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Fotografía de Seth F. Johnson cedida por Federica Arévalo.

Federica Arévalo: una venezolana en el set de “Green Book”, la mejor película del año

por Indira Rojas

01/03/2019

El actor Viggo Mortensen vio de reojo la gorra tricolor de Federica Arévalo y se le quedó mirando. Era uno de los tantos días de rodaje de la película Green Book, dirigida por Peter Farrelly. Arévalo, supervisora de guion en el equipo de Nueva York, usa siempre durante las grabaciones una cachucha con la bandera de Venezuela. Mortensen la reconoció de inmediato. Se acercó a la cineasta caraqueña y le dijo con acento argentino:  

—¿Sos venezolana?

—Sí, soy venezolana.

—Viví en Venezuela cuando era pequeño, en Caracas. Recuerdo que había una montaña muy grande, pero no recuerdo cómo se llamaba. Era muy bonito.

Desde entonces se comunicaron en español. Así la cineasta comenzó su amistad con el rey Aragorn (como muchos recuerdan a Mortensen en El señor de los anillos), quien ahora interpreta en Green Book a un italiano vicioso de personalidad explosiva, pero de buen corazón, llamado Tony Lip. La anécdota recorrió las redes sociales. El actor ha sido nominado en tres ocasiones a los premios Óscar y en cuatro a los Globo de Oro por múltiples roles. “Viggo es uno de los actores más sencillos y humildes con los que he trabajado”, cuenta Arévalo. “Cuando lo conocí llegó manejando el carro que utilizamos en escena, se le dice picture car, con todos los cambios de ropa en la maleta. No tenía chofer ni mucho equipo técnico”.

Arévalo tiene 32 años años. En su carrera ha sido desde guionista y directora de cortometrajes, hasta supervisora de guion (script supervisor o continuista) en películas, series de televisión y documentales. En este último cargo su función es asegurarse de que las secuencias y planos que conforman el libreto tengan continuidad narrativa, y así evitar los saltos y vacíos que restan calidad y credibilidad al filme.

Ha trabajado junto a los directores Brian A. Miller (en 10 Minutes Gone, Backtrace, Reprisal), Brett Donowho (Acts of Violence, cinta protagonizada por Bruce Willis), Jim McKay (On the Seventh Day), entre otros, desde hace siete años. También ha conocido artistas populares de Hollywood, como Penélope Cruz, Sacha Baron Cohen y John Krasinski. La gorra de la bandera venezolana, un regalo de su tía —la periodista Eva Gutiérrez—, ha llamado la atención de algunos en el set de grabación. Mortensen no es el primero. Bruce Willis preguntó por el tricolor y luego mencionó a Venezuela en una escena de Reprisal al improvisar en el diálogo. Después de la toma le contó a Arévalo que Los Roques era uno de los lugares más bellos que había conocido. Idris Elba se tomó una foto con la cachucha. Un amigo director estadounidense también usa una propia durante los rodajes. “La gorra abre cualquier cantidad de opciones. Desde un small talk hasta crear consciencia de lo que pasa en nuestro país”.

Arévalo se fue de Venezuela a Inglaterra en 2011 para estudiar en el London Film Academy. Para entonces ya tenía una licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

—¿Guardas algún recuerdo o aprendizaje de tus años universitarios en Venezuela que te siga acompañando?  

—Mi época universitaria la recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Fui miembro del primer Centro de Estudiantes de la Monteávila (CEUMA) durante el cierre del canal RCTV y la mayoría de mis amigos más cercanos y queridos, todos regados por el mundo, son de esa época. Fueron tiempos de aprendizaje intenso, tanto dentro como fuera de los salones de clase, aprender a querer a nuestro país, entender tanto lo bueno como lo malo y asumir la herencia generacional que nos tocó.

—¿En qué proyectos audiovisuales participaste en Venezuela?

—Trabajé hace muchos años como asistente de producción en varios comerciales y cortometrajes. Así inicié mi carrera antes de mudarme a Londres en 2011.

—¿Te gustaría ser parte del equipo de un largometraje venezolano en el futuro?   

—Cada vez que me siento a escribir mi imaginación vuela a Venezuela. Mis raíces y mi corazón están allá y sueño con dirigir mi primer largometraje en Venezuela.

—Actualmente, el ojo del cine latino parece estar sobre Argentina, Chile, y México. ¿Cuál es el estatus del cine venezolano en el extranjero?

—Algo bueno que ha quedado de que tantos venezolanos estemos en el exterior es que nos estamos enriqueciendo de manera invaluable, dándole nuevas perspectivas a nuestras historias. Conozco a muchos venezolanos talentosos en el exterior y creo que en unos años el cine venezolano de esta generación va a tener una fuerza potente, justamente gracias a lo que vivimos hoy en día. Nos ha dado perspectiva, experiencia y humildad.

—¿Qué consideras que hace falta para que el cine venezolano tenga más reconocimiento internacional?

—Hay muchísimas piezas cinematográficas venezolanas que me llenan de orgullo y me parecen excelentes. Pero creo que los venezolanos somos un poco atorados. ¡Queremos todo para ya! Y me incluyo. Pero, como dicen por ahí, writing is rewriting (escribir es reescribir). A veces empezamos a rodar con un guion que tiene mucho potencial, pero le falta pulir y afinar detalles.

Además del cine, Arévalo lleva un proyecto personal sobre comida vegana. Entre cortos y películas, estudios de grabación y producción, Arévalo se dio cuenta de que el estilo de vida en un crew de filmación no era saludable. Las comidas rápidas son el día a día. Los horarios a veces roban horas de sueño. Arévalo comenzó la búsqueda de hábitos más sanos y luego combinó su propósito personal con las redes sociales. Así nació Verde is Better.

—Quería utilizar las redes de manera positiva y compartir información sobre el veganismo, rompiendo un poco con los tabúes que dicen que para ser vegano debes ser un activista radical. Lo fusioné con el cine, cuando tenía tiempo libre entre filmaciones, y empecé creando videos de recetas veganas en animación stop motion.

—¿Cuál es tu meta a largo plazo para Verde is Better?

—Tengo muchos planes que están un poco verdes todavía. Pero quiero que se convierta en una fuente de información go-to sobre todo lo que tenga que ver con responsabilidad con el medio ambiente, el planeta, y los animales.

Película de Óscar

El domingo 24 de febrero, Arévalo se sentó frente a la pantalla del televisor junto a un grupo de amigos. Compartían en casa un bowl de cotufas y una botella de vino. Ese domingo se transmitía la edición número 91 de los premios Óscar. Ya habían pasado por la tarima Rami Malek, llevándose la estatuilla a Mejor Actor por su interpretación de Freddie Mercury, y Olivia Colman había sorprendido a todos con su victoria como Mejor Actriz en La favorita. Roma era una de las preferidas de la noche. Alfonso Cuarón obtuvo el Óscar como Mejor Director. Pero, contrario a las expectativas creadas después de los Critics’ Choice Awards, el premio mayor se lo llevó Green Book. Arévalo se emocionó. Era parte del equipo del largometraje que había ganado el Óscar a Mejor Película.

—¿Cuál es fue tu mayor desafío al ser los segundos ojos del director, sobre todo en Green Book que es una especie de road trip?

—Fui la supervisora script de la Unidad de Nueva York. El mayor desafío fue comunicar todo lo que hicimos a la unidad principal y cerciorarme de que todo lo que hicimos sea utilizable. Si no se utiliza el material es por decisión creativa y no por negligencia mía y del equipo.  

—¿Es la primera vez que trabajas con Peter Farrelly?

—Sí, es la primera vez.

—Esta película es una apuesta un tanto diferente a los proyectos de Farrelly a comienzos de los 2000, que eran comedias. ¿Qué aprendiste trabajando con él codo a codo?

—La Unidad de Nueva York empezó a filmar incluso antes de la unidad principal. Fue muy interesante ver tanto a Viggo Mortensen como a Peter encontrar el tono de la historia y los personajes mientras trabajabamos.

—En Hollywood hay un debate sobre la participación de las actrices en las películas, su remuneración y su trato con relación a los hombres. ¿Hay también desigualdad de género en el equipo detrás de escena?

—Existe mucha desigualdad. Solo 4% de los directores en Estados Unidos son mujeres. Poco a poco se está abriendo un camino, pero es largo. Los cargos tradicionalmente llevados por mujeres suelen tener una remuneración menor a los que son normalmente tomados por hombres. Por ejemplo, vestuarista versus el director de fotografía. Lo que se habla es de un inclusion rider, donde se le pide a los grandes productores y directores que como parte de su contrato exijan trabajar con grupos que reflejen minorías, como distintas nacionalidades, géneros, comunidad LGBTQ, entre otros.

Hace siete años, Arévalo dirigió el cortometraje Tia Juana Light. Le gustaría volver a la silla del director para retomar este proyecto, convertido en un largometraje. “Trata sobre una joven mamá en la frontera colombo-venezolana, que bajo una situación absurda encuentra petróleo. Para salvar a su hijo de la guerrilla, es obligada a traficarla. Circunstancialmente se convierte en el Cartel de Gasolina más grande de la zona. Es una tragicomedia con mucho empoderamiento de la mujer. Siempre lo veo como una oda a la mujer venezolana”.


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