“Días eternos”: 14 escenas de mujeres en las cárceles venezolanas
Fotografías de: Ana María Arévalo
En 2017, Ana María Arévalo Gosen (Caracas, 1988) empezó una investigación sobre la vida de las mujeres en las prisiones venezolanas y en los centros de detención preventiva. Documentó la realidad de las privadas de libertad durante tres años y tomó nota de sus historias. La mayoría de las entrevistadas no ha sido llevada a juicio. Permanecen detenidas, sin tener una sentencia. Conviven hacinadas en celdas sin luz natural, baños ni agua. En esta foto, un grupo de mujeres calienta antes de ejercitarse bajo vigilancia dentro de la prisión Ana María Campos II, en Maracaibo.
"Días eternos" es la descripción que una de las mujeres ya juzgadas usa para referirse al tiempo que pasa cumpliendo su sentencia en Poli-Valencia (estado Carabobo) en lugar de ir a una prisión estatal. La mayoría de estas mujeres tienen hijos fuera de la prisión que no las visitan. Daniela cumple una condena de 4 años por robo. Su hija tiene leucemia. La fotografía fue tomada en marzo de 2018.
Chinatown (“barrio chino”), en El Valle, es la prisión informal más grande de la zona metropolitana de Caracas. Está dividido en dos. Este sector es oscuro, porque no entra luz natural. Allí conviven 58 mujeres. "Esta situación no ayuda a nadie, cuando salgamos, si lo hacemos, seremos peores personas que antes", dice Ayarí, de 33 años. La fotografía fue tomada en marzo de 2018.
Yarimar Tovar fuma un cigarrillo en su cama, en el centro de detención de la policía en La Yaguara, Caracas. Yarimar tiene 25 años y está acusada de robo. La fotografía se tomó en noviembre de 2018, cuando llevaba detenida 5 días. No conocía a su abogado. Es madre de tres hijos: uno de 7 años, otro de 5 y uno de 2 años y medio. Yarimar comparte su celda con otras 6 mujeres, incluyendo una adolescente.
Carolina, de 28 años, muestra su largo cabello. Era policía. Fue sentenciada a 13 años, tras ser juzgada por complicidad en un robo. Será transferida a una prisión estatal por 7 años y 9 meses. La fotografía fue tomada en Poliplaza, en Gurenas, en diciembre de 2018.
En el centro de detención de la Yaguara, en Caracas, hombres y mujeres asisten a un evento evangelista dentro del recinto.
El predicador sermonea sobre el perdón y la reflexión. Se presenta una obra de teatro religioso y comparten la merienda. La fotografía fue tomada en marzo de 2018.
Mujeres en el centro de detención de La Yaguara gastan sus días en una inactividad perturbadora. Adaptan el espacio para que se vea como un hogar. Escriben cartas o hacen dibujos a sus hijos, leen la Biblia, comparten cigarrillos o planchan su cabello. La foto fue tomada en marzo de 2018.
Los delitos por los cuales son acusadas van desde robo hasta posesión de drogas, homicidio y terrorismo.
La belleza siempre ha sido importante en la cultura venezolana. Dentro de los centros de detención preventiva, las mujeres cuidan su apariencia aunque no tengan espejos ni visitantes. Foto tomada en marzo de 2018, en el centro de detención de La Yaguara.
Sarait Rivas, de 20 años, es madre de dos niños. Cuando se tomó esta fotografía, en marzo de 2018, esperaba por su juicio en el centro de detención de La Yaguara. Habían pasado 45 días y todavía no conocía a su abogado. Fue detenida durante un saqueo en una tienda de licores y está acusada de terrorismo y corrupción de menores.
22 mujeres detenidas, entre ellas dos menores de edad, esperan meses o incluso años para su juicio preliminar. Comparten una pequeña celda en el centro de detención de La Yaguara y la mayoría duerme en colchones colocados en el piso. Algunas todavía no han conocido a su abogado. La fotografía fue tomada en marzo de 2018.
Las mujeres privadas de libertad duermen en el suelo, en colchonetas delgadas que comparten con otras. Decoran las paredes con labial y escriben mensajes de amor o nostalgia.
Una mujer dentro de una prisión “cerrada” en Maracaibo, ciudad fronteriza entre Venezuela y Colombia, ayuda a organizar la red para jugar voleibol. Los horarios en la prisión incluyen practicar deportes y recibir clases, talleres motivacionales y disciplinarios, de artes y manualidades. El propósito de estos centros es reformar a las mujeres y evitar las recaídas. Reciben redenciones si se comportan adecuadamente para que su sentencia sea reducida. La fotografía fue tomada en diciembre de 2018.
Un grupo de mujeres privadas de libertad juegan dominó en áreas comunes al aire libre en la prisión Ana María Campos I de Maracaibo, en el estado Zulia. Otras mujeres ven películas, leen revistas viejas o escriben notas. Según algunas de estas mujeres, estas cárceles crean parásitos en lugar de reformarlas.