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Los hechos acaecidos en Caracas el día 19 de abril de 1810 forman parte indiscutible de la conciencia histórica de los venezolanos. Es común asociar esta fecha con los inicios y, para algunos –en medio de una discusión sempiterna–, con la concreción de la fase inicial de la independencia política de Venezuela frente a la monarquía hispánica. La jornada es sistemáticamente recordada con un apreciable asueto nacional y con las actividades protocolares que rememoran y conmemoran la llamada “Declaración de la Independencia”.
Sin embargo, esta festividad nacional ha opacado otro evento histórico, de trascendencia invalorable, como lo fue la ocupación sorpresiva por parte de centenares de sublevados de la ciudad de Caracas, capital de la gobernación de Venezuela, el 19 de abril de 1749. En efecto, desde tempranas horas de aquel día las autoridades de la ciudad representadas principalmente por el Gobernador de la provincia, el Mariscal de Campo de los reales ejércitos Luis de Castellanos y los integrantes del Cabildo de la ciudad, manifestaron su sorpresa y consternación ante la presencia de un gran tumulto de hombres, muchos de ellos armados, que amenazaba con ocupar Caracas.
Una de las principales fuentes con las que se cuentan para reconstruir este hecho lo es el acta que realizó el Cabildo de la ciudad ese día; en la misma se registró la situación:
En este cabildo dichos señores Capitulares dijeron: que les ha motivado en esta Junta como a horas de las 4 de la tarde por haber acaecido el que por carta del señor Gobernador y Capitán General de esta provincia, que el Capitán Juan Francisco de León, que lo es fundador del valle de Panaquire, venía armado con gente a entrar en la ciudad no sabiendo su fin.
Juan Francisco de León, originario de la isla de El Hierro, capitán poblador de Panaquire, lugar ubicado al oeste de Caracas, había marchado hasta la ciudad capital para protestar por el nombramiento de un nuevo Teniente de Justicia y Juez de Comisos en aquella población, vinculado con la Compañía de Caracas o Guipuzcoana, la cual había recibido privilegios en 1728 por parte del rey de España –Felipe V– para controlar y regular la producción y comercialización del cacao, principal producto de exportación de la provincia.
El accionar de la Compañía trajo malestar entre la población de la Gobernación de Venezuela, que de una u otra manera estaba vinculada al rentable negocio del contrabando de cacao. Por ello de León marchó hasta Caracas para exigir al gobernador la extinción de la Compañía y la expulsión de todos los súbditos vizcaínos de Venezuela. Ante una delegación enviada por el Cabildo compuesta por Don Lorenzo Ponte de Villegas y el Marqués de Mijares, quienes viajaron hasta el sitio de Nuestra Señora de la Candelaria para entrevistarse con el capitán isleño para evitar su entrada “tumultuaria” en la ciudad, este les confirmó sus intenciones y las de sus seguidores:
Que el intento directo es solamente la destrucción total de la Compañía Guipuzcoana, se entiende no solamente privar las mercaderías, o factorías de la gente vizcaína, si el también el que no ejerzan estos los empleos de tenientes o ministros de justicia que actualmente ejercen…
Ante semejante petición el gobernador Castellanos evadió a los invasores y a su líder, el cual contaba –según su testimonio– con unos seiscientos seguidores armados, ofreciéndoles aceptar sus peticiones pero escapando al día siguiente hacia el puerto de La Guaira para refugiarse en sus fortalezas. Juan Francisco de León ocupó la capital con sus hombres el 22 de abril y marchó hacia La Guaira para presentar sus peticiones a la máxima autoridad de la jurisdicción. Castellanos accedió a las peticiones de los sublevados para calmar la situación, pero alegó posteriormente que lo hizo bajo coacción. De esta manera concluyó la primera fase de este inédito movimiento de protesta.
A los pocos meses de León marchó nuevamente a Caracas para tratar de hallar al evasivo gobernador Castellanos por el incumplimiento de sus promesas. Luego de otra huida hacia La Guaira del máximo responsable político y militar de Venezuela las autoridades de la monarquía decidieron aplastar la protesta por la fuerza, por ello sustituyeron al gobernador por otros militares más radicales y represivos; estos fueron el Jefe de Escuadra de la Real Armada Julián de Arriaga y el Teniente General de los reales ejércitos Don Felipe Ricardos. Este último, finalmente, contando con más de seiscientos hombres de tropas llegados desde Europa logró capturar al rebelde capitán poblador de Panaquire en el mes de febrero de 1752. Juan Francisco de León, su hijo Nicolás y otros seguidores fueron enviados como prisioneros a España. En el mes de agosto de ese año falleció en Cádiz el líder de este movimiento de protesta.
Lo más destacable de estas jornadas de 1749 fue la manifestación de un malestar compartido por todas las clases y castas de la estratificada sociedad de Venezuela frente la presencia de un elemento foráneo perturbador: los vascos de la Compañía Guipuzcoana y sus actividades fiscalizadoras, representantes de la nueva política represiva implementada por la dinastía de los Borbones en España. De este manera comenzó, por iniciativa de “nobles y plebeyos” –como siempre señaló de León–, a manifestarse un germen del sentimiento patriótico venezolano entre los habitantes de este territorio, quienes comenzaron a mostrar sus diferencias con respecto a la nación española. Como expresó en los interrogatorios a que fue sometido Nicolás, el hijo del capitán isleño: “si nosotros no nos preocupamos por la patria, quién lo hará”.
El 19 de abril de 1749 es una fecha que debe ser reinsertada en nuestro presente y ser evaluada en su cardinal dimensión histórica. Una tarea pendiente y necesaria.
Gustavo Adolfo Vaamonde
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