Fútbol

Argentina clasifica y los edificios en Buenos Aires vibran

Fotografía de Munir uz zaman | AFP

30/11/2022

Buenos Aires, esa urbe que se mueve durante cualquier hora del día, se convierte en una metrópoli zombi. La descripción nunca podrá ser del todo precisa porque no basta con imaginar el paisaje urbano vacío, sin mayor manifestación de vida que los árboles; tampoco con pensar en que algunos argentinos y extranjeros estarán en bares, rodeados de desconocidos; en espacios habilitados en los centros comerciales para ver el juego; en casas de amigos o en algún lugar de comida rápida en las estaciones de trenes, compartiendo con gente a la que quizá nunca volverán a ver y que, sin embargo, puede que sea la mejor compañía para un momento como este.

No basta.

A ese dibujo habría que sumar las conversaciones previas, el recuerdo de lo ocurrido en los partidos anteriores, la cobertura periodística, obsesiva y pasional, el gesto a prisa de quien sale del mercado o los niños fascinados porque, dentro de un rato, una o dos horas, juega la selección. Su selección. Los adultos intentando acabar con los compromisos laborales antes de las 4 de la tarde porque, durante las siguientes dos horas, no tendrán cabeza para hacer algo distinto a estar frente a una pantalla y llevar, a gritos, el biorritmo del partido.

Este partido contra Polonia, el 30 de noviembre de 2022, con la clasificación a los octavos de final en el aire; la posibilidad de que sea el último partido de Lionel Messi en un Mundial; la sospecha de que, una eliminación, derivaría en una depresión colectiva que duraría varios días, quizá semanas o menos.

Quién sabe.

El resultado de dos goles a cero a favor de Argentina, como la descripción anterior, no es precisa para dimensionar cuán superior fue el equipo. Como si entre un partido y otro hubieran sido capaces de quitarse de encima la presión social, los recuerdos de su propia historia, marcada por la satisfacción y las frustraciones en proporciones similares, para dedicarse a hacer lo que mejor saben, jugar a la pelota.

Fotografía de Kirill KUDRYAVTSEV | AFP

La circulación de balón de Argentina

Aunque Argentina cuenta con Lionel Messi, no tiene la calidad individual de Francia o Brasil para salir adelante cuando sus oponentes se atrincheran. Por sobre todas las posibilidades, Argentina debe funcionar como equipo para sacar ventajas en ataque, para defender mejor, para que cada jugador muestre su mejor versión o algo parecido. Entonces, sí, el 10 logra ser diferencial en relación con cualquiera de los otros cracks de Qatar 2022 porque es quien mejor entiende el juego.

Cuando Messi logra leer el partido con la naturalidad de un músico profesional ante una partitura, todo en Argentina parece armónico. Para que él guíe, el equipo necesita mover la pelota con eficiencia, asociarse con rapidez y movilidad. Es más fácil escribirlo que hacerlo sobre el campo. Pero esa es la única forma posible para que Argentina se parezca a aquella que estuvo invicta durante más de 30 partidos y pueda competir en el entorno más hostil.

El equipo necesita de la movilidad de la mayoría de sus jugadores, alternando posiciones y alturas en el campo; de la tensión y precisión adecuada en cada pase, para que los intérpretes puedan asociarse y recibir con ventaja y, poco a poco, empotrar a su rival, Polonia esta vez, en el área. Cuando Argentina entra en fase defensiva, le urge recuperar el balón rápido en territorio rival o cerca del medio campo para mantenerse más cerca del arco ajeno que del propio. Buena parte de esto, depende de la influencia de Enzo Fernández en el equipo. Vital contra México y esencial en este juego, el último de la ronda de grupos.

Si hasta acá no se ha vuelto a hacer referencia al partido contra Polonia es porque convenía detallar todos esos procesos para dimensionar cuánto cambió Argentina entre este juego y los partidos previos. Su rival pareció ausente, borrado del campo. Mientras en los anteriores encuentros Argentina no logró nada de lo anterior, en este se lució durante buena parte del juego en cada una de esas facetas. Movilidad, precisión, control y gestión emocional; sobre todo, gestión emocional.

El fútbol en Argentina, en tiempo de Mundial, es una cuestión de Estado. Más allá de lo lógico que pueda o no parecer para el extranjero, es una realidad tan sólida como el Obelisco de la Avenida 9 de Julio. Los jugadores cargan con ese peso porque crecen escuchando historias sobre sus principales íconos populares, sobre hazañas y fracasos, hasta comprender el mensaje que resuena en casas, bares, espacios de trabajo y cualquier sitio que el lector quiera imaginar: este deporte es algo más que un juego; mucho más que un juego para los argentinos.

Fotografía de JUAN MABROMATA | AFP

Hay vida en la ciudad

Si alguien quisiera abstraerse de ese contexto, ser indiferente a Qatar 2022 y omitir cualquier momento relacionado con el partido de Argentina, no podrá hacerlo; a menos que se esté en el campo, en la montaña, rodeado de animales, o en un búnker, a 10 metros bajo tierra.

Y sin embargo.

Si se está rodeado de edificios, los lamentos y la euforia de los vecinos bastarán para imaginar qué está ocurriendo. Si el silencio predomina, Argentina no la pasa bien; si, en cambio, se escuchan quejas o puteadas desgarradoras, es válido sospechar que la selección está en control del juego o, como mínimo, compitiendo en escenarios adversos. Todo esto, sin que en al marcador haya subido un gol.

Fotografía de Giuseppe CACACE | AFP

Cuando eso pasa, como en la anotación de Alexis Mac Allister y la de Julián Álvarez, los goleadores contra Polonia, las paredes de los edificios vibran por los gritos y no es muy difícil imaginar que esas personas que antes tenían prisa, pendientes laborales o deberes escolares, están saltando en las salas de sus casas, en sus habitaciones, en las estaciones de trenes o en los centros comerciales, celebrando algo que ocurre a miles de kilómetros de distancia y que, por unos instantes, les permite olvidarse de sí mismos para arroparse con una misma bandera.

La Argentina.

El próximo sábado, a las 4:00 de la tarde, contra Australia, Buenos Aires volverá a vaciarse.


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