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Autoteatro presenta Veladas Dadá

28/10/2018

AFU Al reverso dice: «Grupo Autoteatro. Evento DADA». Imagen del Archivo de Fotografía Urbana

Del 6 al 20 de octubre de 2018, el Museo Reina Sofía, de Madrid, tiene una muestra titulada Dadá ruso 1914-1924. “Es la primera gran exposición ”, dice el texto de sala, “que aborda el arte de vanguardia en Rusia y sus relaciones con el movimiento dadá internacional”.

Que se trate de la primera “gran” exposición del dadá ruso, no lo vamos discutir. Pero, ciertamente, no es la primera en sentido estricto. En noviembre de 1980, el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas inauguró “El espíritu Dadá 1915 / 1925”,

que un año después se convirtió en un libro. Era, eso seguro, la primera que mostraba en Latinoamérica el aporte de pintores surrealistas como Raoul Haussmann, Robert Delaunay, Man Ray, Francis Picabia y Marcel Lanko. Para ello se contó con la colaboración de instituciones como el Museo de Arte Moderno, de Nueva York, el

Centro Georges Pompidou, de París y la Tate Gallery, de Londres. En su preparación, que tomó más de un año, participó el curador italiano Arturo Schwarz; y tal fue su impacto que el espíritu dadá impregnó la Cinemateca Nacional, la Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano y al grupo Autoteatro.

En esta imagen, de autor desconocido, está el elenco de Veladas Dadá, obra performática del grupo Autoteatro, montada a finales de 1980, cuando el MACC (entonces no llevaba el nombre de Sofía Imber) tenía en sus espacios la muestra dadá. Autoteatro asomaba, ya desde finales de los años 70, como la punta de la vanguardia escénica venezolana. Atrás debía quedar la dramaturgia de alto contenido político, mellada en el desencanto ideológico que había marcado los años anteriores. Este grupo de actores y dramaturgos se congregó entonces alrededor de una estética de la provocación y el desparpajo. Eran jóvenes y salían a escena a darle una bofetada al pudor.

Aquí, aparecen, de izquierda a derecha, arriba: Marcos Beria, Irene Arcila y Javier Vidal. En el centro: Marco Antonio Ettedgui y Marta Sedes von Dhen. Abajo: Julie Restifo, Hernán Suárez y Carmela Brillembourg.

Marco

Marco Beria había egresado de la Escuela Nacional de Teatro, donde, según recuerda, había tenido “excelentes maestros, como Heriberto Pinto, Rocío Rovira y Elías Martinelo, entre otros”. Y había trabajado con Levi Rossell y con el grupo Tiempo Común. “En esa época yo vivía para el arte”, dice. “Solo pensaba en crear, en aprender. Esa pieza, Veladas dadá, me despertó como artista, incluso como artista plástico”.

Beria evoca aquellos años como una época maravillosa. “Teníamos los grandes festivales de música, de cine, de teatro… Fue la época de la audacia en el teatro venezolano, de mucho performance”. Pero también lo recuerda como años de homofobia e incluso de persecución policial a los homosexuales. “No solo me detenían por nada, hasta fui robado por la policía. No aguanté más y me fui a Nueva York. Ya tengo más treinta años en los Estados Unidos, pero nunca he olvidado mi país ni mucho menos aquellos maravillosos años del teatro en Caracas”.

“Lo que presenta Javier Vidal en el Museo de Arte Contemporáneo captura lo esencial de la atmósfera dadá. Y, lo más importante, nos hace pasar un rato estupendo porque esta puesta en escena está limpia e inteligentemente resuelta”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila. El Nacional, sábado 15 de noviembre de 1980.

Irene

Irene Arcila estudiaba Artes, mención Artes Escénicas, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), y asistía al Taller de Danza Contemporánea del Negro Ledezma; de hecho, estaba en la compañía en los tiempos de estrellas como Andreína Womut, Macarena Solórzano, Eduardo Ramones y Abelardo Gameche. Y entonces, en 1979, decidió sumarse al Grupo Theja, dirigido por José Simón Escalona. Ahí estaba cuando le ofrecieron integrarse al elenco de Autoteatro que haría las Veladas Dadá. “Mi personaje era una mujer que se arrojaba al abismo. Y para representar eso, creé una coreografía expresionista. Probablemente, fue la última vez que bailé en un escenario. Poco después, el Negro Ledezma me emplazó: danza o teatro. Escogí ser actriz”.

Al final de esa década, Irene Arcila, que ya había hecho varias telenovelas, fue contratada para rodar en República Dominicana la película “Que viva el merengue”. El doblaje debía hacerse en México y allí se fue, en 1989. No volvería, salvo de vacaciones. En México hizo muchas películas, se casó, tuvo dos hijos, enviudó hace cinco años y allí sigue.

“‘El espíritu dadá’ pone de manifiesto varias cosas: en primer lugar, el rezago de muchas proposiciones posteriores supuestamente vanguardistas; luego, el cierto perfume arcaico que hoy en día afecta a la misma propuesta dadá. Efectivamente, confrontados a la mentalidad del hombre ilustrado contemporáneo, esos desplantes y excentricidades típicos del dadá, destinados a irritar las entrañas del buen burgués europeo de principio de siglo resultan pueriles y superficiales”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila. El Nacional, 15 de noviembre de 1980.

Javier

En un ensayo autobiográfico, Javier Vidal dejó establecido que en la década de los 70, se graduó de bachiller en Ciencias y de licenciado Comunicación Social; se inició como crítico teatral y luego, como actor y director de teatro; se marchó a Nueva York para profundizar sus búsquedas creativas; de vuelta a Caracas, se sumó al teatro universitario de la Universidad Católica Andrés Bello; y fundó Autoteatro, “el grupo más vanguardista de las vanguardias teatrales hasta el momento. El grupo de las nuevas tendencias, la no-convencionalidad y la performance. Fue soplar fuertemente

sobre el anquilosado teatro nacional, dormido por la hegemonía de un texto que solo interesaba a sus autores y al grupito de amigos”.

No es de extrañar, pues, que la exposición “El espíritu dadá”, en el MACC le brindara al grupo ocasión de persistir en la investigación sobre las vanguardias teatrales que tanto les inspiraban.

Javier Vidal se ha mantenido en la escena venezolana como dramaturgo, director, actor y productor.

“A mi entender, la crueldad se ha convertido en componente indispensable de la crítica. Tanto que, despojada de ese elemento, pierde su poder transgresor y más bien cumple una función de promoción de imagen de la persona o cosa aludida”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila, El Nacional, sábado 15 de noviembre de 1980.

Marco Antonio

Aludido con frecuencia como la estrella de su generación, Marco Antonio Ettedgui era hombre de teatro, artista plástico y periodista. Según recordó el crítico Juan Carlos Palenzuela, en 1991, al cumplirse diez años de su muerte, Ettedgui “gustaba coleccionar objetos de la cultura urbana, las piezas más disímiles y eclécticas. A pesar de su poca actuación pública, puesto que falleció a los veintidós años, dejó una huella profunda en la generación que ahora denominamos ‘de los 80. Era columnista del diario El Universal. Abarcó un amplio universo temático: teatro, televisión, cine, artes del cuerpo, artes de acción, pintura, danza, historia del arte, fotografía, cultura underground, el amor homosexual, Super 8, video, la radio, la música…”.

Marco Antonio Ettedgui había nacido en Caracas el 13 de diciembre de 1958. A los 17 años se inició en el teatro al ingresar en la Escuela Anna Julia Rojas, con Horacio Peterson. Al mismo tiempo, cursó Comunicación Social en la UCAB.

El 2 de septiembre de 1981 se presentaba la obra ‘Eclipse en la casa grande’, la quinta de Autoteatro y la primera escrita por Javier Vidal, quien participaba en el montaje como director y eventualmente como actor suplente. Julie Restifo hacía el papel de Amparo Castro, la sirvienta de una familia en disolución, y Marco Antonio Ettedgui daba vida a Marco Antonio Vallverde Castro, primogénito del patriarca de la ficción. En la obra, Ampara disparaba contra Vallverde y, para lograr mayor realismo, usaban una reproducción de un arcabuz de 1800. Julie Restifo lo accionó, tal como señalaba el libreto, pero hubo una falla. La ballesta que formaba parte del arcabuz no se sujetó adecuadamente y, con el disparo atravesó a Marco Antonio, quien moriría once días después, el 13 de septiembre de 1981, en el Hospital Clínico Universitario de Caracas.

“El rescate de dadá en sus términos originales, presentado por esta importante investigación de Autoteatro, pone de manifiesto que la realidad a veces es ampliamente la más desaforada fantasía. […] Yo siempre he tenido la impresión de que si los dadaístas y otros personajes, como Jarry o Kafka, hubieran experimentado a Venezuela, tal vez habrían renunciado a escribir sus obras en el sentido en que lo hicieron”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila. El Nacional, 15 de noviembre de 1980.

Marta

Fundadora del grupo Autoteatro, Marta Sedes von Dehn tenía en este momento 20 años y estudiaba cuarto año de Comunicación Social. “El teatro fue un complemento importante de mis estudios. A lo largo de más de 35 años de desempeño profesional como periodista, siempre he reconocido dos grandes escuelas, que me marcaron y que me acompañan en todo lo que hago: la industria petrolera, que me inculcó metodología, y aquella experiencia teatral, que me sembró el sentido de la investigación exhaustiva”.

–Si bien Autoteatro –sigue Sedes– fue construido por el talento de su equipo, nada de lo que hicimos entonces era fruto de la improvisación sino de una intensa investigación y del deseo de abrir camino y hacer las cosas diferentes, de innovar.

“Hoy en día, como en ningún otro momento de su historia, Venezuela es un mundo ubicuo, donde el absurdo se inicia con las cándidas expresiones y las luminosas sonrisas de los señores ministros cuando hablan por televisión y llega a su apoteosis con las apasionadas manifestaciones verbales de amor a los pobres”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila. El Nacional, 15 de noviembre de 1980.

Julie

Amiga muy cercana de Marco Antonio Ettedgui, Julie Marie Restifo era también su compañera de estudios y estaba a tal punto compenetrada con las búsquedas intelectuales de aquel, que ambos adelantaban una tesis de grado sobre la crítica teatral para optar al título de Comunicación Social, en la UCAB.

En los días de las Veladas dadá, ella ya había iniciado una relación sentimental con Javier Vidal, que se mantiene hasta la actualidad. Es una las actrices de cine, teatro y televisión con mayor trayectoria y más respetadas de Venezuela.

“Ello, mientras todos los demás sectores nacionales prácticamente aúllan de desesperación, y el país, en bloque, se aproxima peligrosamente al borde mismo el desastre. Pero, aquí no pasa nada, su majestad, como decía a Victoria Regina su canciller, cubriendo con un manto de oropeles al llagoso león británico, mientras el imperio se le desmoronaba en los dedos”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila. El Nacional, 15 de noviembre de 1980.

Hernán

Es muy escasa la información disponible sobre el diseñador de modas Hernán Suárez, vestuarista del grupo Autoteatro y pareja de Marco Antonio Ettedgui. Originario de Lara, llegó a tener una tienda en el CCCT con la prestigiosa diseñadora Margarita Zing. Marco Beria lo recuerda como una persona muy reservada. “Nadie se le podía acercar mucho”.

Hernán Suárez también encontraría una muerte violenta. Fue asesinado en su apartamento en un encuentro de sexo casual.

“En los albores del tercer milenio, cuando ya creíamos que semejante cosa pertenecía al ámbito de lo imposible, Venezuela vive el absurdo de haberse vuelto victoriana, con todas las connotaciones de hipocresía asociada a ese concepto”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila. El Nacional, 15 de noviembre de 1980.

Carmela

“Comencé a estudiar Periodismo y me enamoré del teatro”, dice Carmela Brillembourg, quien al poco tiempo de tomada esta foto se retiraría de la escena, tras participar en varias obras cortas con el grupo Rajatabla y una versión de ‘Gritos y susurros’ (la película de Ingmar Bergman, de 1972) para televisión. “Disfrutaba mucho la actuación, pero al avanzar el compromiso y hacerse más intensas las jornadas, se me hizo complicado. Mis deberes familiares me impidieron continuar, a pesar de que el teatro era mi pasión. La familia pudo más”.

En la actualidad, sus relacionados la conocen como Carmela Brillembourg de Roncayolo.

“Oficialmente, un país casto y próspero; subyacentemente, la corrupción, el nepotismo, la arbitrariedad, la ineficiencia, la soberbia ciega y la discriminación ideológica campean por sus fueros. ¿Qué puede añadir DADA a todo esto?”.

Rubén Monasterios, en su columna Primera fila, El Nacional, sábado 15 de noviembre de 1980.


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