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“Fíjate, Mario, la llamamos Copre”

15/12/2019

Carlos Blanco y Mario Vargas Llosa. Archivo Fotografía Urbana.

—Hace cinco años, en 1984, comenzamos a hilvanar la idea de que era indispensable introducir cambios en Venezuela. Porque ya se notaba el cansancio, con los partidos, la dirigencia, el Congreso, el poder judicial… empezaba a sentirse el descontento. Ya el país había vivido el “viernes negro”: la ilusión de riqueza había abandonado al país. El presidente Jaime Lusinchi se había comprometido a hacer cambios importantes en el país, precisamente porque ya había evidencias de agotamiento en muchos ámbitos. Así que un día me dijo: “Carlos, yo no no sabré mucho de muchas cosas, pero lo que sí sé es que voy a transformar a Venezuela, porque voy a hacer tres o cuatro grandes cosas por el país”. Y así empezó este proceso que te voy a contar.

La imagen del Archivo Fotografía Urbana muestra al venezolano Carlos Blanco y al peruano Mario Vargas Llosa. Es febrero de 1989. El novelista es candidato presidencial del Perú y su contertulio es ministro para la Reforma del Estado, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.

«Ramón J. Velásquez, Simón Alberto Consalvi y yo empezamos a trabajar en el diseño de algo que diera respuesta a la evidente necesidad de renovar el Estado y el sistema político. Y comenzamos a convocar al Palacio de Miraflores a gente de todos los sectores para que nos dijeran cómo creían que debía reformarse el Estado y cuáles debían ser los puntos fundamentales. Fue un torneo de consultas que duró todo el año 84, sin que todavía se hubiese creado el organismo que luego encarnaría la iniciativa. Ese proceso arrojó una serie de temas, que le presentamos al presidente Lusinchi hacia septiembre del 84; y el doctor Velásquez, quien encabezaba el proyecto, le presentó una lista de más de 30 nombres de personalidades para integrar la comisión que pondría en marcha los cambios. Pasaron los meses y Lusinchi no decidía. Velásquez y yo estábamos perplejos. Entonces, a mediados de diciembre, le pregunté al Presidente qué pasaba. “Te voy a decir la verdad”, me contestó, “es que Gonzalo [Barrios] dice que una comisión tan grande va a ser un saco de gatos… Pero yo voy a designar esa Comisión ya”. Fue así como la Copre (Comisión Presidencial para la Reforma del Estado) quedó presidida por el dr. Velásquez, conmigo como secretario ejecutivo, y 33 personas más».

—Pero, ¿y no tendría razón Gonzalo Barrios, no sé… ese gentío -comentó Vargas Llosa mientras campaneaba con suavidad su whisky.

Obrero Cum Laude

Carlos Blanco había nacido en Caracas en 1947, en el hogar de una pareja de militantes adecos en tiempos de Pérez Jiménez. Comenzó a escribir en la prensa cuando tenía 17 años. Y al ingresar a la UCV para estudiar Economía (de donde egresaría Summa Cum Laude), se sumó a los movimientos de izquierda de la universidad. Formó un grupo llamado Proceso Político, como la publicación que en paralelo hacían, en el que participaban Edgardo Lander, Judith Valencia, Trino Márquez, Gerver Torres, Arnaldo Esté, Alfonso Molina, Gabriela Uribe y el dirigente sindical Santiago Arconada, al que se unieron bachilleres de la Universidad de Carabobo, como José Manuel Hermoso y José León Uzcátegui. Ese grupo hacía trabajo de obrero en La Yaguara y activismo de barrio en Petare y Catia. «Desarrollamos», recuerda Carlos Blanco casi medio siglo después, «un trabajo popular muy intenso».

—Era el primer gobierno de CAP -dice-. Nuestro propósito era organizar el movimiento popular para tomar el poder. Hicimos, en Caracas, un trabajo similiar al de la Causa R, bajo la conducción de Alfredo Maneiro, en Guayana. La línea era organizar a la gente en la lucha por sus reivindicaciones y, a través de la revista, fijar una posición poítica sobre las grandes cuestiones nacionales.

Hacia finales de los 70, les sobrevino un dilema sobre la mejor manera de incidir en la política nacional. Una parte decidió continuar el trabajo de base y otros, entre quienes se contaba Carlos Blanco, optaron por conectarse «con una dimensión nacional».

—Fue -dice- cuando apoyamos la candidatura de José Vicente Rangel, su tercera candidatura, que esa vez fue al margen del MAS, para las elecciones del 83. En esa campaña, cuyo comando integraba yo, recorrimos el país. Era un verdadero chiripero: todos los partidos de izquierda, los grupitos y grupúsculos, una cosa complejísima, que articulábamos a duras penas, y que al poco tiempo se convirtió en una pesada carga para todos, incluso para el propio Rangel.

En esa circunstancia, Blanco conoce a Carlos Andrés Pérez. “Fui convocado a dos reuniones secretas, en casa de Aldredo Baldó Casanova. Asistimos: por AD, Jaime Lusinchi, candidato, y Carlos Andrés Pérez; y por La Nueva Alternativa, Luis Miquilena, José Vicente y yo. Aparte de las buenas relaciones, personales, afectuosas, que había entre ellos, la idea que circuló , en exposición de Lusinchi y CAP, era la de que esta izquierda debía participar en el proyecto de cambio que Lusinchi decía que iba a promover».

El trabajo político con Rangel no fue un pasatiempo mientras llegaba su ascenso a grandes ligas. «Con José Vicente hicimos actos de masas maravillosos. Uno memorable, en la avenida Bolívar. Pero la polarización entre Lusinchi y Caldera, por una parte, y el sectarismo de varios de estos grupos que apoyaban a José Vicente, determinaron que esa candidatura recibiera una paliza en las elecciones. Al ocurrir eso, alguna gente de esos partidos concluyó que esos resultados no eran tan malos. Yo me indigné y escribí el artículo “Nuestra derrota”, donde señalaba que no había atenuantes para aquel descalabro. Eso me separó de alguno de los factores que estaban allí, aunque no de José Vicente, de Miquilena, de Américo Martín, de Paz Galarraga, ni de Moisés Moleiro, que fueron siempre mis amigos. Bueno, algunos hasta un punto…».

En plena campaña, como reacción a una columna de Blanco, Lusinchi lo invitó a su oficina de senador. «Mi familia tenía una vinculación con Lusinchi, porque unos tíos a quienes solíamos visitar, vivían en Cantaura, de donde es la familia de Gladys Castillo, primera esposa de Lusinchi. No olvidar que este había sido médico en el hospital de Cantaura. Y, como mi madre toda la vida fue taquígrafa parlamentaria, yo iba desde chiquito para el Congreso y los conocía a todos. “Me estás echando mucha vaina”, me dijo Lusinchi con una sonrisa, cuando se levantó para recibirme. Poco después me invitaron a un almuerzo, cosa, por cierto, de la que informé a Rangel. Cuál sería mi sorpresa cuando al llegar me encontré con Armando Durán, Luis Raúl Matos Azócar, Celestino Armas, Simón Alberto Consalvi, en fin, el comando de campaña. Era un gesto de acercamiento, pese a mi actividad política y a lo que escribía, que era muy crítico. Ahí se estableció un vínculo con Consalvi, que luego abonó a la creación de la Copre».

Veinte presidenticos

—No, Mario. Nunca fue un gato de gatos. La Comisión muy plural. Ahí estaba no solo el espectro político en pleno, sino también académicos, intelectuales, profesionales, sindicalistas. En diciembre de 1984 quedó designada. Y comenzamos a trabajar en enero del 85, en Miraflores. Ramón J. Velásquez y yo tuvimos una oficina allí durante todo el 85… hasta que el presidente Lusinchi empezó a expresó a manifestar divergencias con nosotros.

El 20 de mayo de 1985, Sofía Ímber y Carlos Rangel tuvieron a Carlos Blanco en su programa “Buenos días”, que se transmitía por Venevisión. Sofía mencionó la sorpresa que había causado la designación de un hombre de izquierda como Secretario Ejecutivo de la Copre, en el gobierno de Lusinchi. «La gente como yo», respondió Blanco, «tenemos un dilema que hay que resolver: la criticidad eterna o el intento sano de aportar nuestros puntos de vista a un proceso de construcción en el país. Yo he optado por esta posición». Y ante un comentario de Carlos Rangel acerca de la actitud de Lusinchi ante la Copre, Blanco salió al ruedo a batirse por la buena fe de su jefe. «Hay dos condiciones», dijo Blanco,  «que se han reunido para hacer posible el proceso de reforma. Una es el apoyo personal, directo, el compromiso público del Presidente de la República, que eso sí no tiene precedentes en la historia de estas comisiones. El presidente Lusinchi se ha comprometido de una manera absoluta en este trabajo. Tanto, que ha asistido a muchas de nuestras reuniones. Está enterado del trabajo que realizamos. Ha querido que funcione esta comisión en el Palacio de Miraflores para poner de relieve su función».

Ese año, 1985, el segundo de Lusinchi en el poder, la Comisión se dedicó a profundizar las consultas. «Esto te puede interesar, Mario. Convocamos a los ex presidentes de la República, a los líderes políticos fundamentales de los partidos, a los intelectuales, a los expertos. Hicimos consultas no solo en Caracas, sino en otros lugares del país. Fue así como quedaron esbozados los asuntos fundamentales, como la reforma de los partidos políticos para profundizar la democracia en su interior; de la Ley orgánica del Sufragio, para hacer las elecciones más representativas; del sistema judicial; de los procedimientos administrativos de mayor impacto en el ciudadano (cédula, licencia, pasaporte, solvencias, permisos… llegamos a establecer un centenar de procedimientos y adelantamos mucho) y la descentralización, incluida la elección popular, directa y secreta de los gobernadores de las entidades federales. También nos dedicamos a promover los mecanismos de participación ciudadana».

«Cuando, a comienzos del 86, propusimos lo que llamamos “las reformas políticas inmediatas”, el presidente Lusinchi y Acción Democrática entraron en radical oposición a la Copre. Lusinchi me dijo que él no podía permitir que en Venezuela se fueran a elegir “veinte presidenticos en los estados”. Y la dirección de AD calificó de locura las transformaciones que estábamos proponiendo. Aunque debo decir que algunos miembros de AD, muy importantes, siempre apoyaron las reformas, como Pedro París Montesinos, Carlos Canache Mata, Marco Tulio Bruni Celli, Aura Celina casanova, Arnoldo Gabaldón, entre quienes más recuerdo. Y siempre tuvimos un apoyo muy importante dentro del Gobierno, incluso a pesar de la posición del presidente Lusinchi, de Carmelo Lauría».

«Pues, nada, Mario, nos sacaron de Miraflores. Ese primer año había sido excelente, porque como los funcionarios y ministros sabían que teníamos el apoyo presidencial, todas las puertas se nos abrieron dentro de la administración pública. Se decía: la Copre llegó a X ministerio, lo que significaba que ese despacho estaba en la mira de la Comisión, con el concurso de sus funcionarios, claro. Era un trabajo conjunto. Fue un periodo en el que la Copre se convirtió en un, sino el más importante, centro de elaboración intelectual del país. No solo sus 35 miembros, sino muchos funcionarios públicos fueron delegados en comisión de servicio a la Copre y también tuvimos una plantilla de profesionales contratados muy importante. El orgullo de Vélasquez y mío fue que jamás pedimos credenciales políticas ni compromiso partidista a nadie. La pluralidad era un valor de la Comisión. De hecho, hubo compañeros que luego fueron al Gobierno de Caldera y algunos llegaron a apoyar a Chávez. Nosotros aprendimos que era posible ponerse de acuerdo en relación a cuestiones concretas. Un ejemplo importantísimo, (esto te va a encantar, Mario), fue el de las libertades económicas, suspendidas en la Constitución desde su promulgación, en 1961. ¡Habían estaban suspendidas durante toda la etapa democrática!, sobre la base de que era necesario para que el Estado pudiera intervenir positivamente en la economía, mientras el empresariado clamaba por la restitución de las garantías económica. Nosotros retomamos el asunto y, cuando se hizo una investigación al detalle de lo que había significado esa suspensión en la práctica, encontramos que había favorecido la existencia de un Estado fabricante de bicicletas, hotelero, dueño de empresas, comerciante… etcétera. La gente de izquierda, derecha y centro, dentro de la Comisión, convino en que esa suspensión de las garantías económicas no tenía sentido. Y personalidades como Domingo Maza Zavala, Héctor Silva Michelena, Reinaldo Cervini, Pompeyo Márquez, entre muchos otros, apoyaron la suspensión, igual que Germán Carrera Damas, Tomás Enrique Carrillo Batalla, Braulio Jatar, Moisés Naím, Luis Enrique Oberto, Manuel Rachadell. El presidente de la república, en consejo de ministros, después de más de 30 años de suspesión de las garantías, acordó su restitución».

Yo soy más reformista que tú

—En el 86, nos mudamos a la torre oeste de Parque Central. El presidente decía en público que nosotros éramos “solo asesores” y que nuestras decisiones no eran vinculantes. Nos debatimos entre renunciar o quedarnos. De hecho, en 1986 Velásquez renunció a la presidencia de la Copre, cuando se convenció de que AD no iba a aprobar las reformas que estábamos promoviendo. Lusinchi, entonces, designó a Arnoldo Gabaldón como presidente de la Copre. También fue un extraordinario presidente. “Tenemos que seguir, a pesar de todo”, dijo Gabaldón. “Vamos a hacer el proyecto de reforma integral del Estado y, si no es para este gobierno, que sea para el próximo….”. Nos sumergimos en nuestro trabajo. En todo el país se crearon las Copres regionales, que reprodujeron el espírtiu de investigación de lo que entonces pasó a llamarse la Copre nacional. Y ocurrió un hecho político extraordinario: Carlos Andrés Pérez, quien venía sosteniendo dentro de AD la necesidad de apoyar las reformas, trabajó de abajo hacia arriba y de afuera hacia dentro, porque ni el gobierno de Lusinchi ni la dirigencia adeca lo querían como candidato, para alzarse con la candidatura; y en el camino, como narrativa electoral, las reformas adquirieron un rango estelar. El 23 enero del 88, cuando Pérez ya era candidato de AD, fue orador de orden en la parroquia del 23 de enero; y se lanzó un discurso en el que alineó a su partido con la reforma del Estado. Se produjo un hecho nusitado: quien iba a ser candidato de AD, quien lo sería de Copei, Eduardo Fernández, y todos los sectores politicos de oposición gobierno se unificaron alrededor del proyecto de reforma del Estado, en torno al cual se nuclearon también figuras tan destacadas como Arturo Uslar Pietri, Rafael Pizani, Ernesto Mays Vallenilla, Miguel Ángel Burelli Rivas.

«Así que el año pasado, 1988, CAP y Eduardo, los principales candidatos, competían por las reformas, quién en verdad las iba a hacer y quién las haría más profundas. Se produjo un fenómeno de opinión pública muy importante, en el que jugó un papel fundamental el diario El Nacional, dirigido por el zuliano Alberto Quiroz Corradi -volcado sobre la necesidad de descentralización, la elección directa de los gobernadores y alcaldes-, hasta un punto en que en una reunión donde estaban Uslar, Pizani, Luis Beltrán Prieto, Arnoldo Gabaldón, Ramón J. Velásquez y Gonzalo Barrios, este suspiró y dijo: “Bueno, yo la voy a apoyar”. Y en agosto del 88, antes de las elecciones de diciembre, introdujo el proyecto de Ley para la Elección y Remoción de Gobernadores, que fue aprobado por todos los partidos ».

—En fin, chico, han pasado cinco años de aquellas conversaciones de sondeo con Simón Alberto Consalvi y con Velásquez, de 1984. Una vez electo el presidente Pérez, nos reunimos con él varias veces y, en enero de este año, hace un mes, me pidió que lo acompañara como presidente de la Copre y ministro para la reforma del Estado. Vamos a ver qué pasa. En Principio, en diciembre de este año se elegirán por primera vez en la historia los gobernadores y los alcaldes en Vemezuela. Ramón Velasquez dice que esa es la reforma insitucional más importante del siglo XX, porque va a dirimir mediante elecciones conflictos que en el siglo XIX condujeron a guerras civiles.

En junio de 1990, casi un año y medio después del momento en que se hizo esta foto, Carlos Blanco volvió al set de Venevisión para el programa que ahora se llamaba “Buenos días con Sofía”. Ella le preguntó si él creía que llegaría a ver «una Venezuela más pura, más limpia».

—Seguro, seguro -le dijo él-. Estoy absolutamente convencido de que nosotros vamos hacia una transformación sustancial en el país, porque se han comenzado a construir las bases de esa transformación, que es en primer lugar la actitud de los ciudadanos. Hay una demanda. La gente está descontenta, conflictiva, protestando. El descontento, el escepticismo, son condiciones fundamentales para transformar el país. Y yo estoy absolutamente convencido de que Venezuela va por un camino cuyo autor fundamental no es el gobierno, ni ningún partido, ni sector en particular. Hay una decisión de buscar otro camino. En la búsqueda de ese otro camino, por supuesto, hay conflictos y problemas…


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