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Adiós a un mal año

DJTCHILL @ Flickr

31/12/2017

El 2017 fue áspero, duro, doloroso. Por eso se va cabizbajo, cargando muchas melancolías bajos los brazos. Este año, la mayoría de los venezolanos hemos sido derrotados. 

Nos venció un gobierno que decidió abandonar la política para ejercer exclusivamente la violencia en todas sus formas y dimensiones, para convertir la extorsión y el chantaje en la práctica oficial cotidiana. Nos venció una institucionalidad sometida voluntariamente a los designios de la nueva oligarquía. Nos venció un poder moral entregado a la inmoralidad. Nos venció una Asamblea Nacional Constituyente que ni siquiera se representa a sí misma, que solo es un instrumento para defender los intereses de los poderosos. Nos venció también una oposición errática, incapaz de unirse alrededor del sufrimiento de las mayorías; un liderazgo opositor dividido, obsesionado por sus ambiciones personales más que por las grandes tragedias del país.

Nos venció la economía, la inflación y la escasez. Nos venció el horror de ser un país donde mueren niños por desnutrición. Nos venció el hambre y la enfermedad. Nos venció, sobre todo, la ceguera y la soberbia de un gobierno que no quiere ver nada de esto, que no está dispuesto a reconocer la realidad. Nos venció una élite que rechaza la “ayuda humanitaria”, una élite a la que no le importa nada, que no quiere negociar, que –hasta nuevo aviso– ha decidido suspender la democracia en Venezuela.

Nos vencieron los enchufados. Los que cada vez son menos. Los privilegiados. Los que aparecen bailando en la TV. Los que sonríen y hacen chistes sobre la pobreza. Los que tienen escoltas y soldados para protegerse. Los que pueden enfermarse sin ningún problema. Los que no necesitan un carnet de la patria para sobrevivir.

¿Cómo se le dice adiós a un mal año? ¿Con qué ánimo se puede recibir al 2018?

Sería ideal poder creer en la fantasía del año nuevo y la vida nueva. Imaginar, por ejemplo, que Tarek Williams Saab aparecerá el 3 de enero mostrando el video donde Euzenando Prazeres de Azevedo, ex presidente de Odebrecht en Venezuela, asegura haber entregado 50 millones de dólares para la campaña de Nicolás Maduro. O esperar que alguien en el gobierno tenga el coraje y la dignidad de aceptar que hay graves problemas, que el modelo fracasó, que la gente pasa hambre, que la corrupción y la negligencia han sido más eficaces y potentes que el imperialismo. Pero, por lo que se ve, nada de esto sucederá. En el horizonte del 2018 no se ven milagros.

George Orwell, que pensó y narró con mucha agudeza procesos como el que estamos viviendo, escribió en 1946 que “un Estado totalitario es una teocracia y su casta dominante, para mantener su posición, debe creerse infalible”. Esa es nuestra desgracia. Nos gobiernan los infalibles.

Ellos ya solo son la certeza del poder. Una certeza cada vez más pequeña y más violenta. No hay nada nuevo en ellos. Nada distinto. Así sea difícil, así parezca imposible, la única posibilidad de cambio está de nuestro lado, somos nosotros. Todos los demás. Esa incertidumbre, ese temor, esa desazón, aunque parezca increíble, sigue siendo nuestra única esperanza.


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