Perspectivas

Elisa del alma mía

Elisa Lerner retratada por Diego Arroyo Gil

25/11/2024

Siempre queda una llamada pendiente. La baraja de la amistad oculta su último naipe. Solo, a pie por la vereda de una avenida inhóspita de Texas, una avenida que no se parece en nada a ella ni a mí ni a los dos juntos, soy incapaz de llorar una sola lágrima. Me lo impide el desamparo, la extrañeza de saber que acaba de irrumpir un mundo en el que Elisa ya no está. Cada quien tiene sus muertos y ella es desde hoy uno de los míos. “Tú eres un muchacho, pero a medida que pase el tiempo habrá para ti y para los de tu edad el descubrimiento y el consuelo de que, en horas de soledad, son nuestros muertos los grandes interlocutores”. Junto a ella siempre fui ese muchacho aunque creciera, y lo seguiré siendo aun si un día alcanzo la edad que Elisa alcanzó. Su compañía me hizo más libre, más rebelde, más irónico. No quería querer enseñarme nada sino estar ahí. Solo una cosa exigía: no tener un corazón cobarde con el país; que fuéramos su dolor, porque éramos su dolor, éramos el país. No deja de ser asombroso que Elisa haya muerto un 24 de noviembre, una fecha que, desde 1948, era una marca en su vida por la caída de Rómulo Gallegos, que era uno de sus dilectos tanto como ella lo es de muchos de nosotros. Qué bellas las hojas ocres esta época del año. Es otoño, y este sur del norte, y la luz del sol acaricia los árboles con un viento muy fresco. Así deben haber sido algunas tardes en San Bernardino, pero con los árboles siempre verdes y con un parroquiano del que apoyarse para llorar. Para llorarte, Elisa del alma mía.


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