Perspectivas

El Papa y la culebra

Adán y Eva en el jardín del Edén; por Lucas Cranach

28/01/2018

I

Leo que el Papa Francisco considera que la “astuta serpiente” de la Biblia es “la artífice de la primera fake news de la historia”, por haber dado la falsa noticia que nos trajo “las trágicas consecuencias del pecado”.

Según el Papa, el famoso episodio bíblico en el que el diablo se disfraza de serpiente y, a través de engaños, le ofrece a Eva el fruto del árbol prohibido, nos revela que “ninguna desinformación es inocua” y que “fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas”. De paso nos advierte que “incluso una distorsión aparentemente leve de la verdad puede tener efectos peligrosos” y propone, como “el antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad”, dejarnos “purificar por la verdad”.

Frente a estas aseveraciones, y dado el momento histórico en que las ofrece, debo hacer una pregunta tan necesaria como perturbadora: ¿Las palabras de la serpiente eran realmente fake news? Aquí aprovecho para añadir otra pregunta en defensa de los derechos de los animales: ¿Era la culebra una personificación del demonio?

II

Hace unos tres años, me llevé una sorpresa que derivó en una reflexión tan poco ortodoxa que solo me atreví a contársela a algunos amigos íntimos. Sabía que en otra época me hubieran quemado en una hoguera por proponer una herejía, pero cuando vi en los rostros de mi más íntimo auditorio expresiones que iban de la indiferencia al fastidio, se hizo evidente que mi reflexión no era tan irreverente como suponía y, desde entonces, me ha dado por contarla a quien me conceda algo de tiempo.

El hallazgo se dio mientras leía y releía el primer cuento con protagonistas, principio y final que aparece en la Biblia, precisamente el drama que surge del encuentro entre Eva y la serpiente. Yo creía ser capaz de recitar esa historia de memoria, y resulta que me aguardaba un demoledor descubrimiento: La culebra es la que dice la verdad y Dios es un soberano y omnipotente mentiroso; una posibilidad que un cristiano no puede admitir, pero sí los griegos en tiempos de Homero.

Apenas Yahvé termina la creación del mundo, decide inaugurar un verdadero parque temático donde se podía andar desnudo y sin ninguna preocupación. Sabemos que el Paraíso tenía “árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y, en el medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal”. Allí vivían Adán y Eva. Siempre nos enseñaron que pecaron por desobedientes y soberbios; hoy creo que fue por aburrimiento (la fidelidad nunca es grata cuando se debe a falta de opciones).

Todos conocemos lo que estaba por suceder: Yahvé le prohíbe a Adán que coma de los frutos del “árbol del bien y del mal”, pues moriría sin remedio; luego aparece la serpiente, “la más astuta (una cualidad no necesariamente diabólica) de todos los animales del campo”, y le dice a Eva que es mentira la amenaza:

—Es que  Dios sabe muy bien que el día que coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como los dioses, conocedores del bien y del mal.

Y como Eva vio que la fruta era apetitosa y excelente para adquirir sabiduría, comió de ella y se la dio a Adán. Entonces el jardín dejó de ser un lugar de paz y agradable desnudez y se convirtió en un escenario de culpa y confusión. La pareja se sintió desnuda y por primera vez buscó con que cubrirse. Yahvé, que “se paseaba por el jardín a la hora de la brisa”, al verlos encorvados y tapándose con hojas de parra, supo en seguida que habían comido del “árbol del bien y del mal” y exclamó indignado:

—Miren que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros pues se hizo juez de lo que es bueno y malo.

Dicho esto, decidió arrojar a la pareja del paraíso para evitar que “alarguen su mano y tomen también del árbol de la vida y comiendo de él vivan para siempre”. Para evitar esta posibilidad puso en la puerta una “llama de espada vibrante” que guardaría por siempre el camino al “árbol de la vida”.

Vinieron entonces otros terribles castigos: la serpiente fue condenada a arrastrarse sobre su vientre y a comer polvo; a la mujer le dijo:

—Parirás con dolor y tus apetencias irían hacia tu marido, quien además te dominará.

Luego maldijo a Adán:

—Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado.

Si a este incidente lo llamamos “Pecado Original” no es por su originalidad. Dios no exclamó: “¡Que ocurrente e imaginativo me ha resultado este Adán!”. Se llama original porque inicia nuestra compleja relación con Dios y la naturaleza. El hombre ha sido expulsado de un jardín que era un paraíso al cual siempre soñará con volver, pues sabe que allí lo aguarda el árbol de la vida eterna. Al mismo tiempo, el hombre siente que la sabiduría, la curiosidad, la ciencia y la conciencia de su propia condición, se oponen a ese lugar de absoluta felicidad y dificultan tremendamente su acceso. Sólo en un estado de perfecta inocencia será posible regresar a ese mítico jardín. La paradoja es terrible, pues mientras más la entendemos más nos alejamos de su solución. Lo intuyó Marcel Proust en su frase: “No hay más paraísos que los perdidos”.  Y Rafael Alberti en su poema:

¡Paraíso Perdido!

Perdido por buscarte

III

Partiendo de los supuestos poderes diabólicos de la culebra y de la debilidad de Eva, el Papa Francisco sostiene que las ‘fake news’ son fruto de «la codicia» y la «sed de poder». “El drama de la desinformación consiste en desacreditar al otro, presentarlo como enemigo hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos”. Argumenta que las noticias falsas revelan “la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio”. Su conclusión es que “La verdad nos hará libres”, y es responsabilidad de los periodistas ser “protectores de las noticias” al promover “un periodismo de paz, sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes, que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos”, y ofrezca “soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal”.

En una de sus consideraciones el Papa asoma algo que se relaciona con mi sacrílega sorpresa, al recordarnos que la serpiente comienza su discurso “con una afirmación verdadera, pero solo en parte”. De aquí surge una pregunta: ¿Del discurso de la serpiente, cuál parte era verdadera y cuál falsa?

El Papa nos ofrece también una sutil diferencia con el texto bíblico cuando dice que Eva, al dejarse engañar, “llega a desacreditar la recomendación paternal de Dios”. Resulta entonces que Dios no le dio a Adán y Eva una orden o una amenaza, sino una paternal recomendación: “Mejor no te comas eso, hijo mío, pues te vas a morir”. Pareciera que la advertencia de Dios y la aclaratoria de la serpiente se prestan, por decir lo menos, a varias interpretaciones.

Otra de las preguntas que debemos hacernos es por qué Dios no incluyó en su prohibición el fruto del árbol de la vida eterna. Una posible respuesta es que una vida eterna sin consciencia de lo bueno y de lo malo es más bien un castigo. Solo si Adán y Eva comían primero el fruto del bien y del mal, el fruto de la vida eterna representaba una amenaza al poder de Dios. Es por eso que exclama: “Miren que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros (es interesante esta tercera persona del plural, ¿a quiénes se refiere?) pues se hizo juez de lo que es bueno y malo”, y por esto teme, insisto, que “alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre”.

Frente a estos hechos, o frente a la lectura de estos mitos, el Papa Francisco debería considerar la posibilidad de que el primer creador de fake news no haya sido la culebra sino el propio Yahvé.

Y aquí llegamos al punto que me interesa. Después del último viaje del Papa, en el cual evadió comprometerse con el país donde las venas de América están sangrando con mayor descaro e ignominia, y a raíz de sus consideraciones sobre la desinformación, es importante señalar que, en el caso de Venezuela, el gobierno es quien tiene el mayor poder de desinformar, de distorsionar la verdad, de generar informaciones falsas con consecuencias nefastas. Los efectos están a la vista: ¿dónde se acumula mayor codicia y sed de poder? ¿dónde se genera con mayores medios y recursos una demonización que alimenta los conflictos? ¿dónde está el laboratorio más poderoso de eslóganes efectistas, declaraciones altisonantes y violencia verbal? ¿dónde se da una intolerancia y una arrogancia y un odio capaz de destruir y asesinar?

¿Qué supone el Papa que puede hacer un periodista frente a una maquinaria tan perversa?

El antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad no es solo dejarnos purificar por la verdad, sino enfrentar ese virus que constantemente hace alardes de ser indestructible y celebra y arrecia orgulloso las causas del conflicto.

La purificación de una vida eternamente sometida al régimen de Maduro es la alternativa que enfrentamos, una paz donde ya no existan los frutos que nos permiten distinguir el bien del mal. Un alimento que, por cierto, poco le significa a un pueblo bajo el yugo del hambre y la limosna.


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