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1. La Campaña Formidable. La instantánea de Carlos Andrés Pérez en el momento de saltar un charco fue captada en muchos lugares del país y con diferente atuendo. Esta fotografía de autor desconocido, que guarda la Fundación Fotografía Urbana, dista, pues, de ser la única en recoger el instante en que el entonces candidato a la Presidencia de la República despliega un gesto de bailarín para persistir en su briosa marcha sin que un pantano lo detenga.
La imagen corresponde a la campaña electoral de 1973. Era la primera vez que Carlos Andrés Pérez se presentaba a una de estas contiendas, que entonces experimentarían un cambio radical.
—La de 1973 dio inicio, en el país y la subregión, a la “americanización” de las campañas —explica la consultora Carmen Beatriz Fernández—. Venezuela fue uno de los países pioneros en la aplicación de conceptos de marketing político, al american style. Desfilaron por esa campaña dos grandes figuras: Joe Napolitan, con AD; y el recientemente fallecido David Garth, con Copei. Ambos fueron precursores del marketing político global cuyo principal aporte venía por el lado del empleo profuso de la investigación de opinión pública en la construcción del mensaje, así como la conducción de la campaña. Años después, cuando un periodista norteamericano le preguntó sobre la diferencia entre hacer campañas en USA y en Latinoamérica, Napolitan dijo: “en Latinoamérica son en español”.
El veterano reportero Ángel Ciro Guerrero fue el periodista de giras de Pérez durante esos años. Consultado sobre esta fotografía, Guerrero dice: “Recuerdo perfectamente el salto, largo y alto, cuya foto dio la vuelta al mundo y generó buena envidia en muchos atletas. La gente recuerda las famosas patillas, las camisas, las chaquetas a cuadros, la gestualidad, el enorme carisma, el conocimiento del país, de la situación mundial, la fuerza del mensaje, el respeto al adversario, la organización, perfecta en todo detalle de Carlos Andrés Pérez como candidato de AD. El salto era un movimiento en todo sentido, por eso tuvo tanto impacto, porque compendiaba muchas cualidades de un individuo fuera de serie”.
—Con entera propiedad —sigue Guerrero— puede afirmarse que el Mocho Hernández fue el primero que en Venezuela llevó a cabo una campaña electoral propiamente dicha, porque empleó formal y profusamente, mediante una buena estrategia, los diarios y semanarios de entonces; igual que utilizó los volantes, proclamas, pancartas, los mítines y discursos, además de reuniones, (que pudiéramos entender como los foros de ahora), sin olvidar que también ordenaba preguntar en todas partes cómo iba la suya y demás candidaturas.
“Pero fue Carlos Andrés Pérez, hace ya 40 años, el primero en desarrollar una campaña electoral moderna en todo sentido. Una campaña tan importante y bien llevada que todavía se le recuerda y se le envida; y que nadie, desde entonces, ha podido superar, ni siquiera Chávez. Y eso lo aseguran, lo avalan y lo sostienen los especialistas en tan difícil materia. Fue, sin duda, una Campaña Formidable, y así lo escribí en su momento”.
—En cuanto al salto —remata Guerrero— ningún candidato en la historia había usado ese recurso para proyectar su fuerza personal y su determinación de salvar todos los obstáculos”.
2. Ese hombre. Carlos Andrés Pérez nació en Vega de la Pipa, Rubio, estado Táchira, el 27 de octubre de 1922. Era el penúltimo de los doce hijos de Antonio Pérez, nativo de Colombia, y Julia Rodríguez, los dos modestos cultivadores de café. Hizo la primaria en el Colegio María Inmaculada de los Padres Dominicos de Rubio. En 1935 la familia se mudó a Caracas, por lo que Carlos Andrés estudió en el Liceo Andrés Bello. Al graduarse de bachiller, en 1944, se inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Para ese momento ya tenía varios años de militancia. En 1938 estuvo entre los fundadores de la Asociación Juvenil Venezolana y se incorporó al Partido Democrático Nacional (PDN), creado por Rómulo Betancourt un año antes. El 13 de septiembre de 1941, cuando el PDN se convierte en Acción Democrática (AD), Carlos Andrés siguió ahí. Y siempre, en el círculo de confianza de Betancourt. Esa precoz vocación política y la intensa faena partidista lo apartaron de las aulas. Que no del estudio, como muchos creen sin asidero.
Resistente contra la dictadura perezjimenista, tuvo que salir al exilio y regresó a la caída del régimen. En 1960, el entonces presidente Betancourt lo nombró director general del Ministerio de Relaciones Interiores; y un año más tarde, titular del despacho. Había sido emplazado en ese cargo con la expresa tarea de enfrentar la guerrilla y las muchas conspiraciones que desde el nacimiento mismo de la democracia venezolana empezaron a asediarla desde los cuarteles y desde las montañas, siempre con el auspicio de Fidel Castro desde Cuba. Pérez le respondió al Presidente cumpliendo la misión de manera contundente y eso le granjeó el odio eterno de aquellos a quienes derrotó en el tablero de la violencia.
En la siguiente administración, la de Raúl Leoni, Pérez no tuvo cargo. Fue, eso sí, jefe del grupo parlamentario de AD… y ya albergaba aspiraciones presidencialistas. Sin embargo, como dijo Héctor Alonso López, “aunque Pérez hubiera podido ser candidato en 1968 (y no Gonzalo Barrios), siempre pidió a sus amigos que apoyaran al Dr. Barrios, pero tuvo la intuición que ese no era su tiempo y esperó una mejor oportunidad. El resultado lo confirmó: si bien es cierto que Caldera ganó con un margen fue muy apretado y hasta revisable, no hay dudas de que ha podido ser una derrota para él”.
3. Candidato, al fin. Así llegó 1972, al año siguiente serían las elecciones para designar al sucesor de Rafael Caldera. Pero los partidos no esperaron a 1973 para empezar la campaña, que dio inicio en el 72, lo que constituyó una de las muchas características peculiares de esa justa.
Ya en abril de 1972, Héctor Alonso López, quien aspiraba a la Secretaría Juvenil Nacional de AD, resolvió convocar en el Hotel El Conde a los jóvenes líderes que lo respaldaban en su aspiración. Se proponía anunciar públicamente su propia candidatura y ofrecer el apoyo a Pérez, entonces Secretario General Nacional de AD, de cara a la Convención Nacional, que tendría lugar en pocos meses y en la que se escogería al abanderado presidencial. “CAP”, recuerda Héctor Alonso López, “se enteró y, estando yo en plena rueda de prensa, llegó Sánchez, su portero y hombre de confianza, y me dijo: ‘el Secretario General le manda a decir que suspenda esto y se le presente en su despacho’. Pero ya era tarde, la rueda de prensa estaba terminando”.
El propio Pérez y el CEN de AD solicitaron medidas disciplinarias contra el líder juvenil, pero la amenaza de sanciones se desdibujó en la medida en que la candidatura de aquel tomaba cuerpo.
Efectivamente, en la Convención Nacional de Acción Democrática, que se hizo en el antiguo Teatro California, el 19 de agosto de 1972, se midieron los dos pretendientes de la candidatura de ese partido y Pérez le ganó a Reinaldo Leandro Mora por 290 votos a 111. El ganador contaba con el respaldo del Buró Sindical y, muy importante, con el de Betancourt, quien puso fin a los rumores según los cuales acariciaba la idea de volver a la Presidencia. Fue así como Carlos Andrés Pérez fue ungido con el encargo de recuperar el poder en las elecciones del 9 de diciembre de 1973.
Tenía a su favor su juventud (no había cumplido 50 años cuando se convirtió en abanderado de AD), una energía impresionante, así como una disciplina férrea, organizado hasta el más mínimo detalle, gran carácter, memoria colosal, extrovertido, arrojado, al tiempo que reacio a la pereza y a acumular rencores.
En su contra pesaba la imagen de policía implacable, que le venía de sus años como ministro de Relaciones Interiores de Betancourt. Era preciso darle revertir aquel concepto.
El candidato necesitaba un equipo que lo convirtiera en ganador.
4. Un equipo, dos consignas. El jefe de campaña fue David Morales Bello. El equipo lo conformaban:
Jacques Regis Etievan, presidente de Corpa Publicidad.
Nicomedes Zuloaga, socio accionista de Corpa Publicidad
Chelique Sarabia, creativo
Diego Arria, asesor de imagen
Simón Alberto Consalvi, director
Héctor Alonso López , secretario juvenil de AD
Joe Napolitan, Clifford White, George Gaither y Robert Squier, asesores internacionales
Alberto Federico Ravell, asesor estratégico
Este trabuco diseñó una campaña triunfalista, excepcional no solo por el hecho de que duró casi un año y medio, sino porque se inauguraron prácticas que todavía tienen vigencia.
Dos fueron los slogans que más sonaron: “Democracia con energía” y “Ese hombre sí camina”. La autoría del primero no está en duda, pertenece al publicista y escritor cubano Bernardo Viera Trejo, amigo de Nicolás Guillén, de quien Jacques Etievan solía decir que era hombre de textos cortos y almuerzos largos… Su propósito con esta consigna era revertir la carga negativa implícita en la reputación de policía represivo y darle un vuelco de manera que se apreciara esa firmeza como una ventaja puesto que el electorado estaría favoreciendo un hombre recio, infatigable en la faena de gobierno y con mano dura frente al hampa.
La otra frase, “Ese hombre sí camina”, identificaba a Pérez como hombre decidido y dinámico, que enfrentaba a un amodorrado Lorenzo Fernández, quien, por contraste, quedaba como un carcamal.
De su origen no hay una versión estable. Unos cuantos se atribuyen su concepción. Lo que sí sabemos con certeza es que formaba parte del jingle compuesto por Chelique Sarabia, quien afirma que, durante una gira en Rubio, una señora quiso ver al candidato, pero cuando atinó a asomarse ya había pasado como una exhalación; y que entonces ella suspiró: “Ese hombre sí camina…”. Chelique Sarabia dice haber pensado que eso de “sí camina” podía tener una doble lectura: tiene piernas veloces porque es activo y jovial; y es un hombre de avanzada. Finalmente, escribió un jingle pegajoso que inmediatamente se hizo conocido:
“Hombre pueblo, paso firme / y de una sola palabra / que no equivoca el camino / que nunca tuerce su rumbo. /Ese hombre sí camina, va de frente y da la cara (bis)/ Paso firme, voz abierta / risa franca, mano amiga / entrelazando destinos sobre la tierra sedienta. / Ese hombre sí camina, va de frente y da la cara (bis) / Caminemos con él de frente hacia el futuro / rescatemos con él las promesas marchitas. / Un hombre que no engaña, enérgico y sincero / que no equivoca el camino, que nunca tuerce su rumbo. / Ese hombre sí camina, va de frente y da la cara: ¡Carlos Andrés!”.
Por su parte, el fotógrafo Ángel Echeverría, coordinador de Imagen de la campaña, dice que durante una caminata en San Cristóbal, él iba junto a Miguel de Los Santos Reyero, encargado de Prensa, ambos rezagados con respecto a la muchedumbre. “En un momento nos pusimos al lado de tres campesinos que procedían de una zona cercana y oímos a uno de ellos observar: ‘Ese hombre sí camina’. Miguel me tocó el brazo y repitió admirado lo que el campesino había dicho. Y con su característica habilidad empezó a jugar con la frase y en pocos minutos ya tenía una idea… ‘va de frente y da la cara’… A las pocas horas el doctor David Morales Bello encomendó a Chelique Sarabia que le pusiera música aquel hallazgo. Y así nació el jingle”.
Ángel Ciro Guerrero, el periodista que el propio Pérez escogió para que estuviera con él en todas las giras y todos los eventos, dice que, efectivamente, esa consigna tiene muchos padres, pero la única y verdadera la protagonizaron “Carlos Andrés Pérez, la señora María, el querido y recordado maestro periodista José Pepe Consuegra y Ángel Ciro Guerrero”.
“El candidato asciende la calle empinada del Barrio Obrero, de San Cristóbal. La señora María, que sufre elefantiasis, lo espera en mecedora en el portón de su casa. El candidato se detiene, la abraza, ella lo besa, él se va y ella grita, admirada: ‘!Ese hombre sí camina!’. Yo escucho y anoto, se lo digo a Don Pepe, que está a mi lado. En la tarde redacto la nota de prensa, que se despacha a Caracas; y, de paso, una corta crónica exclusiva sobre el hecho para el Diario Vanguardia, en la que relato el acontecimiento porque la consigna ahí mismo comenzó a difundirse”.
—Al otro día, —continúa Guerrero—en todos los diarios del país salió mi nota de prensa en la que hablaba de la frase. A Miguel de los Santos Reyero, periodista, le gustó, no así a algunos integrantes de la Comisión de Medios, Estrategia y Propaganda, que no menciono por respeto. Pero a Regis Etievan, el gran publicista sí y a CAP también. Entonces, todos la aceptaron y algunos se la adjudicaron. Incluso Chelique Sarabia, que compuso la letra y la música de lo que fue un extraordinario hit. Lo bueno de toda esta historia es que la consigna marcó pauta: en adelante, las cuñas musicales son, en toda campaña, infaltables. La de CAP fue, sin duda, una campaña extraordinaria, irrepetible e inimitable. La historia de la política nacional así la tiene muy bien definida.
5. El salto. En 1972, Mario Abate era fotógrafo publicitario y trabajaba para Corpa Publicidad, cuyo presidente era Jacques Regis Etievan, “un francés enorme”, según recuerda Abate. “Medía dos metros y pesaba 190 kilos. Un día le dio un infarto en su casa y murió porque no pudieron moverlo. Su hija era médica y no pudo hacer nada. Cuando llegó la ambulancia ya estaba muerto”.
Etievan, que según Abate era un gran publicista, llamó a este a su oficina un buen día de 1972 para encargarle expresamente fotos en blanco y negro de Carlos Andrés Pérez con vistas a hacer un afiche. “Para ese momento la única publicidad de Pérez eran unas vallas con su imagen muy formal, vestido de flux negro y encorbatado”.
“Le pedimos una cita para ir a fotografiarlo”, cuenta Mario Abate. “Llegamos en la mañana temprano a su casa en Prados del Este. Y nos abrió la puerta él mismo. Me dijo: ‘mucho gusto, Carlos Andrés Pérez’. Y le dije: ‘Su cara me es conocida’.
—Ah, sí —me contestó él- hay una pancarta por ahí.
—Es un chiste, presidente— le aclaré yo.
Siempre lo traté de presidente. Estaba convencido de que si él sentía Presidente llegaría a serlo”.
En esa época, Mario Abate, que es pelirrojo, llevaba el pelo largo hasta los hombros. Solía usar seis collares y atuendos étnicos. La primera vez que se encontró con el candidato de AD para las elecciones del 73, lucía una camisa peruana con una faja tejida en la cintura y calzaba alpargatas (hábito que observó por diez años). Etievan le advirtió que no debía cambiar su manera de vestir, que fuera tal como hacía siempre. Esto constituyó un alivio para Abate, quien no tenía más ropa que aquella.
—Le pedí a Etievan —cuenta Abate— que hablara con él mientras yo le tomaba las fotos con una reflex 6 x 6, de las que se miran desde arriba. Pérez nos dejó hacer y la cosa iba bien… hasta que llegué a la conclusión de que no iba a poder cumplir con la orden de hacer las fotos en blanco y negro. Pérez tenía muchas cicatrices en la cara (debió tener mucho acné en su juventud), y pensé que en blanco y negro la imagen iba a ser muy dramática, así que puse un rollo a color. Tampoco estaba conforme con la actitud de Pérez quien estaba demasiado serio. Entonces, le di una instrucción:
“Haga cuenta de que soy la mujer más bella que usted ha visto, sonría para levantarme”. Miró hacia mí y vio una abundante barba roja. Se rió muy espontáneo y esa fue la foto para el afiche. Cuando Morales Bello vio la imagen, dijo que ese era el milagro alemán en fotografía.
Abate no especifica si le llevaron la foto al jefe de campaña antes o después de someterla a cierta intervención… Cuenta Alberto Federico Ravell que, cuando Mario Abate trajo la foto del afiche, todos estuvieron de acuerdo en que era estupenda: el candidato aparecía con la expresión adecuada y, en general, se veía muy bien. Pero había un problema. La sonrisa suavizaba el gesto… pero dejaba ver unos pronunciados colmillos que no favorecían el conjunto.
—Vamos a limarle esos colmillos, dije yo —evoca Ravell—. Eso, mucho antes de que existiera el fotoshop. De manera que le hicimos un fotoshop rudimentario y quedó muy bien. A Pérez le gustó mucho el resultado. Una semana después llegó con los colmillos limados de verdad. Sin decir nada, adaptó la realidad (la de sus colmillos) a lo que el equipo de campaña daba por bueno. Era un reflejo de la disciplina de Pérez. De hecho, tenía siempre dos equipos de asistentes, prensa y seguridad, porque ninguno le llevaba el trote. Tenía un secreto. Cuando se cansaba, se metía en una bañera llena hasta el borde de agua muy caliente, casi un cocido. Se sumergía en aquel caldo de pelar pollos y se quedaba dormido. Salía cuando se había enfriado. Como nuevo.
Tal fue el éxito de la foto del afiche que Carlos Andrés le pidió a Etevian que le asignara a Mario Abate en todas las giras.
—El esquema de las campañas electorales —dice Abate— se rompió con CAP. Hasta entonces, los candidatos llegaban a las concentraciones por la parte de atrás de la tarima, subían, daban el mitin y chao. Carlos Andrés hizo una campaña casa por casa. Contacto personal, abrazos, apretones de manos, sonrisas… La gente se sorprendía, porque eso no se había visto. Entonces lo seguían, de forma que cuando llegaba al mitin traía un gentío detrás. Pero no entraba por detrás, él llegaba al podio caminando en medio de la gente. Si había cinco cuadras llenas (llegó a haber 17 cuadras atiborradas), él penetraba entre la gente. Las mujeres lo pellizcaban, lo rasguñaban, los hombres lo palmeaban. Cuando llegaba a la tarima, estaba arañado y herido, con la ropa rota, pero feliz. En un día podía dar cinco mitines y, si en la caminata veía una casita, por allá, en un peladero de chivos a un kilómetro de distancia, él llegaba hasta allí. ‘Pero ahí vive una viejita sola’, le decían para disuadirlo. ‘No importa’, respondía. Y caminaba lo que fuera menester para ir a visitar a doña Rosa. Quien veía eso, lo salía a contar. Era una campaña de un signo diferente a todo lo que se hubiera visto antes: el contacto personal era más importante que el propio mitin. En ese año y medio de campaña visitó absolutamente todos los pueblos de Venezuela, ¡tres veces!
“Caminaba durante horas”, sigue diciendo Abate, “más rápido que los demás, dejaba atrás a los periodistas, a los escoltas, al muchachero. Eso era increíble. Era un hombre que creció en la montaña, tenía una gran resistencia en las piernas. Cuando era Presidente, iba al gimnasio a las 5 de la mañana todos los días, aunque se hubiera acostado a la una de la mañana”.
—Pérez se ejercitaba físicamente desde mucho antes de ser candidato —constata Héctor Alonso López—. Era exageradamente disciplinado en eso y en la alimentación. Lo mismo, por cierto, que con la lectura. Un día, en una marcha por Macuto, yo me separé del grupo porque me encontraba exhausto. Él, que siempre estaba vigilante, se percató. Al rato, cuando nos volvimos a encontrar, me dijo: “dónde te habías metido”. “Candidato, estoy cansado y tengo hambre”, le contesté. Y él me respondió: “Tú, tan joven, ¿no sabes que algún día todos tendremos el descanso eterno y que el hambre solo es mental?”.
Mario Abate dice: “en la medida en que se desarrollaba la campaña, su carisma crecía, hacía más cosas, daba zancadas más largas, trabajaba más horas, su energía parecía multiplicarse. Tenía una combinación imbatible: ganas y buenas suerte. Una vez, en Calabozo, estaba en la tarina hablando de las necesidades de la ciudad y, arrebatado por la emoción, preguntó: “¿Ustedes quieren agua? Yo les voy a dar agua”. Y en ese mismo instante se desató un coñazo de agua. Esto es así como lo estoy diciendo. Yo estuve ahí”.
Para mantener ese ritmo, el candidato dormía en carros, en autobuses, dondequiera que lo trasladaran de un pueblo a otro para los actos de masas. “Se quedaba profundamente dormido”, dice Abate. “No perdía oportunidad de descansar. Y solo tomaba agua. Jamás probaba refrescos. Tenía absoluto rechazo al azúcar, porque decía que le quitaba energías. Pérez sabía mucho de Medicina y Nutrición”.
Al preguntarle por la fotografía en la que aparece saltando el charco, Johan Rodríguez Perozo ha investigado que cuando apareció la primera tuvo tal impacto que todos los fotógrafos del equipo recibieron la orden de captarlo cada vez que se mandara una pirueta.
—En realidad —dice Mario Abate— Carlos Andrés saltaba todo lo que se encontrara delante de él. Desde entonces, las campañas se hacen como él. Así la hizo Chávez, exactamente como Carlos Andrés había establecido.
Según el cálculo de Ángel Ciro Guerrero, el candidato Pérez “caminó alrededor de 5 mil kilómetros, por callejones, quebradas, calles, avenidas, carreteras y autopistas de toda Venezuela. Ejemplos: Caracas, varias veces, punta a punta; Maracaibo, Maracay, Valencia y Barquisimeto, lo mismo. Descendía del avión y con la masa que lo esperaba en los aeropuertos caminaba hasta la tarima, muchos kilómetros. Su estilo, por supuesto, lo imitaron los candidatos de todos los partidos que hasta la fecha han presentado sus credenciales, unas buenas, otras no tanto, para ser presidente”.
6. De los testimonios de quienes estuvieron con Pérez en la campaña del 73 se desprende que, aún cuando escuchaba mucho a sus colaboradores, siempre se reservaba la última palabra.
—Pérez siempre fue subestimado —afirma Diego Arria—. Dicen que le escribían los discursos y que carecía de cultura. Nada más lejos de la realidad. Para el cierre de la campaña, le propuse hacer la última concentración en la Avenida Bolívar (pues me había enterado por un colaborador, Esteban Ballesté, de que Copei pensaba concluir la suya ahí). Fui a ver a Carlos Andrés y le dije: “tenemos que hacerla allí, donde nunca se ha hecho”. El comité de Estrategia se opuso, dijeron que no se llenaría. Pérez escuchó, como solía hacerlo, sin interrumpir, y entonces declaró: “Ahí la vamos a hacer. Si no puedo llenar la avenida Bolívar significa que no voy a ganar. Si es así, prefiero saberlo antes’”.
Ángel Ciro Guerrero recuerdo que Pérez fue el primero que llenó avenidas como la Bolívar y la Universidad, en Caracas. “La avenida Universidad, por cierto, la llenó con un mitin-doble, porque le habló a millares de personas ubicadas unas, desde la Iglesia del Corazón de Jesús hasta la Plaza O’Leary y, otras, desde la Iglesia Corazón de Jesús hasta más allá de la Plaza Morelos. Me atrevo a decir que ningún otro candidato ha podido superar sus concentraciones, ni en Caracas ni en las restantes capitales del interior”.
El escenario electoral de 1973 estuvo competido por doce candidatos en un universo de 4.375.269 votantes. Carlos Andrés Pérez obtuvo la victoria con 2.128.161 (49%) votos, de segundo llegó el candidato del oficialismo copeyano, Lorenzo Fernández, quien obtuvo el 36,7%. Además, AD sacó ventaja en las dos cámaras del Congreso, así como en la mayoría de las asambleas legislativas de los estados y los concejos municipales. El fervor de aquel evento fue tal que la participación del electorado alcanzó el 96,5% del censo.
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Este texto fue publicado originalmente el 22 de diciembre de 2014 en Prodavinci.
Milagros Socorro
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