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Opinador 1: Una foto curiosa, de dónde la sacaste.
Cronista: La escogí entre varias que me ofreció Vasco Szinetar, curador del Archivo Fotografía Urbano, de cuyo acervo forma parte la instantánea.
Opinador 2: La verdad es que la imagen confunde. Digamos que ofrece poca información, no está ocurriendo nada que nos llame la atención.
Cronista: Eso es lo que ocurre. Una especie de congelamiento de la vida, precisamente en carnaval, cuando debería ser más vertiginoso. En ese clima de suspensión, todo es como baratón. La carroza está hecha por aficionados, a partir de un presupuesto ínfimo. No es posible que el esperpento represente al entonces concejo municipal de Sucre, a menos que su propósito hubiera sido el de echarles en cara a los morosos la desolación resultante de su tardanza en pagar los impuestos. Lo más probable es que un puñado de vecinos, indignados por el desinterés de su autoridad local en invertir en el desfile de carnaval, se haya determinado a hacerlo ellos mismos… y a la hora de la verdad, la mayoría se rajó y la responsabilidad de la carroza recayó en cierta maestra que siempre apecha con los asuntos comunitarios, las más de las veces en solitario y a cuenta de su modesto pecunio.
Cronista: Da la impresión de que la fotografía fue hecha por Cortina en el rato en que el camión de estacas estuvo varado en medio de la calle. Llego a esta conclusión por el punto de contrapicado que tiene la foto, prueba de que el fotógrafo tuvo el tiempo y la confianza de agacharse para hacerla, y porque el niño que se escurre por la esquina superior izquierda avanza con toda la cachaza. Ese camión no está en movimiento. Además, aunque la reina Emma I, (quien, por cierto, dispone de más espacio que los otros para sentarse y estirar su falda, de manera que le entre una brisita), se ve fresca y no ha perdido la actitud mayestática que corresponde; por el contrario, su cortejo, compuesto por cuatro damas y dos príncipes, sí se ve que está boqueando.
Opinador 1: El caso es que, al inclinarse para hacer la foto, el fotógrafo prioriza la carroza sobre la reina y su cortejo, a quienes vemos a duras penas.
Cronista: Es una mirada infantil, de abajo hacia arriba, que es como ven los niños a los adultos. Y se detiene en los curiosos rasgos de la cara de la carroza. No hay nariz, pero sí boca, y con colmillos, parece, y una barba, todo ello más enfatizado que la reina y su corte.
Opinador 2: La reina y la corte no son, por cierto, la alegría del carnaval. Más bien, parecen arrepentidos de haberse dejado encaramar en ese disparate y a esas horas inclementes. Es cerca del mediodía, se sabe por las sombras, quedan aún muchas horas de ese sol que hace fruncir las caras y que una de las damas busca mitigar con enguantada mano. La reina no lanza caramelos, no saluda augusta, parece más bien que busca entre la gente al responsable de esto mientras va pensando los reclamos que le hará. Pero, todo eso queda allá en las alturas, en un siglo XVIII francés naufragado en los trópicos, como la corte real de Haití, al fotógrafo, con su mirada candorosa sigue embobado en la carroza. No le dan pudor los muchos cables que cruzan el cielo al fondo. Los cables son el coco de los fotógrafos, hay que buscarse la vida para huir de ellos, pero, bueno, estando en los días del rey Momo las reglas se hacen flácidas.
Opinadora 3: A todas estas, dónde está ocurriendo. ¿Cuántas parroquias Sucre hay en Venezuela?
Cronista: Desde luego, es una zona urbanizada. El caso es que da igual que sea en la capital, el conjunto es provinciano e inocentón a más no poder. Es un país que rebosa esa infancia en la que el sentido del ridículo aún no existe, y se puede ser feliz con cualquier cosita. Basta con una capa de tela de disfraz y una corona de bisutería para fundar el reino de Emma I, que encarna allá arriba, borrosa, aquel país inocente que se creyó soberano hasta que tuvo que apearse de su carroza, y hacer lo que en Caracas llaman “ubicarse”, es decir, aterrizar en la realidad sin más. El desengaño, que siempre llega.
Opinadora 4: Me llaman la atención las dinastías carnavalescas. Siempre pasmadas: no pasan de una. Emma I, Mariannys I, Rosinel I…
Opinadora 3: Porque el tiempo es otro. El carnaval es una burbuja de libertad y desparpajo en el tedio de la vida normal. En portugués de Brasil, reyes indiscutibles del carnaval, disfraz se dice «fantasía». Hay incluso el verbo «fantasiar», disfrazar. Esa es la clave, un objeto a partir del cual entrar en una ensoñación colectiva que por fuerza tiene que ser fugaz, como dice la canción «…e tudo se acaba na quarta feira», todo termina el miércoles de carnaval.
Cronista: El niño del que ya hablamos, a quien el fotógrafo capta fugitivo, como fastidiado porque no hay caramelos, certifica que esta escena pertenece a una época en la que los niños podían y debían ir con las piernas al aire. El pantalón corto de esos años en los que no hay pelos en las piernas ni nada que ocultar, la infancia que parece eterna siendo a la vez tan fugaz. Aún si no supiéramos la fecha de la foto, por la pobreza del conjunto se puede deducir que se trata de un momento anterior al boom petrolero que provocó el embargo árabe por la guerra del Yom Kippur (1973). No hay ostentación, no hay con qué. Esto es anterior a la globalización que vino con los petrodólares y por razones tan lejanas a nosotros como las guerras del medio Oriente. Esta es aún una Venezuela inocente e intrascendente, un juego en el patio de la casa, un mediodía ardiente, una laca disuelta en el sudor, una ensoñación.
Opinadora 3: Resaltaría el empeño en pintarle una carita al camión…
Opinadora 4: Y los guantes, que no sé si son por jugar a la finura o al exotismo de otro clima.
Opinadora 3: ¿Por qué los ojos-faros tienen las pestañas pintadas cerca del lagrimal y ninguna hacía la comisura del ojo, cuando suele ser al revés?
Opinador 5 (el tecnológico): Esta será la primera vez que esa foto se suba a internet. Lo sé por esto (señala la pantalla de su teléfono). Esto es de Tineye, un buscador de imágenes en internet. Dice que no reconoce la imagen o algo así. No es de extrañar que la foto no haya sido publicada antes, quizá por su hermetismo. O porque leerla con ojos venezolanos.
Opinadora 3: Perdón, los flecos de papel son ¿barba o faldita hawaiana? Ay, chica, qué angustia.
Cronista: En las dos esquinas del camión, pusieron sendos ¿corazones? de cartulina, que representan ¿una vaca y un diablo de Yare? No hay manera de saberlo. Cabe sospechar que las ¿manualidades? eran de otra cosa, las desencamaron y las pusieron hay para ¿decorar?, ¿tapar algo roto o sucio?, ¿por no dejar?, ¿para hacer una parodia patética del amor de los gobernantes por sus administrados?
Opinadores, casi en coro: Por qué elegiste esta foto tan conceptual.
Cronista: Porque me pareció que el pasado de Venezuela volvía por un instante con una carita jovial y que el armatoste quedado echaría a andar en ese instante; y sería como un perrito amado que corriera hacia nosotros borrando todo mal recuerdo.
Milagros Socorro
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