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Vista desde nuestra perspectiva y sensibilidad (¿acaso habría otra?), esta imagen impacta por la sobriedad del evento y la sencillez del Presidente de la República, quien no aspira a concentrar la atención con algún disfraz (de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, de revolucionario en camuflaje, de campesino o de liquiliqui). El jefe de Estado se presenta como un civil, vestido según la etiqueta occidental y apegado a un sentido del decoro modesto y varonil.
Lo mismo se aplica a la pancarta, confeccionada en tela con huecos para que el viento al pasar no la desgarre. No hay más tributo que ese al dramatismo. No lleva impresa la cara de Bolívar ni mucho menos la de un tirano extranjero. Tampoco se amarra a una retórica populista, ampulosa y abiertamente embustera para hacer pasar una mano de pintura barata como si fuera la inauguración de una gran infraestructura. Todo lo contrario. Escueta, la pancarta reconoce un trabajo bien hecho, celebra una visita y apela al primer mandatario nacional con el tratamiento de “doctor”: bien lejos los rangos militares y respeto a las jerarquías de conocimiento. Cuando Leoni ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela ya hablaba francés e italiano. De paso, el letrero en el lienzo nos hace ver que la cacareada modernidad de Pérez Jiménez no había alcanzado para dotar de agua a los pueblos y ciudades de Venezuela. Era una modernidad de concreto muy circunscrita a ciertas zonas de Caracas.
La mitad superior de la foto apunta a las alturas y la inferior se ancla en el suelo. Cielo y tierra. Pasado y presente. Dictadura y democracia. El gobierno de Raúl Leoni (1964-1969) es el segundo de la etapa institucional, tras la caída de Pérez Jiménez. Todavía es una etapa de transición. La democracia no está consolidada. No solo porque los militares no se han resignado a quedarse quietos en los cuarteles, sino porque desde el comienzo de la nueva era los dos gobiernos emergidos de las urnas de votación han debido enfrentar una insurrección armada auspiciada por sectores de izquierda. No conformes con procurar el derrocamiento del gobierno legítimo, han postulado la abstención en las elecciones de 1963, llegando al extremo de amenazar con represalias a los electores. Pero nada consiguieron con esta prédica. Los comicios tuvieron lugar con toda normalidad el 1 de diciembre de 1963 y Leoni resultó electo por 957.574 votos, 32% del sufragio.
Ya en su primer discurso ratificó lo que había ofrecido en la campaña. Haría un gobierno de entendimiento nacional, con amplitud democrática y equilibrio entre los sectores. Para hacer buenas sus palabras, constituyó un “gobierno de amplia base», cimentado en una coalición de partidos, y no escatimó gestos para demostrar su voluntad de avenimiento con los diferentes poderes. Esta foto de autor desconocido, parte del acervo del Archivo Fotografía Urbana, nos muestra, en un puñado de gente, la cordial coexistencia del Poder Ejecutivo con la Iglesia, la empresa (representada en esos hombres confundidos entre la gente, que no son ministros ni gobernadores), la prensa (encarnada en los fotógrafos encaramados en la iglesia) y los militares. Por cierto, de las Fuerzas Armadas tenemos dos visiones en esta imagen, la de las altaneras gorras y la del joven suboficial, casi niño, que mira hacia lo alto con expresión inocente como si con el agua viniera la ansiada sumisión de las armas al poder civil.
Raúl Leoni, 41º presidente de Venezuela, asistiría a muchos actos de inauguración. Reales. Jamás se hubiera prestado a cortar la cinta ante un baño al que le hubieran remozado la poceta para contarlo como obra de gobierno. Entre el 13 de marzo de 1964 y el 11 de marzo de 1969, mientras duró su mandato, se construyó la primera etapa de la Represa del Guri; se llevó la producción petrolera a sus más elevadas cotas hasta el momento, hasta alcanzar, en 1968, un promedio diario de 3.600.000 barriles; se ampliaron las centrales térmicas de La Cabrera, Las Morochas, La Fría y Punto Fijo; se crearon sistemas de transmisión, interconectado y unidades diésel en todo el país; se creó la empresa estatal CVG Siderúrgica del Orinoco C.A. (SIDOR); se aumentó la producción de hierro, segundo producto de exportación, que en 1968, llegó a más de 16.000.000 toneladas extraídas; se construyeron 2.569 kilómetros de vías, se reconstruyeron 1.424 km, se pavimentaron 3.298 km, se repavimentaron 3.032 km y se mejoraron 1.959 km. La red nacional vial pasó de 28.198 km, en 1963, a 37.511 km en 1968. En total, según la Academia Nacional de la Historia, desarrolló más de 4000 kilómetros de redes asfaltadas, más que Pérez Jiménez, y menos que Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez.
Leoni inauguró muchas obras de infraestructura vial, como el Puente Internacional José Antonio Páez, las autopistas Valencia-Puerto Cabello, la interestatal Coche-Tejerías, la avenida Libertador, Maracaibo-San Francisco, El Valle-Coche, Barcelona-Puerto La Cruz-Guanta, el Distribuidor La Araña y su ramal hasta Coche. Montones de carreteras, edificios educativos, comedores escolares, hospitales generales y especiales y centros asistenciales. Al mismo tiempo, favoreció notablemente el desarrollo agroindustrial. Se echaron las bases para diversificar la producción nacional, de manera que la producción de arroz aumentó en 107%, maíz en 39,5%, ajonjolí en 134% y caña de azúcar en 36,6%. Otros productos, como algodón, plátano, tomate y papa aumentaron entre 40% y 50% su producción.
De resultas que, para finales del mandato de Leoni, 85% del consumo alimentario de Venezuela se producía aquí. Solo se importaba 15% de la oferta total. Para eso hacía falta agua, chorros que brotaran alegres y diáfanos por todo el territorio nacional, como este de la foto, que parece saltar de la mano del presidente democrático durante cuyo período se construyeron 1.183 sistemas de abastecimiento de agua para localidades de menos de 5.000 habitantes; se llegó a 2.19 millones de habitantes servidos por el sistema de acueductos rurales; se construyeron 67 sistemas de aguas de cloaca para beneficio de 62.579 personas, en poblaciones de menos de 5.000 habitantes. En suma, se construyeron o terminaron obras de acueductos urbanos en casi todas las ciudades del país.
El bolívar se mantuvo estable durante todo el período. La inflación anual fue de apenas 1,4%, mientras que la inflación acumulada del quinquenio 1964-1969 fue de 7%. Tal era la fortaleza de la moneda en tiempos de Leoni, que en 1966 el Fondo Monetario Internacional reconoció al bolívar como moneda internacional de reserva y de pagos, incluso autorizó a países como Chile y España para usarlo como moneda dura. Claro que Leoni también redujo el gasto público e incrementó las reservas internacionales de la nación.
Se le recuerda –o debería recordársele- por haber tenido los índices de miseria más bajos de la era democrática. En promedio, el índice de miseria en el gobierno de Leoni fue de 9% y tuvo una variación de -4,5%. Esto con una situación adversa puesto que el precio del petróleo no pasaba de 1,35 $ por barril.
Al concluir su mandato, Leoni entregó el poder a Rafael Caldera, abanderado opositor, y se alejó de la política. Murió en Nueva York, el 5 de julio de 1972, a los 67 años.
Milagros Socorro
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