profunda entre artistas, para artistas, terminando en los ojos de un artista; eso le permitió a Ricardo Armas desprenderse de la realidad pura y dura de la documentación reinante en los años 70 y escaparse por las rendijas de los muros citadinos para construir su propia historia visual al lado de El señor misterioso como compañero de viaje. 

El aula nunca estuvo en silencio, Manoa estuvo sostenida por la búsqueda de nuevas razones visuales desde el ejercicio de la libertad creativa y la fuerza femenina, una fuerza que emergía entusiasmada en los laboratorios en los que importantes fotógrafos conformaron una de las etapas más florecientes de la fotografía joven venezolana: Sara Maneiro, Amalia Caputo, Alexander Apóstol, entre otros, comulgaron con sus primeras impresiones en las cubetas que contenían la vida ahora biplana.

Fotografía de Carlos Ely Quintero

Mi generación fue influenciada por este hombre silencioso que luchaba entre dos ciudades, dos espacios, dos idiomas; una con amplia aceptación de la fotografía como arte y otra en la que aún se discutía su valor como obra. Ricardo Armas sigue de algún modo profesando, transmitiendo, energizando; no solo desde su fotografía, sino desde su palabra porque su padre le mostró que la curiosidad es la mejor manera de indagar y descubrir el mundo. 

En fin, La búsqueda del instante habla sobre quién y por qué es él, y ello explica el porqué de lo que somos hoy día, pues de esas miradas vienen las nuestras. Somos consecuencia de la visualidad que fotógrafos como Ricardo Armas han alimentado. Este libro nos lleva a un viaje en primera fila por las décadas más importantes de la fotografía nacional en un paseo contado de tal manera que no dejo de sentirme como participe de la mesa en la que el café desdibuja todo prejuicio, toda pose, toda grandilocuencia. Esta familiaridad existe gracias a la valiosa guía de Johanna Pérez Daza quien con gran maestría prepara su acto de inmersión en la vida y obra de sus entrevistados en el desarrollo de la colección En Foco, coeditada por abedciones (editorial de la Universidad Católica Andrés Bello) y el Archivo Fotografía Urbana (El Archivo). Un proyecto que reconstruye parte importante de la historia de la fotografía venezolana a través de sus protagonistas. 


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