Perspectivas

Activismo metálico cyborg (“desde pequeño me siento máquina”)

Fotografía de Ars Electronica | Flickr

24/10/2021

1.

Moon Ribas, artista catalana de vanguardia.

Es conocida por “desarrollar e implantar sensores sísmicos online en sus pies y brazos”, sensores “que permiten que sienta terremotos mediante vibraciones”.

Según la intensidad del terremoto, mayor o menor, ella obtiene “una vibración más suave o más fuerte en su propio cuerpo”. Como si el cuerpo fuera un receptor de vibración.

Moon Ribas llama “latido cardíaco de nuestro planeta” a las sacudidas sísmicas.

2.

Pienso, de inmediato, que el corazón humano todavía no tiene una escala de Richter adaptada: 10, el ataque cardíaco fulminante, 1 y 2, amoríos rápidos.

El humano está muerto en los dos polos: en la cercanía al cero, que es el aburrimiento, y en diez que es la muerte propiamente dicha. Entre medias, se divierte, se enamora, enferma o se asusta. Es decir, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y el ya peligroso 9.

Escala humanamente cardíaca o escala cardíaca de la vida humana.

3.

El aburrimiento como muerte que respira.

No está muerto, pero no está entusiasmado – podría decirse de alguien.

O con más detalle: ¿de qué interesa estar vivo, si no se está entusiasmado?

Nunca se deben hacer preguntas así, claro.

Es preferible preguntar el nombre de la capital de Indonesia o el número de metros de altura de los Himalayas.

Jamás hagas una pregunta que aumente, en el mundo, la cantidad de desesperación por corazón individual.

He aquí un lema de la existencia actual y de la escuela contemporánea.

4.

Pero la vanguardia, en el siglo XXI, es esto: las máquinas van delante y tiran del humano; como una carroza, pero sin carroza ni caballos.

La nueva tecnología no es, en el fondo, nada imponente: es mínima, a veces no se ve a ojo desnudo.

La vanguardia tecnológica tiene, pues, esa capacidad física máxima de discreción que es la invisibilidad. Aquello que no se ve, ni se escucha, ni es detectable por el sentido del tacto, es la vanguardia actual. Curioso, ese hecho. La vanguardia, en el siglo XXI, no grita ni rompe escaparates: en silencio e invisibilidad, los ceros y unos van haciendo su camino, allí delante.

La nanotecnología está ocupando ya mucho espacio del futuro, podríamos decir. Una paradoja, pero verdadera.

5.

Nació en 1985, Moon Ribas.

Los sensores que ha incorporado le dan lo que ella designa como un 6º sentido, un “Sentido Sísmico”. En 2016, conectó “sus pies a la actividad sísmica de la luna en tiempo real”.

Con los pies en la tierra percibe lo que ocurre en la luna. Tiene los pies en la luna como un poeta radical que hace el pino e imagina mucho.

6.

Ribas forma parte de un ejército intelectual y tecnológico que defiende que no es necesario ir al espacio para estar conectado a él. Si nuestros sentidos captan cambios “fuera de nuestro planeta Tierra”, podemos volvernos “sensonautas”, como se designan estos humanos.

7.

Los místicos en el siglo XXI han abandonado el incienso, lo han sustituido por chips y manifiestos cyborgs.

Sienten el universo – y quizá, quién sabe, un leve dolor de cabeza pessoano -por vía de sensores eléctricos concretos. Ninguna meditación.

8.

Ribas es una activista cyborg.

En 2010, fue cofundadora de la Cyborg Foundation, una “organización internacional que pretende ayudar a las personas a volverse cyborgs” Cyborg: humano con tecnología ya incorporada.

No se trata, pues, de cambios biológicos; biología, esa cosa tan demasiado antigua. No se trata, en fin, de una operación para ser más joven, para ser mujer o hombre, o una cosa hecha de piel, órganos y voluntad -es salir del humano y entrar en el híbrido entre persona y máquina.

Yo nací sintiéndome máquina, podrá decir, en este siglo, un niño. Me siento más máquina que humano, más cercana al metal que a la piel.

La Cyborg Foundation propone:

“defender los derechos de los cyborgs” y

“promocionar el cyborguismo como un movimiento artístico y social.

9.

Quien quiera ser cyborg tiene ese derecho en el siglo XXI.

Otro derecho humano sumado a los anteriores derechos humanos.

Pero este no es un derecho cualquiera; es una exigencia radical, más grande que cualquier exigencia política, social o biológica anterior.

Un Derecho humano límite, yo diría: el derecho humano de no ser humano.

***

Traducción de Leonor López de Carrión

Originalmente publicado no Jornal Expresso


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo