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En su batalla contra cuentas falsas, Twitter eliminará millones de seguidores
Fotografía de JOSH EDELSON / AFP
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Twitter comenzará a remover decenas de millones de cuentas sospechosas de los seguidores de los usuarios a partir de hoy, lo que representa un nuevo esfuerzo para restaurar la confianza en la popular plataforma que ha estado envuelta en problemas.
La reforma tiene como objetivo atacar una forma generalizada de fraude en las redes sociales. Muchos usuarios han inflado sus seguidores en Twitter u otros servicios con cuentas automatizadas o falsas, con lo que compran la apariencia de tener influencia social para impulsar su activismo político, proyectos empresariales o carreras en el mundo del entretenimiento.
La decisión de Twitter tendrá un impacto inmediato: a partir del hoy, muchos usuarios, incluidos aquellos que han comprado seguidores falsos y otros que son seguidos por cuentas sospechosas, verán disminuir el número de sus seguidores. A pesar de que Twitter declinó dar un número exacto de usuarios afectados, la compañía dijo que removería decenas de millones de cuentas dudosas de los seguidores de los usuarios. La acción podría reducir el número total de seguidores combinados en Twitter en alrededor del seis por ciento —una disminución sustancial—.
Una investigación de The New York Times en enero demostró que tan solo una pequeña compañía de Florida vendió seguidores falsos y otras herramientas de fidelidad en las redes sociales a cientos de miles de usuarios alrededor del mundo, incluidos políticos, modelos, actores y autores. Las revelaciones causaron investigaciones en por lo menos dos estados de Estados Unidos y llamados del Congreso para una intervención por parte de la Comisión Federal de Comercio. En entrevistas realizadas esta semana, ejecutivos de Twitter dijeron que la información de The New York Times los impulsó a analizar más de cerca los pasos que la empresa podía dar para restringir el mercado de las cuentas falsas, el cual es motivado en parte por el creciente valor político y comercial de una cuenta de Twitter con muchos seguidores.
Directivos en Twitter reconocieron que el acceso fácil a los seguidores falsos y la lentitud de la compañía para responder al problema han devaluado la influencia acumulada por usuarios legítimos, lo que ha sembrado sospechas acerca de aquellos que rápidamente obtuvieron un gran número de seguidores.
“No queremos incentivar la compra de seguidores y cuentas falsas para inflar artificialmente la cantidad de seguidores, porque no es una medida precisa de la influencia de alguien en la plataforma o influencia en el mundo”, dijo Del Harvey, vicepresidenta de confianza y seguridad de Twitter. “Pensamos que es una métrica realmente importante y llena de significado, y queremos que la gente tenga la confianza de que son usuarios cautivos que están siguiendo otras cuentas”.
El mercado de las cuentas falsas también estaba afectando a Twitter con sus anunciantes, los cuales cada vez más dependen de los influenciadores de las redes sociales —minicelebridades que promueven marcas y productos a sus seguidores— para llegar a los clientes. En los últimos meses, las firmas de publicidad y mercadotecnia han presionado a Twitter, YouTube y otras plataformas para ayudarles a asegurarse de que los influenciadores tienen los alcances que afirman. El mes pasado, el gigante de los bienes de consumo Unilever, que invierte miles de millones de dólares al año en publicidad, anunció que dejaría de pagar a los influenciadores que compraron seguidores y que daría prioridad a destinar los dólares de publicidad en plataformas que toman medidas para eliminar el fraude.
En una entrevista hecha el 10 de julio, Keith Weed, director de Mercadotecnia de Unilever, alabó a Twitter por su decisión. “La gente creerá más y leerá más en Twitter si saben que hay menos actividad de bots y más actividad de humanos”, dijo Weed. “Yo alentaría y solicitaría a otros que siguieran el ejemplo”.
Para Twitter, la reforma llega en un momento crítico. A pesar de que es una compañía más pequeña con muchos menos usuarios que Facebook o Google, Twitter ha sido duramente criticado por permitir que el abuso y el discurso de odio prosperen en la plataforma. Y junto a otras redes sociales, Twitter fue una herramienta decisiva para la influencia rusa durante la elección estadounidense en 2016, cuando decenas de miles de cuentas fueron usadas para divulgar propaganda y desinformación. Esos problemas arruinaron las posibilidades de Twitter de ser adquirida por una compañía más grande, y la empresa, que comenzó a cotizar en la Bolsa en 2013, no generó ganancias hasta el último trimestre del año pasado.
En los últimos meses, Twitter ha implementado varias medidas para mejorar lo que Del Harvey y otros directivos de empresas llaman “conversaciones saludables” en la plataforma, incluida la erradicación de cuentas falsas y automatizadas. El mes pasado, Twitter anunció que hasta mayo, sus sistemas “bloqueaban” casi diez millones de cuentas sospechosas a la semana, muchas más que el año pasado, y eliminaban más por violar las políticas contra los mensajes no deseados.
Twitter bloquea una cuenta —evita que publique o interactúe con otros usuarios— cuando la compañía sospecha que es contenido no deseado automatizado o de que el usuario ha perdido el control de ella, usualmente cuando su contraseña es hackeada o filtrada—. La mayoría de las cuentas que publican contenido no deseado son rápidamente eliminadas. Sin embargo, hasta ahora, incluso después de que Twitter ha identificado de manera privada a una cuenta como sospechosa y la ha bloqueado, la cuenta todavía estaría incluida entre los seguidores legítimos de un usuario.
En la mayoría de las ocasiones, de acuerdo con Twitter, las cuentas bloqueadas no son incluidas en el conteo mensual de usuarios activos que reporta a los inversionistas cada trimestre, una métrica crítica de Wall Street para las compañías de redes sociales. Sin embargo, a las cuentas bloqueadas de todas maneras se les permitió inflar el conteo de seguidores en un gran sector de usuarios.
Esa decisión ayudó a impulsar un gran mercado de seguidores falsos. Decenas de sitios web abiertamente venden seguidores y fidelidad en Twitter, así como en YouTube, Instagram y otras plataformas. The New York Times reveló que una compañía, Devumi, vendió más de doscientos millones de seguidores de Twitter, con base en un acervo estimado de por lo menos 3,5 millones de cuentas automatizadas, cada una vendida varias veces.
Decenas de miles de cuentas automatizadas fueron creadas al robar información de perfil de usuarios verdaderos, incluidos menores de edad. La información —incluidos su foto de perfil, datos biográficos y ubicación— de la cuenta de una de esas víctimas, una adolescente llamada Jessica Rychly, fue copiada y pegada en una cuenta falsa que retuiteaba publicidad de criptomonedas y pornografía explícita.
Los directivos de Twitter creen que la nueva política destruirá el mercado de los seguidores falsos y prevendrá las prácticas abusivas usadas para crear cuentas falsas: dado que a las cuentas sospechosas les serán retiradas sus seguidores, la compañía espera que habrá menos incentivos para comprar cuentas falsas desde el principio.
Twitter también ha empezado a remover de manera permanente más cuentas sospechosas. Después de que la investigación de The New York Times fue publicada en enero, Twitter eliminó más de un millón de cuentas de los seguidores de los clientes de Devumi —cuentas que la compañía dijo que viola sus políticas contra el contenido no deseado—.
The Washington Post informó la semana pasada que Twitter suspendió más de setenta millones de cuentas durante mayo y junio.
Twitter estima que, como resultado de los cambios del jueves, el usuario promedio verá su conteo disminuir en cuatro seguidores, pero ese número puede ser mucho más elevado para algunas cuentas.
“Como parte de nuestro enfoque renovado en una conversación pública saludable, y ciertamente debido a alguna de la información que The New York Times nos brindó sobre su historia, sentimos que era una medida importante a tomar”, dijo Del Harvey.
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Este texto se publicó originalmente en The New York Times en español.
Nicholas Confessore y Gabriel J. X. Dance
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