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Edificios de oficinas en Caracas: eslabones perdidos en la historia de la arquitectura corporativa norteamericana
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El presente artículo, octavo de una serie de nueve, forma parte de una línea de investigación sobre la modernidad venezolana desarrollada en el área de Teoría e Historia de la Arquitectura y el Urbanismo de la Universidad Simón Bolívar. En esta oportunidad, en conjunto con la Fundación Espacio y con el Archivo Fotografía Urbana, en el marco del proyecto CCScity450, se explora la asimilación y consecuente intensificación de la cultura estadounidense en Caracas a través de la arquitectura corporativa durante la modernidad.
En enero de 1955 Architectural Forum publicó “US Building Abroad”, uno de los reportajes más completos publicado por revista arquitectónica alguna durante la Guerra Fría. Entre los trabajos presentados había uno que llamaba particularmente la atención: un edificio de oficinas acristalado, geométricamente muy bien definido, con fachada reticulada y sutiles gestos asimétricos, de planta baja libre, acceso lateral y dispuesto sobre una suerte de plataforma aérea. Era el “Rental Office Building” diseñado por Lathrop Douglass para arrendatarios norteamericanos y locales. El edificio tuvo el privilegio de ser publicado en dicho reportaje, compartiendo escena con los trabajos de Welton Becket, Albert Mayer & Julian Whittlesey, Holabird & Root & Burgee, Richard Neutra, Antonin Raymond & L.L. Rado, S.O.M. (Skidmore, Owings & Merrill), Josep Lluís Sert, y Edward Durell Stone, entre otros. A diferencia de los demás trabajos presentados, ya construidos o en proceso de construcción, el “Rental Office Building” era la única propuesta aún en proyecto (Fig. 1).
Sin mayores rastros que seguir, poco se supo de la suerte del “Rental Office Building” hasta hace poco. Se construiría, de hecho, en la cabecera de la Avenida Urdaneta sacando provecho de una parcela poco usual. El edificio se erguiría como una suerte de inmenso mirador para experimentar y catalizar una modernidad, más que universal, cosmopolita. Incluso se incorporaría tecnología de punta que no era siquiera común para la época en sus pares ubicados en suelo estadounidense. La obra, conocida localmente como Nueva Caracas y luego como Luz Eléctrica de Venezuela, en realidad no sería un caso aislado en nuestra ciudad capital. El desarrollo del sector terciario, vinculado a esquemas gerenciales importados, tuvo como resultado un nuevo conjunto de relaciones laborales y urbanas que habrían de expresarse de manera predominante en edificaciones corporativas. Al igual que en ciudades como Chicago y Nueva York, la construcción de edificios de oficinas transformó definitivamente el perfil de Caracas.
De la premodernidad al zaguán
El espacio administrativo o de oficina, así como el de las corporaciones, no es un tema de reciente factura [1]. Ya en la antigüedad clásica podían hallarse entidades que llevaban a cabo negocios bajo el reconocimiento del Derecho Romano, seguidas durante el medioevo por la propia Iglesia convertida en una suerte de corporación, y por los propios gobiernos locales, verbigracia la Liga Hanseática (una “corporación” de estados del norte de Europa dedicados al comercio). Sin embargo solo será con la modernidad, a partir del siglo XVI, que algunos estados europeos recurran al sistema corporativo stricto sensu para dirigir operaciones durante la Colonia. Dos casos de interés son la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (1602), la primera corporación multinacional de que se tenga noticia, y la Compañía Guipuzcoana, operativa en Venezuela entre 1730 y 1785, y encargada de comerciar con cacao e importar productos provenientes de España. Incluso, en el caso venezolano, durante la colonia los espacios administrativos estuvieron vinculados a la vivienda, específicamente ubicados en el despacho del dueño de la casa, a ambos lados del zaguán, en un espacio intersticial entre la calle y la intimidad de la casa (Fig. 2). En todo caso, como indica Nikolaus Pevsner, dejando de lado edificaciones puntuales como el Palacio de los Uffizi en Florencia (1560-81), no habrá una claridad tipológica para el programa de oficinas sino hasta bien adentrado el siglo XIX [2].
La complejidad moderna: el rascacielos como epítome de la oficina
En Estados Unidos, aparte del desarrollo del Derecho Corporativo —con Nueva Jersey y Delaware como pioneros—, la segunda mitad del siglo antepasado se caracterizó por la creciente fusión de empresas, con la consecuente formación de entidades cada vez más grandes. Esta tendencia incluiría a la industria del acero con Andrew Carnegie; las industrias eléctricas, con General Electric y Westinghouse; el manejo de las finanzas y la banca, con J.P. Morgan; y, por supuesto, el negocio del petróleo con John D. Rockefeller. No era de extrañarse que a la par vinieran grandes transformaciones en materia de arquitectura corporativa.
La Revolución Industrial de hecho había traído consigo cambios de toda índole y de naturaleza holística. Tanto los nuevos programas como la nueva escala vendrán de la mano de las innovaciones tecnológicas, que en el caso de las oficinas implicará el desarrollo del esqueleto estructural de acero en las edificaciones. En este sentido, el surgimiento de una arquitectura corporativa, cada vez más especializada, estará asociado tanto a una creciente presión inmobiliaria sobre los centros de las grandes ciudades —ya patente desde mediados del siglo XIX— como a la consecuente e imperiosa necesidad de crecer en altura —por un principio obvio de mercado inmobiliario—. La asociación de todos estos aspectos, azuzados por la incorporación del ascensor y la reconstrucción que tuvo lugar en Chicago luego del Gran Incendio de 1871, dará como resultado el surgimiento de un nuevo tipo edilicio: el rascacielos. Volviendo obsoletas tanto la organización tradicional como la estructura de los edificios comerciales, el rascacielos será sinónimo de arquitectura corporativa y de oficinas en Estados Unidos.
Esta urgencia de construir más alto sería matizada, no obstante, por el deseo estético de expresar con claridad los aspectos estructurales y funcionales del edificio. Este deseo de orden, en medio de una realidad compleja, será alcanzado a través de un lenguaje rigurosamente analítico, conocido como la Escuela de Chicago, el cual promoverá una serie de obras caracterizadas por el empleo del acero, el vidrio y la terracota, así como por la independencia entre esqueleto estructural y sistema parietal. La gradual definición de una gramática ad hoc para rascacielos permitiría el diseño de piezas icónicas como el Reliance (Burnham & Root, 1889-91 y 1894-95) y el Carson, Pirie, Scott & Company (Louis Sullivan, 1898-99).
El gusto por el ornamento
En Nueva York, por su parte, los edificios comerciales comenzarían a florecer a inicios del siglo XX. Rápidamente esta ciudad eclipsaría en tamaño y conveniencia a su par del medio oeste; su suelo incluso era mucho más apto para edificar. A diferencia de los rascacielos de Chicago, en Nueva York se conseguiría la altura mediante el escalonamiento de la cornisa (debido al Código de Zonificación y Construcción de 1916, que garantizaba suficiente ventilación e iluminación en las calles). Más aún, la sencillez estructural-compositiva de la Escuela de Chicago, sería ahora substituida por estilos historicistas, con mayor vistosidad ornamental, como el neogótico en el Edificio Woolworth de Cass Gilbert (1911-13), el más alto del mundo hasta 1930. Este gusto por el ornamento venía paradójicamente de Chicago, en particular de la Exposición Universal Colombina de 1893, la cual terminaría dirigiendo el gusto estadounidense hacia una arquitectura fundamentada en el ornamento, y consecuentemente hacia el eclecticismo y luego hacia el Art Déco [3].
Las primeras muestras en Caracas
La escala de los rascacielos no llegaría a Venezuela, ni a finales del siglo XIX ni a comienzos del XX. Solo será en los años 1940, y concomitante con la apertura e inversión urbana que la producción petrolera trajo, que Caracas comience a sentir la ola renovadora de los rascacielos. Ya en Latinoamérica existía un corto pero significativo despliegue de rascacielos, tales como el ecléctico Palacio Barolo en Buenos Aires (1919-23, con veinte pisos, proyecto de Mario Palanti), el edificio más alto de Sudamérica hasta finales de los años 1920; el Edificio Martinelli (1922-34, treinta pisos, de Vilmos Fillinger), en estilo renacentista, la primera edificación vertical en São Paulo, y el Edificio A Noite en Río de Janeiro (1927-29, veintidós pisos, de Joseph Gire), de estilo Art Déco, el más alto de Latinoamérica hasta mediados de la década de 1930.
El lenguaje utilizado en los edificios de oficinas de Caracas, al igual que sus pares latinoamericanos, se acercará más al paisaje neoyorquino que a la simplificación de la Escuela de Chicago. Así, en 1946 se erguía en la Calle de la Factoría, en ese corredor que siete años más tarde se convertiría en una de las principales arterias viales de Caracas [4], una edificación en estilo Art Déco, de siete pisos, simétrica, con un llamativo arco de doble altura en su entrada. La calle sería a la postre la Avenida Urdaneta, y la obra, el edificio Phelps. Dos años antes William Henry Phelps, ornitólogo egresado de Harvard y empresario asentado en Venezuela desde finales del siglo XIX, le había encargado al arquitecto neoyorquino Clifford Charles Wendehack su diseño (también proyectista de las respectivas edificaciones principales del Caracas Country Club y del Valle Arriba Golf Club). Amén de la fuente de soda y la farmacia ubicadas en la planta baja, en el edificio funcionaría el primer Almacén Americano y la Compañía Consolidada de Petróleo (Sinclair Venezuelan Oil Company) (Fig. 3). Phelps era asimismo pionero trayendo al país las máquinas de coser Singer (competidora norteamericana de la marca alemana Pfaff); todo formaba parte de un programa de importaciones a partir del desarrollo de la industria petrolera en Venezuela y azuzado por las conexiones comerciales con la familia Rockefeller.
El Edificio Phepls no era un esfuerzo aislado; formaba parte de una serie de edificaciones promovidas por inversionistas privados que se ubicaron en la Avenida Urdaneta. Ahí también se levantaría el Edificio Karam (1947-49, atribuido a la firma Graven & Mayger, con el apoyo de la George F. Driscoll Company of Venezuela C.A., y del ingeniero local Carlos Eduardo de la Madriz), cuya volumetría y detalles ornamentales Art Déco hacían eco del Rockefeller Center en Nueva York. Una serie de bloques de vidrio, embutidos en la acera frente al edificio, destinados a la iluminación del sótano (donde funcionaba el cabaret Pasapoga, y donde se dice que Juan Domingo Perón conoció a Isabelita) le confería un aire seductor a la noche en el sector.
La imagen corporativa: identidad y tecnología
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial las corporaciones norteamericanas estaban ansiosas de hacer negocios alrededor del mundo y la arquitectura estaba lista para representarlas. El idealismo y pragmatismo norteamericanos encontrarían en un nuevo lenguaje, el Estilo Internacional, un suelo fértil para su expresión. Caracterizado por la articulación equilibrada de volúmenes desprovistos de ornamento, era más que un estilo stricto sensu. Su consecuencia tectónica directa era la separación entre el esqueleto estructural y los muros definidores de espacio, aspecto que si bien había sido una reivindicación de la Escuela de Chicago, ya no respondía a necesidades pragmáticas, sino que venía cargado de una poética: la representación de la imagen corporativa.
Aunque los primeros indicios proyectuales del Estilo Internacional se hallaban en Europa, solo Estados Unidos acogerá abiertamente su capacidad constructiva. El primer edificio de oficinas enmarcado en estos principios será el Philadelphia Saving Fund Society (1930-32, Howe and Lescaze Architects) [5], luego vendrá el Edificio Equitable en Portland (1944-48, Pietro Belluschi), y finalmente dos de los más significativos íconos estadounidenses: el Lever House de Gordon Bunshaft (Skidmore, Owings & Merrill, 1950-52), el primer rascacielos con curtain wall o muro cortina de Nueva York [6], y el Edificio Seagram (1955-58), el primer rascacielos de oficinas proyectado por Mies van der Rohe —en conjunto con Philip Johnson— y su primer trabajo también en Nueva York.
Las corporaciones norteamericanas habían hallado en el Estilo Internacional la mejor manera de expresar su identidad: racional, eficiente, transparente, universal y democrática. Sin embargo, aún en la década de 1950 no había muchos edificios de oficina en los Estados Unidos que siguieran los principios del Estilo Internacional. El propio Seagram había sido originalmente proyectado en 1954 por la firma Pereira & Luckman con una gramática Art Déco (solo a última hora sería adjudicado a Mies).
La imagen en la industria petrolera: corporativa… ¡pero no mucho!
La industria petrolera tampoco parecía muy ganada a estos cambios de lenguaje. En 1947, la Standard Oil inaugura su nueva sede en la ciudad de Nueva York (Carson & Lundin, con Wallace K. Harrison como Arquitecto Consultor); ese mismo año comenzaría el proyecto de la sede de la General Petroleum en Los Angeles (Walter Wurdeman y Welton Becket), y en 1953 el de la Socony-Vacuum en Nueva York (Harrison & Abramovitz). Los tres edificios lucían corporativos y petroleros, pero no mucho; su clara influencia Art Déco los enmarcaba en una estética de preguerra (Fig. 4).
La Shell Caribbean Petroleum en Caracas no escapó a esta tendencia. Luego del reventón del Barroso 2 en diciembre de 1922, la industria petrolera en nuestro país había experimentado una franca evolución. Ya a comienzos de los años 1950 Venezuela se había posicionado como el principal exportador del mundo. Para esa época trece compañías petroleras operaban en el país, y una de las más importantes era precisamente la “Shell” —como comúnmente se le conocía—. Su sede, ubicada al final de la Avenida Vollmer en San Bernardino (actual Comandancia General de la Armada), muy cerca de la Avenida Urdaneta, sería diseñada por la firma neoyorquina Badgeley & Bradbury en 1946 y concluida en 1950. De organización simétrica, proporción apaisada y esquinas redondeadas, el edificio mostraba una clara referencia Art Déco, enfatizada por su revestimiento en ladrillo, y el logotipo de la compañía —el ostión gigante— coronando toda la composición.
El Estilo Internacional en Caracas
Las nuevas manifestaciones estéticas, no obstante, estaban llegando gradualmente al país. Si bien encontraron cierta reticencia, parecían tener una mejor acogida que la demostrada por nuestro vecino del norte; después de todo, Venezuela tenía urgencia de modernizarse. Entre las primeras manifestaciones que en Caracas rompieron con el carácter macizo del Art Déco se encontraba, paradójicamente, otra obra de Badgeley & Bradbury. Posterior al Edificio Shell, la Planta Mavesa (1949-51, actualmente Editora El Nacional), ubicada en la Avenida Principal de los Cortijos de Lourdes, recibía a los visitantes con una marquesina que se proyectaba con una forma aerodinámica; un gesto tan conspicuo como lo sería el éxito de la nueva margarina Mavesa sobre la tradicional mantequilla en el mercado local de 1949.
Durante esos años Caracas sería testigo de otra inversión arquitectónica, de nuevo vinculada al sector industrial. El Edificio Cars (1948-51), diseñado por el ingeniero Pedro A. Dupouy bajo la supervisión de la General Motors Overseas Operations de Nueva York, se erguiría sobre una ciudad que dejaba atrás los “techos rojos” y se adentraba en la cultura del automóvil [7]. Coherente con la impresionante cantidad de anuncios publicitarios de vehículos norteamericanos y concesionarios en la prensa local de la época (El Universal traía siete veces más anuncios que The New York Times)[8], el Edificio Cars se erguía como una suerte de metáfora automotriz y publicitaria al mismo tiempo; los avisos luminosos de las marcas Chevrolet y Buick formaban parte integral de su arquitectura. Su composición racionalista y asimétrica articulaba tanto materiales constructivos disímiles —ladrillo, bloques de vidrio, concreto y acero— como un programa complejo que incluía exhibición, venta y servicio de automóviles. Consecuente con el desarrollo del sistema vial en Caracas, la edificación se levantaría frente a la Plaza Las Tres Gracias, ubicaba en el punto de origen de la que será, dos años más tarde, la Avenida Los Ilustres (1953), un corredor amplio que unirá la Ciudad Universitaria con la nueva dirección de crecimiento de la ciudad (Valle-Coche) y el Paseo Los Próceres.
También estratégicamente localizada estará la Torre Polar (1951-54). Despuntando en la redoma de Plaza Venezuela, y visible en la distancia por los conductores que transitaban por la Autopista Francisco Fajardo, la Torre Polar sería la primera edificación en Venezuela en usar el sistema curtain wall. Había sido diseñada por José Miguel Galia y Martín Vegas, este último un discípulo directo de Mies van der Rohe en el Instituto Tecnológico de Illinois. De igual forma, y aunque en una escala menor, el Edificio Banco Unión (1952-54, actual Edificio Banesco) ocupará una esquina en la Calle Real de Sabana Grande (hoy bulevar de Sabana Grande) de gran afluencia vehicular y peatonal. Diseñado por Emile Vestuti (arquitecto norteamericano que a la postre haría carrera académica en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Simón Bolívar), de la firma local Guinand & Benacerraf (egresados de Harvard y Yale respectivamente), el Edificio Banco Unión respondía hábilmente tanto a las variables contextuales como a su programa: un cuerpo bajo hacia la calle El Recreo con la agencia bancaria, y un volumen más alto de oficinas hacia la Calle Real. El uso de parasoles como respuesta práctica y estética a la luz tropical indicaba una decidida interpretación local del movimiento moderno (Fig. 5).
Estados Unidos había ciertamente demostrado una aptitud para exportar su know-how arquitectónico. Sin embargo, algunos de estos edificios construidos fuera de territorio estadounidense resultarían ser mucho más que solo una mera exportación; fueron verdaderos experimentos en los que tanto la tecnología de punta como las innovaciones programáticas, espaciales y estéticas fueron puestas a prueba.
Figura 5. Del Art Déco al Estilo Internacional. Badgeley & Bradbury, Edificio Shell, 1946-50 / Pedro A. Dupouy (General Motors Overseas Operations de Nueva York), Edificio Cars, 1948-51 / José Miguel Galia y Martín Vegas, Torre Polar, 1952-54 / Guinand & Benacerraf (Emile Vestuti, proyectista), Edificio Banco Unión, 1952-54
Los Hiperyanquis: más norteamericanos que los norteamericanos
De todas las compañías petroleras en el país, la más relevante por su nivel de producción, incluso por encima de la Shell, era la Creole Petroleum Corporation, subsidiaria en Venezuela de la Standard Oil de Nueva Jersey[9]. De hecho, Creole se posicionaba como el principal productor mundial. Luego de haber pasado por diferentes sedes en Caracas (que incluían oficinas alquiladas en el Edificio Zingg y una casona ubicada entre las esquinas de Cuartel Viejo y Pineda —1940—, y luego su propia edificación en Plaza Morelos —1943—), finalmente se muda en 1955 a la que sería su sede definitiva, en Los Chaguaramos[10]. El Edificio Creole, como sería conocido, básicamente consistía en un bloque laminar largo y estrecho, de diez pisos, ubicado lejos del centro de la ciudad, aspecto que no solo definía una tendencia opuesta a la verticalización característica de las grandes urbes estadounidenses sino que incorporaba el vehículo como una necesidad implícita; de hecho, a diferencia de la sede de la Shell, el Edificio Creole disponía de un gran área de estacionamiento a su alrededor. De alguna manera transmitía una idea transgresora: el automóvil había hecho obsoleto al rascacielos. Por otra parte, su leguaje distaba mucho del Art Déco. Lathrop Douglass, su diseñador, siempre preocupado por el confort en la arquitectura (y basado en la premisa de que la eficiencia de una corporación está en relación directa con el comodidad de sus oficinas), había hecho especial énfasis en el control climático durante el proceso de diseño. Un conjunto de parasoles y muros calados no solo proporcionaban un espectáculo cinético de luz y sombras, sino que le brindaban al edificio una suerte de “piel” adaptada al clima tropical. Aparte de su sistema estructural antisísmico y todas las instalaciones con tecnología de punta (que incluían seis elevadores, 390 teléfonos y una central telefónica que podía manejar 60 llamadas a la vez, entre otros aspectos), el Edificio Creole había basado su dimensionamiento en el diseño modular de su mobiliario.
Experto en edificios corporativos, Douglass ya había recibido otros encargos de la Standard Oil. Estos incluían nada más y nada menos que sus edificios sede tanto en Baton Rouge, Louisiana, concluido en 1950 y considerado “diferente” a todos sus predecesores, como en Bayway, Nueva Jersey, finalizado en 1953, el primero de su tipo en los Estados Unidos por su mobiliario modular[11]. Ahora bien, contrario a lo que se cree, el Edificio Creole había sido proyectado la década anterior; en vez de ser la versión subsiguiente de los edificios corporativos de Douglass en Estados Unidos, en realidad era su prototipo[12]. Más aún, desde la etapa inicial del proyecto, en 1947, dicho prototipo había sido concebido paradójicamente como una versión más compleja, si se compara con sus homólogos norteamericanos. No es consecuencia de la casualidad que su área de construcción era el doble que la del edificio en Baton Rouge; incluso era más grande que Baton Rouge y Bayway combinados. Su escala no era nacional ni internacional; era global (Fig. 6). Como prototipo, además había tomado por sorpresa a dos de los edificios de oficinas más celebrados —y pioneros— en suelo norteamericano: el Lever House y el Seagram.
Otra corporación que decidió levantar su propia edificación en Caracas fue la Socony Mobil Oil —comúnmente conocida como “Mobil”—, cuarta en producción para la época en nuestro país. Proyectada en 1957 y construida en La Floresta en 1959, la nueva obra (actualmente Colegio Universitario de Caracas) permitiría concentrar a los 450 empleados de la compañía bajo un mismo techo, en vez de los nueve diferentes edificios que había mantenido hasta la fecha. Con una planta oblonga y ocho niveles de altura, la obra ofrecía una extensa fachada a la Avenida Francisco de Miranda: simétrica, reticulada por su estructura a la vista —de concreto reforzado, antisísmica— y un sistema de protección solar compuesto por pantallas de vidrio azulado que reflejaban sutilmente el color del entorno; al fondo, maclado al volumen principal, sobresalía el módulo de circulación vertical revestido de azulejos. La imagen era a todas luces moderna y al mismo tiempo evocativa de su propio entorno. El arquitecto a cargo había sido Don Hatch, en conjunto con el ingeniero local Claudio Creamer. Hatch había llegado a Caracas en 1948 a solicitud de la Venezuelan Basic Economy Corporation o VBEC (impulsada por Nelson Rockefeller para fomentar la economía local) como arquitecto en jefe para su programa constructivo, el cual incluía para ese momento alrededor de 20 proyectos. Al año siguiente, asumiendo la totalidad del programa, abriría su propia oficina en Caracas, Oficina Don Hatch, una firma de doble nacionalidad, con su contraparte en Nueva York (Hare & Hatch, con Michael Hare).
Durante esos años, y muy cerca del Edificio Mobil —de hecho del otro lado de la calle— se levantaría la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica (1957-59, actualmente sede Ministerio del Poder Popular para el Turismo-MINTUR). El encargo recaería nuevamente en la Oficina Don Hatch, con la asesoría del ingeniero Creamer. Aunque alineado con la Avenida Francisco de Miranda, el edificio reservaba su mayor interés hacia sus fachadas laterales (una de las cuales fungía de acceso), donde la sobriedad de los muros ciegos y el sello oficial de la embajada contrastaban con el calado tridimensional de sendas pantallas escultóricas (obra compuesta de múltiples láminas triangulares, en tonos blanco, bronce y dorado, titulada “Screens” y atribuida al escultor norteamericano de origen italiano Harry Bertoia).
Por último, e igualmente cerca del Edificio Mobil y de la Embajada, se levantaría otra sede petrolera: la Venezuelan Atlantic Refining Company. El Edificio Atlantic (1957-59) en realidad formaba parte de un conjunto proyectado por Angelo Di Sapio, el Centro Petrolero (a ubicarse en el sitio hoy ocupado por el Centro Plaza), el cual incluía además los proyectos de la Mene Grande Oil Company y la Texas (nunca construidos). El “Atlantic”, como llegó a conocerse (Fig. 7), habría de destacarse por una sui géneris forma oblonga, sutilmente angulosa, una estructura centralizada de pantallas y voladizos laterales, vidrio de tono verde azulado y mosaicos de formas libres con teselas de color negro, gris, amarillo y rojo.
Esta sofisticación también vino de la mano de un creciente hedonismo urbano, un savoir-faire colectivo y la internacionalización del país; un vaso comunicante muy particular que relacionará racionalidad y eficiencia con placer[13]. Además de La Floresta, el centro de Caracas continuará testimoniando esta suerte de nueva tradición, inaugurada, entre otros, por los edificios Phelps y Karam, pero ahora con otra escala, tecnología de punta y diferente lenguaje; esto, con apenas 10 años de diferencia.
En busca de la ciudad cosmopolita: el “Rental Office Building”
Para mediados de los años 1950 un nuevo y soberbio edificio marcaba la cabecera de la Avenida Urdaneta. La pendiente de la vía y la orientación específica del edificio (presentando una fachada estrecha a la calle y una amplia al valle), hacía de la aproximación vehicular una experiencia seductora. La edificación surgía como una suerte de inmenso mirador para experimentar —y añadir— mundanalidad y vida moderna en Caracas, carácter acentuado por la presencia del Edificio Pan American Airways (1952, Emery Roth & Sons) del otro lado de la avenida. Elevado sobre columnas exentas de mármol oscuro, exhibiendo una combinación reticulada de paneles esmaltados, ventanas metálicas y vidrio en sus fachadas, y proyectando tanto una marquesina “aerodinámica” en planta baja como un ventanal saliente de nueve paneles en el pent-house, este inusual bloque laminar era una invitación a ser parte de un nuevo y vibrante espíritu. Era sofisticado y enigmático; metropolitano y global. Más que universal, el edificio era cosmopolita. Sería conocido como el Edificio de la Luz Eléctrica de Venezuela.
En enero de 1955 Architectural Forum reportaba un edificio de oficinas de alquiler, bajo el nombre genérico de “Rental Office Building”, a ser construido en Caracas para arrendatarios norteamericanos y locales. Considerado “el más grande” de su tipo en la ciudad, a un costo de más de 3.000.000 de dólares y con más de 13.000 metros cuadrados de construcción, el edificio contaba con diez pisos de oficinas —distribuidos a lo largo de una estructura de acero y concreto—, un centro comercial en planta baja, tres sótanos con capacidad para 200 puestos de estacionamiento, así como un restaurant y club privado para ejecutivos en el pent-house. El volumen del shopping proyectándose hacia la calle, y un largo corredor lateral que conducía a la entrada de la edificación y terminaba conformándose en belvedere, le adjudicaban a la planta baja un carácter urbano excepcional. Toda la composición parecía ir allende los preceptos del Estilo Internacional.
La obra en cuestión, concluida en 1957, y cuyo paradero había permanecido desconocido hasta ahora, resultaría ser el Edificio Nueva Caracas, posteriormente denominado Edificio de la Luz Eléctrica de Venezuela (actual sede del Banco Exterior), del cual, por su parte, tampoco se conocía autoría (Fig. 8)[14]. Impresionante en términos de imagen arquitectónica e impacto urbano, la obra representó para su proyectista, Lathrop Douglass —previamente responsable por el Edificio Creole—, una oportunidad única para insertar un “rascacielos horizontal”, suburbano, en el centro de la ciudad, así como para explorar nuevas tecnologías. De hecho, no solo era el primer edificio de oficinas para alquilar, flexible, con planta libre en Caracas; era también el primero en incorporar un sistema centralizado de aire acondicionado “que amén de enfriar, garantizaba silencio, limpieza y deshumidificación”[15]. Una dotación como esta apenas comenzaba a ser práctica común en los edificios de oficina de mediados de los años 1950 en Estados Unidos.
La vanguardia en los genes
La naturaleza pionera de esta relación arquitectónica singular entre Venezuela y Estados Unidos no solo se remitía a las obras; también incluía la visión y el potencial de los arquitectos. En 1954 Don Hatch proyecta el Edificio NCR (National Cash Register, concluido en 1956, actual Edificio Summa Sistemas). Ubicado en la Avenida Principal de Bello Monte, enfrentando al río Guaire, el edificio proyectaba un carácter sui géneris que sobrepasaba los parámetros del Estilo Internacional. Parasoles horizontales, una paleta de tonalidades verdes en toda la composición y el uso de cerámica policromada en las fachadas laterales le brindaban al edificio un carácter único y al mismo tiempo contextualizado, similar a la respuesta del Edificio Mobil a su entorno. Ahora bien, no era la primera vez que Hatch proyectaba una edificación para la NCR; de hecho venía de diseñar (en conjunto con Carl Landefeld —su socio para la fecha en Nueva York—, el diseñador industrial Walter Dorwin Teague y el ingeniero A. M. Erickson) su Pabellón en la Feria Mundial de Nueva York de 1939, una enorme caja registradora que presagiaba las tendencias posmodernas de los años 1960 y 1970, y que bien pudiese colocarse lado a lado con piezas icónicas construidas en los años 1930, como el Pato de Long Island, focalizado por Robert Venturi en Aprendiendo de Las Vegas (1972). Esta muestra de arquitectura figurativa (que de hecho contabilizaba el número de visitantes en el pabellón) evidenciaba no solo la relación entre arquitecto y cliente sino la relevancia, visión y trascendencia de los arquitectos norteamericanos que actuaron en el país (Fig. 9).
Epílogo en desarrollo
Las décadas siguientes estarán marcadas por un crecimiento de la mancha urbana, del parque automotor y del sistema de autopistas y distribuidores. La arquitectura, y sobre todo la corporativa, responderá conforme a las circunstancias. Así, en 1960 la Shell lleva a cabo la mudanza de sus oficinas a una nueva sede, diseñada por Diego Carbonell (egresado del Massachusetts Institute of Technology). A diferencia de su antecesora en San Bernardino, ahora contará con un estacionamiento para más de 1.000 puestos; más aún, su ubicación específica en un islote para futuros desarrollos de oficinas, en Chuao, dejaba en claro el privilegio que ya tenía el automóvil en la cultura venezolana. La obra sería equipada con aire acondicionado, así como con una sala de cine para cien personas y un consultorio médico.
La década siguiente será testigo de un parteaguas en la práctica arquitectónica caraqueña. Una suerte de hexaedro minimalista con muro cortina continuo negro, muy cerca del nuevo Edificio Shell, atraía la atención de conductores. La curiosidad ulterior de los visitantes por entrar no decepcionaba: en su interior una estructura cinética elaborada por el artista Jesús Soto, comúnmente llamada “Llovizna”, y bañada por luz cenital, creaba una experiencia espacial única. Era el Centro Banaven, más conocido como “Cubo Negro” (Fig. 10). El proyecto sería desarrollado por los arquitectos locales Enrique Gómez, Carlos Eduardo Gómez y Jorge Landi (1974-75), mientras que el anteproyecto había sido elaborado por Philip Johnson y John Burgee (a través de Johnson & Burgee Architects, oficina responsable de obras posmodernas icónicas, como el Pennzoil Place —1975, el edificio más laureado de Houston— y el AT&T World Headquarters —Nueva York, 1984—).
El Cubo Negro se terminaría de construir en 1978. Una mirada retrospectiva a partir de esta obra tardomoderna revela la trascendencia de todas las edificaciones corporativas y de oficina modernas en Caracas, proyectadas por arquitectos estadounidenses, en una coyuntura histórica vinculada de forma insoslayable con la modernización del país y la definición de lo que somos.
Discusión de cierre (con final abierto)
La publicación del “Rental Office Building” en Architectural Forum, y específicamente en el reportaje “US Building Abroad” en medio de la Guerra Fría, no fue consecuencia de la casualidad. La consolidación de las compañías petroleras en el país, una necesidad geoestratégica simbiótica, trajo profundos cambios en la sociedad venezolana, incluyendo la transformación física de la ciudad y la modificación de su dinámica urbana. En medio de este reacomodo cultural, la arquitectura corporativa, en particular la norteamericana, terminó jugando un papel significativo. Los caraqueños experimentaron un nuevo tipo de arquitectura, racional y eficiente, acompañada de una clara imagen corporativa. Estas obras, que representaban el estado del arte norteamericano en materia de arquitectura, ingeniería y urbanismo, no solo fueron novedosas para los venezolanos; también lo fueron para los estadounidenses. De hecho, Venezuela se convirtió en un gigantesco laboratorio donde estas edificaciones fueron puestas a prueba, incluso antes que en los Estados Unidos. Mientras en territorio norteamericano tenía lugar una suerte de querella entre lo ecléctico y lo nuevo, las corporaciones estadounidenses estaban enviando al extranjero sus “embajadores” de vanguardia. Así, la arquitectura corporativa en Venezuela resultó ser más norteamericana que la que se hacía en Estados Unidos.
La asimilación venezolana de prácticas norteamericanas fue incluso más amplia e intensa que el estímulo original; terminaron siendo “huellas digitales” del venezolano, como la cultura del automóvil y la vida cosmopolita. Más aún, una lectura atenta a la evolución y consolidación de la arquitectura corporativa en Caracas permite acceder a valores esenciales de la cultura estadounidense asociados a una coyuntura histórica específica, coyuntura que —por la propia naturaleza de la Modernidad, siempre cambiante— ha sido olvidada en su lugar de origen. En otras palabras, es un capítulo perdido de la historia de Estados Unidos que se encuentra en Venezuela. Después de todo, hoy en día no existe referencia alguna a Lathrop Douglass ni en la narrativa histórica de Estados Unidos ni en la vasta literatura sobre historia de la arquitectura norteamericana.
Por último, si bien es cierto que los “centros” pueden ser explicados a través de las “periferias”, es conveniente recordar que el pasado reciente también puede ofrecer respuestas acerca de nuestro presente (si es analizado críticamente) y sobre todo acerca del tiempo por venir.
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Notas:
[1] Corporación en cuanto empresa de grandes dimensiones, en especial si agrupa a otras menores, o bien como organización de personas que la dirigen, que están autorizadas para operar de forma unificada en nombre de la empresa, y que a la larga son trascendidas por esta, tanto en sus funciones como en la propia existencia de la organización a través del tiempo.
[2] v. Nikolaus Pevsner, Historia de las Tipologías Arquitectónicas (Barcelona: Gustavo Gili, 1980), 257.
[3] Por Eclecticismo se entiende la combinación de varios estilos en una misma obra, o bien la interpretación de un único estilo o lenguaje arquitectónico del pasado en una misma obra. Art Déco, por otra parte, fue una tendencia vigente entre los años 1920 y 1930 (con influencia hasta la década de 1950) que consistió en la combinación de varios estilos y vanguardias de comienzos del siglo XX, con una ornamentación basada más en formas geométricas que naturales.
[4] v. Lorenzo González C., “Los grandes espacios de la modernidad caraqueña: el corredor de la Avenida Urdaneta”, Edificar 2, 4-5: 13.
[5] El PSFS será uno de los primeros edificios de oficina en Estados Unidos con aire acondicionado. El primero dotado de un sistema centralizado aire acondicionado había sido el Edificio Milam, en San Antonio, Texas, en 1928.
[6] Sistema de fachada acristalada y autoportante, independiente de la estructura del edificio.
[7] El propietario de la edificación era el empresario Armando Planchart, quien tiempo después contacta al arquitecto italiano Gio Ponti para el diseño de su residencia, en San Román, conocida como El Cerrito o Villa Planchart (1953-57).
[8] v. Jorge Villota Peña, “The Hyper Americans: Modern Architecture in Venezuela during the 1950s” (Disertación Doctoral, The University of Texas at Austin, 2014), 187.
[9] En 1943 los intereses de la Standard Oil de Nueva Jersey en el país (específicamente el sindicato Creole, la Standard Oil de Venezuela y la Lago Petroleum) se consolidan en la Creole Petroleum Corporation.
[10] v. Henry Vicente, “Distritos petroleros en CCS”, Prodavinci, agosto 2017, 6-7. La construcción de la nueva sede de la Creole coincidió con la mudanza de sedes que las compañías petroleras llevaron a cabo, durante los años 1940, del interior del país a Caracas, respondiendo así a un mayor confort climático, a una ubicación más centralizada en términos territoriales y a facilidades de equipamiento urbano per se.
[11] El edificio Creole habría sido pues pionero del diseño modular, incluso antes que en los Estados Unidos.
[12] Debido a la escasez de materiales luego de la Segunda Guerra Mundial, y probablemente también temiendo las consecuencias tanto del Golpe de Estado de noviembre de 1948 que derrocó al Presidente Rómulo Gallegos, como un proceso de nacionalización de la industria petrolera similar al ocurrido en México en 1938, la construcción del Edificio Creole se extendería hasta 1954.
[13] v. Jorge Villota, “Ocio, recreación y turismo: Estructura, circunstancias y conexiones entre EE.UU. y Venezuela”, Prodavinci, septiembre 2017.
[14] El edificio iba a ser la nueva sede de la compañía venezolana de electricidad, Luz Eléctrica de Venezuela; de ahí su nombre (v. Jorge Villota Peña, “The Hyper Americans: Modern Architecture in Venezuela during the 1950s”, Disertación Doctoral, The University of Texas at Austin, 2014, 384-391). Entre 1989 y 1992 el edificio fue objeto de una remodelación a cargo de la Arq. Helene Luch de Garay, la cual incluyó cambio de fachada (a curtain wall negro) y ampliación de la planta baja y mezanine.
[15] Lathrop Douglass, archivo de afiliación, The American Institute of Architects Archive, The AIA Historical Directory of American Architects, s.v. “Lathrop Douglass (1907-1981),” (ahd1011556), http://communities.aia.org/sites/hdoaa/wiki/AIA%20scans/C-E/DouglassLathropFAIA.pdf
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Fuentes de las imágenes
Figura 1: Architectural Forum, enero 1955, 113.
Figura 2: https://archaeologyandscience.files.wordpress.com/2015/02/gravure_van_het_oost_indisch_huis_17e_eeuw.jpg / Federico Lessmann, ca. 1857 ©ArchivoFotografíaUrbana / Graziano Gasparini, Arquitectura Colonial en Venezuela (Caracas: Armitano, 1985), 124.
Figura 3: https://chicagology.com/wp-content/themes/revolution-20/goldenage/reliancebuilding.jpg / https://i.pinimg.com/originals/c3/5b/65/c35b65646c4ecac561163cf7033d2c50.jpg / El Universal, 13 de marzo de 1952, 25.
Figura 4: Progressive Architecture, enero 1951, 79 / Architectural Forum, abril 1955, 9 / Architectural Forum, agosto 1954, 52 / Architectural Record, octubre 1953, 11.
Figura 5: http://ekladata.com/yRsagJUX2kkoQqQx4APRoewKNpY.jpg / http://www.imgrum.org/user/arquitecturavzl/564180787/1402644663743189295_564180787 / Tito Caula, ca. 1970 ©ArchivoFotografíaUrbana / Autor desconocido, ca. 1960 – Últimas Noticias ©ArchivoFotografíaUrbana.
Figura 6: Architectural Record, enero 1949, 104 / Architectural Record, enero 1954, 11 / Architectural Record, abril 1955, 216.
Figura 7: https://i.pinimg.com/736x/29/65/51/2965513cf15bd6fe987e3b2c260e7907–venezuela-.jpg / https://pbs.twimg.com/media/DNuKn6bVwAArHtV.jpg / https://construidoencaracas.files.wordpress.com/2013/05/2013-04-27-17-55-05.jpg
Figura 8: Venezuela Up-to-date, noviembre 1957, 15 / https://www.pinterest.cl/pin/473089135827082497/
Figura 9: http://www.ccscity450.com.ve/wp-content/uploads/1956/09/01-arq-g.jpg / http://www.ccscity450.com.ve/obra/edificio-summa-sistemas/ / http://www.stumptownblogger.com/2015/03/national-cash-register-building-at-the-1939-worlds-fair-in-new-york.html
Figura 10: Autor desconocido, ca. 1980 ©ArchivoFotografíaUrbana.
Jorge Villota Peña
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