Haití, a 7 años del terremoto
Fotografías de: Nilo Jiménez
Han pasado 7 años desde que Haití sufrió un devastador terremoto de magnitud 7.0 que azotó la capital de Puerto Príncipe y supuso un duro golpe para la economía e infraestructura del país. Compartimos el trabajo fotográfico junto a un texto anecdótico de Nilo Jiménez, quien capturó en su paso como fotógrafo de prensa algunos de los momentos desoladores que dejó el terremoto.
Mi vida profesional quedó marcada de manera definitiva entre el antes y el después de mi viaje a Haití.
Llegué a Puerto Príncipe a pocos días del desastre natural.
Conseguí un país devastado por la descomunal fuerza telúrica. Se calcula que más de 200 mil personas perdieron la vida.
De día el calor era insoportable, de noche la temperatura cambiaba notablemente. Las réplicas no cesaban, al punto que llegabas a acostumbrarte.
Pasé varias semanas recorriendo el país, fotografiando el día a día de su gente, respirando polvo y escuchando el llanto de niños heridos.
Había mucha gente que había sufrido mutilaciones, montañas de cadáveres, escombros y olores fétidos. Sonidos de helicópteros, camiones, sirenas de ambulancias, caravanas de las Naciones Unidas, sed, hambre y desolación.
Ya había tenido la oportunidad profesional de realizar otras coberturas relacionadas con desastres naturales como el duro deslave de Vargas, el doloroso terremoto de Cariaco además de decenas de inundaciones y derrumbes producto de las temporadas de lluvias en Venezuela. Sin embargo, nada se igualaba a la magnitud de lo vivido en Haití, donde además de la dura experiencia, conocí seres humanos extraordinarios con los que tuve el privilegio de trabajar y compartir. Entre ellos una traductora y el escolta armado que conducía la camioneta en la que nos trasladábamos a diario los periodistas.
Pasé varias semanas recorriendo el país, fotografiando el día a día de su gente, respirando polvo y escuchando el llanto de niños heridos. Había mucha gente que había sufrido mutilaciones, montañas de cadáveres, escombros y olores fétidos. Sonidos de helicópteros, camiones, sirenas de ambulancias, caravanas de las Naciones Unidas, sed, hambre y desolación.
A todas, todas, en lo más profundo de mí, siempre existirá un lugar especial para Haití.
Siempre he querido regresar, y lo haré para cuando se cumpla una década de ese desastre natural.