Entrevista

Mariela Ramírez: “Es necesario elevarse por encima de las heridas para imaginarnos en una red que nos incluya a todos”

13/05/2021

La fundadora de Dale Letra y promotora del Foro Cívico señala que los venezolanos “estamos obligados a reunirnos”, y sostiene que la sociedad debe “humanizar el conflicto para que podamos hacer legibles las claves que nos conducirán hacia el futuro”

Mariela Ramírez retratada por Carlos Paris

En Venezuela la palabra se ha vaciado de contenido. De tanto ser manoseados, términos como paz, diálogo y pueblo levantan sospechas y generan aversión en las mayorías. En el fondo, todos hablan de lo mismo, pero los conceptos —e intereses— son diametralmente opuestos.

Mariela Ramírez (Caracas, 1965), arquitecta egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y fundadora del movimiento Dale Letra, apuesta por la construcción de un discurso que cohesione a una sociedad fracturada por la violencia, la miseria y el dolor.

“Se hace imperativo entablar un diálogo para reconstruir el pacto social”, afirma Ramírez, quien junto con decenas de activistas suele acompañar, cargando pancartas con vocales y consonantes, las protestas ciudadanas que durante estos años han escrito en la calle la historia de la conflictividad nacional.

¿Por qué decidieron llamar a su organización “Dale Letra”?

Dale Letra nace del afecto, del intercambio de un grupo de amigos, de civiles que llevamos años conversando y padeciendo la crisis del país. Nos impulsó la idea de desmontar la absurda dicotomía (la polarización) en la que nos han sumergido para disminuirnos y enfrentarnos, la progresiva fragmentación social, la ausencia de la palabra como hilo y amalgama en la vida colectiva.

Nuestras acciones están destinadas a que los ciudadanos recuperemos la palabra como instrumento de reflexión crítica, de problematización y cambio social, como fuerza creadora de nuevas ideas y proyectos que hagan posible la transformación del país.

De esa aspiración surge el nombre de nuestro movimiento. Hay una expresión popular en Venezuela que es “dame letra” utilizada para pedirle a alguien explicar, contar, expresar en palabras una idea o sentimiento, aportar datos. Reformulamos esa frase a “Dale Letra”, una invitación a cada ciudadano para que se exprese, haciéndose de la palabra y poblando los espacios de convivencia, expresando y escuchando la diversidad de pensamientos y sentimientos de la vasta diversidad que conforma el colectivo nacional, para a través de esa dinámica de diálogo social reencontrar, redescubrir, el camino hacia el futuro democrático y de bienestar que todos deseamos.

Por años se ha debatido sobre la “neolengua” que se impone desde el poder. ¿Podría decirse que hoy todos hablamos como chavistas o como el chavismo quiere?

La palabra ha sido secuestrada a través del control de los medios de comunicación y la censura. El propósito, a nuestro parecer, ha sido la construcción e implantación de una neolengua que nos encierra en un espacio controlado, bajo la cosmética oficial. Una neolengua que parece envolvernos como boa constrictor, despojándonos de nuestra humanidad y, por tanto, de nuestra capacidad de dialogar y reflexionar.

Lograr un cambio de sistema político se hace imposible cuando los ciudadanos estamos confinados a la jerga, polarizada y polarizante, que pretende ser implantada por el oficialismo y otros factores radicales. Por eso creemos urgente que nuestras acciones estén destinadas a que los ciudadanos recuperemos la palabra.

Debemos, como pacientes artesanos, reconstruir la superficie y el corazón de nuestras palabras, retirarles la uniformidad revolucionaria, humanizar el conflicto para que podamos hacer legibles las claves que nos conducirán hacia el futuro.

Cada uno de nosotros es imprescindible, porque cada uno de nosotros es un signo necesario para la creación de un lenguaje colectivo que haga posible la superación de la crisis, a través de la renovación del pacto social.

Mucho se cuestiona a las fuerzas opositoras su incapacidad para crear una “narrativa” distinta a la del chavismo. ¿Pero bajo la censura que existe, hay espacios para crear y difundir un relato alternativo?

Somos parte de un cuerpo social hoy fragmentado, azotado por el hambre y enfermedades, en medio de un gran desamparo. Estamos obligados a reunirnos, aún con el alto riesgo social en el contexto de un proyecto autoritario, y proponer imágenes, proyectos, liderazgos portadores de un sueño.

Hacer de ese sueño sustancia viva —ser— que habite nuestras vidas requiere, parafraseando al filósofo italiano Giorgio Agamben: “Hacerse íntimo y familiar de esos espectros que nos hablan desde las profundidades de nuestra historia, deletrear y memorizar sus palabras despojadas y sus piedras, para así, quizás, abrirse ese paso en el que la historia —la vida— cumple sus promesas”.

Hacernos íntimos, cercanos con el otro, es una labor que descarta la violencia como vía para el cambio, por eso debemos “abrir campo a la política”, llenar los espacios de participación y trabajar en la edificación de esa “narrativa” común, una visión compartida de futuro, sorteando con inteligencia los obstáculos que el proyecto autoritario intenta imponer.

¿Cómo debería ser ese relato alternativo al que se impone y machaca desde el poder?

Los venezolanos nos enfrentamos a grandes retos para lograr la transformación que el país requiere. Creemos que las respuestas más acertadas surgirán del intercambio en la diversidad de posiciones, miradas, saberes, conocimientos y experiencias. Dialogando, reflexionando juntos, es posible construir una inteligencia colectiva, rica en pluralidad, que sea capaz de ampliar la mirada de cada uno de nosotros sobre los problemas y desafíos con los que nos enfrentamos y, por ende, sacarnos del extravío. Una narrativa común debe estar basada, desde nuestro punto de vista, en la persona humana.

La propuesta de la dinámica del Diálogo Social que hemos hecho, desde el campo de las organizaciones sociales, nos ha permitido establecer vínculos con una diversidad de actores, a través de un proceso de escucha plural e inclusiva, de identificación de objetivos comunes, de acompañamiento solidario, de trabajo conjunto para visibilizar la crisis y la defensa de nuestros derechos.

Creemos que, de esa dinámica, que debe cultivarse en todos los niveles, surgirá progresivamente esa narrativa que tiene como centro al ser humano, las necesidades reales de la gente. Ese debe ser el punto de partida para ese relato alternativo, la construcción de un proyecto común por y para la gente, bajando los decibeles al discurso de la diatriba política.

¿Se debe buscar un relato para oponerlo al chavista o uno para incluir al chavismo? ¿Sería esto posible pese a las heridas y resentimientos acumulados en estos años?

El perfil conceptual y político del relato que define y configura las reflexiones y las acciones de las organizaciones y movimientos sociales que impulsamos el Diálogo Social, es trabajar en función del bien común, sin exclusiones. Influir en la toma de decisiones de políticas públicas a favor de la gente y democratizar los espacios de su incidencia, así como servir de puente, de elemento mediador y catalizador entre los sectores en conflicto, sin perder de vista las características del grupo que hoy detenta el poder en Venezuela.

Se trata de la reapropiación del espacio político por parte de una sociedad civil movilizada en el contexto de la emergencia humanitaria compleja, para defender los Derechos Humanos de las personas, que emerge a lo público como consecuencia de la severa crisis del Estado. Superar esa crisis requiere en primer lugar que todos los venezolanos, sin exclusiones, podamos edificar una visión compartida de futuro y eso pasa por dialogar y reencontrarnos. Me gustaría traer aquí las palabras del catedrático norteamericano John Paul Lederach, constructor de paz, quien expresa en su libro La imaginación moral. El arte y el alma de construir la paz, la siguiente interrogante: ¿Cómo trascendemos los ciclos de violencia que subyugan a nuestra comunidad humana cuando aún estamos viviendo en ellos?

Y responde con el siguiente planteamiento: “La posibilidad de superar la violencia se forja por la capacidad de generar, movilizar y construir la imaginación moral. El tipo de imaginación a la que me refiero se ve movilizada cuando cuatro disciplinas y capacidades son conjugadas y llevadas a la práctica por quienes logran la forma de elevarse por encima de la violencia. Dicho de manera más sencilla, la imaginación moral requiere la capacidad de imaginarnos en una red de relaciones que incluya a nuestros enemigos; la habilidad de alimentar una curiosidad paradójica que abarque la complejidad sin depender de una polaridad dualística; una firme creencia en el acto creativo y la búsqueda del mismo; y la aceptación del riesgo inherente a avanzar hacia el misterio de lo desconocido que está más allá del demasiado conocido paisaje de la violencia”.

Coincidimos con él, es necesario elevarse por encima de la violencia, las heridas, los resentimientos para imaginarnos en una red de relaciones que nos incluya a todos y abarcar la complejidad del caso venezolano más allá de la polaridad dualística. Para desde ahí construir la alternativa que nos permita reunificar a la sociedad y obtener la justicia, la reparación y la garantía de no repetición que nos permita avanzar hacia una Venezuela incluyente que garantice el bienestar y el progreso para todos.

¿Cómo se puede entablar conversación con alguien que dice que esto es una democracia?

Insisto, estamos obligados a hacerlo. Diría más, justo porque en este momento los venezolanos no tenemos una comprensión compartida de la realidad es por lo que se hace imperativo entablar ese diálogo para reconstruir el pacto social. Es porque no estamos de acuerdo que es tan necesaria esa conversación. Urge recuperar la palabra y hacerla circular expresando pensamientos y sentimientos, construyendo, relatando historias, motivando, conectando, enfocando la crítica atinada y la autocrítica, sanando heridas. Solo así lograremos construir las bases de una nueva democracia en Venezuela.

¿En la Venezuela actual debe pensarse a la cultura como un espacio de resistencia o de integración?

Diría que ambas. Una y otra vez hemos visto a los venezolanos salir masivamente a las calles en defensa del Estado de Derecho. A diario vemos emanar expresiones de protesta que dan cuenta de un movimiento social incansable en favor de la democratización.

Un movimiento en el que las formas de expresión y solidaridad abrevan en nuestro acervo cultural, incluyen innovadoras narrativas de protesta a través de la poesía, el canto, el teatro, etc., y esto ha permitido a la vez la integración de una diversidad de actores que han permanecido juntos en las calles, dando cuenta de su compromiso indeclinable con la construcción de una nueva democracia y de una cultura de paz que haga posible el bienestar de los venezolanos.

La imaginación moral de las que nos habla John Paul Lederach se estimula explorando el reservorio de la memoria colectiva, de las imágenes y los símbolos que emanan de las interacciones en ese Diálogo Social que proponemos. La cultura compone el gran abrevadero al que podemos recurrir para conocernos y reconocernos.

Es importante destacar que esas formas de manifestación del descontento, apegadas a los lineamientos de la No Violencia Activa y que hacen uso de la cultura como instrumento de resistencia y de integración, echando mano de todos los lenguajes y recursos, es lo que nos ha permitido, a un diverso grupo de actores, mantenernos en la calle en defensa de nuestros derechos.

Manifestando por el derecho a la alimentación, a la salud, a la libertad de expresión, por los derechos laborales, el derecho a la educación, por servicios públicos, promoviendo la participación y organización ciudadana, luchando por la restitución de nuestro derecho a elegir a nuestros gobernantes en elecciones libres, exigiendo la liberación de los presos políticos, la defensa integral de nuestro territorio, el cese del enorme daño ecológico en desarrollo por las prácticas de extracción que se llevan a cabo en todo el territorio nacional; así como en labores de visibilización y de pedagogía social, de denuncia y documentación de la emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país, en medio de un contexto restrictivo.

¿La cultura puede responder qué es el venezolano hoy en día?

La cultura, como dije antes, es desde nuestro punto de vista el gran abrevadero para conocernos y reconocernos. Los venezolanos tenemos un gran desafío en ese sentido. Es necesario un proceso integrador y transformador de los contenidos inconscientes del conglomerado nacional, emprender un proceso de reconocimiento de nuestras diversas identidades y así una renovación del orden social sin excluir a ningún sector de la sociedad venezolana.

Para ello es imperioso un diálogo individual y personal, y asumir el compromiso de comparecer ante nosotros mismos, interpelados por la desnudez de nuestra realidad. También hacernos presentes, con el debido respeto, honrando la humanidad del otro en el espacio del encuentro con el diferente, el espacio de la interacción, de la existencia.

Solo en ese ritual que es a la vez sacrificio, ofrenda, el del encuentro en la raíz de nuestra mutua humanidad, seremos capaces de consumar el acto creativo para vencer la ignominia que sufrimos, que sufre nuestra gente, nuestro territorio, nuestro país.

La invitación es a abrir los sentidos y nuestro reservorio cultural, nuestra memoria colectiva para así hacernos sensibles, afinar nuestra sagacidad para vislumbrar, parafraseando a Lederach, cualquier atisbo de transformación pacífica que aparezca en medio de las diferentes expresiones dolorosas de violencia y humanizar el conflicto para poder superarlo.

Después de tantos años de polarización y crispación social, ¿cómo acordar unos principios básicos que permitan reconstruir la convivencia?

El Diálogo Social que proponemos es un entorno comunicativo y deliberativo libre, donde los diversos actores sociales y políticos pueden reconocerse, restituir los nexos de confianza, acostumbrarse nuevamente a compartir información y consultarse de forma horizontal y transparente.

Un diálogo social abierto y público, compartido y sujeto a crítica, con representación de todos los sectores del país es el camino, el instrumento, desde nuestra perspectiva, para acordar esos principios básicos que nos permitirán reconstruir la convivencia, nuestra capacidad de entendernos y avanzar en la edificación de una sociedad respetuosa de los Derechos Humanos en la que todos podamos aspirar al bienestar y al progreso.


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