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Fotografía de GABRIEL BOUYS | AFP

Bret Easton Ellis y el talento para provocar

por Lauren Christensen

04/04/2019

A Bret Easton Ellis no le es ajena la mala publicidad. Desde que su novela debut, Menos que cero (1985), lo convirtió en una sensación literaria, su ficción violentamente nihilista y su personalidad pública políticamente incorrecta han provocado tanto furia como reconocimiento. Después de tres décadas, otras cinco novelas y una colección de cuentos, así como un pódcast y más de un puñado de disputas con los medios, Ellis aún tiene cosas que decir. El 16 de abril publicará su primer libro en nueve años, su debut en el género de no ficción: una colección de ensayos llamada White. No a todos les va a gustar. Pero a él no le importa.

“No estoy preocupado por ello”, comentó. “Este es el tipo de libro que adquiriría un coleccionista de la obra completa de Bret Easton Ellis”.

Para los que no forman parte de esa categoría, he aquí un recordatorio: el éxito (aunque con una recepción mixta) de su presentación en sociedad en 1985, acerca de las escapadas inmorales de adolescentes ricos y desafectos de Los Ángeles, convirtió al autor, entonces de 21 años y estudiante universitario de tercer año, en personaje elemental del entorno social neoyorquino. Fue fotografiado en todas partes, desde los MTV Movie Awards hasta el club nocturno Nell’s en Manhattan. Ha descrito su apartamento de ese entonces en el East Village como una “guarida cocainómana de iniquidad”. Sus detractores lo tildaron de ser solo un niño terrible (enfant terrible), alguien a quien le gusta impactar; sus fanáticos decían que con sus personajes definió a toda una generación.

Fue durante esos años pródigos, después de que una segunda novela más convencional fue recibida con indiferencia, que Ellis escribió la novela negra neoyorquina American Psycho, acerca de un financiero desalmadamente materialista de 26 años que sufre una crisis mientras comete de manera patológica crímenes espantosos, como violaciones y asesinatos. Algunos pasajes macabros se filtraron y fueron publicados por las revistas Time y Spy; los extractos indignaron a varios en la sociedad estadounidense tanto que dos meses antes del lanzamiento planeado, en noviembre de 1990, la editorial Simon & Schuster canceló el libro. Dos editores en Alfred A. Knopf de inmediato lo rescataron y lo publicaron bajo el sello Vintage en marzo de 1991.

“Le entregamos un éxito en ventas a Knopf”, recordó Robert Asahina, el editor de Simon & Schuster que había adquirido el libro. “Resultó favorable para todos excepto para nosotros. Bret se merece todo el éxito que obtuvo”.

No obstante, el éxito no fue todo lo que ganó. También llegaron amenazas de muerte a su correo. La feminista Gloria Steinem repudió el libro y la activista Tammy Bruce pidió boicotearlo. En la reseña de The New York Times, Roger Rosenblatt dijo que la novela era el “diario que Dorian Gray habría escrito si hubiera sido un estudiante de bachillerato”. La reseña en la revista Spy acusó a Ellis de tener tan poco talento que debía recurrir al escándalo para vender un libro: “No hay muchas cosas tan enfermizas como el barbarismo misógino de esta novela, pero el cinismo despreocupado de Ellis cuando lo justifique será casi igual de repelente”, escribió Todd Stiles.

Así que esa ha sido la pregunta constante en la carrera de Ellis: ¿tiene talento o solo es provocador?

“Ciertamente no es aburrido y a la gente le gusta hablar de personas que no son aburridas”, comentó la novelista Ottessa Moshfegh (quien se dice admiradora de Ellis). Para Ellis, la fama y la controversia siempre han ido de la mano. Sin embargo, jura que su intención jamás ha sido ofender; tan solo está enfocado en hacer arte por el gusto de crearlo y, si eso te molesta, que así sea. “Nunca me ha interesado hacer enojar a nadie”, comentó. “Ese es un desperdicio de tiempo. Siempre se ha tratado de querer expresarme de manera genuina, sin pensar en la audiencia en absoluto”.

La indignación colectiva en torno a American Psycho ayuda a dar contexto a varios ensayos en White, cuyos temas van de la infancia de Ellis en los años setenta en Sherman Oaks, California —un lugar de la clase media alta—, pasan por sus críticas de películas y de actores y tocan temas como el presidente estadounidense, Donald Trump, y las burbujas ideológicas en redes sociales. En un ensayo de White, titulado “Liking”, Ellis denuncia el “espantoso auge de que algo sea ‘identificable’: la inclusión de todas las personas en la misma mentalidad […] la ideología que propone que todos deben estar en sintonía en el mejor canal”.

Ellis, ahora de 55 años, ha protagonizado durante la última década los encabezados más por sus opiniones francas que por cualquier producto creativo. Hubo un tuit de 2013 —“Kathryn Bigelow sería considerada una cineasta ligeramente interesante si fuera hombre, pero, como es una mujer muy sensual, está muy sobrevalorada”— que desató tal furor que tuvo que publicar una disculpa formal. Se ha quejado de los partidistas liberales que creen que él es un apologista de Trump y ha defendido los recientes comentarios a favor del conservadurismo de Kanye West. Le dijeron racista después de que afirmó que la película Pantera negra solo era una gesto propiciatorio para Hollywood por su “iniciativa de diversidad”.

“Últimamente, lo que me ha molestado es el mundo de Twitter. Cómo, puesto que no hay contexto ni matices y todos son tan histéricos, te tachan de cosas que no eres”, comentó Ellis. “La policía del lenguaje es un asunto difícil con el cual lidiar cuando eres una persona creativa”. Preferiría que todos simplemente se calmaran.

En algunos aspectos, el mismo Ellis se ha calmado. Estaba parado afuera del ascensor de el edificio en el que vive, ubicado en West Hollywood, con una bolsa de basura en la mano: esa imagen de un hombre de cabello cano, que viste una camiseta polo desgastada, lucía muy distinta a la del hombre provocador que frecuentaba muchos eventos sociales. “Ya no voy a fiestas”, comentó. “Creo que ya estoy viejo para eso”.

También está viejo para el fatalismo que muchos ven en la situación sociopolítica actual, pues prefiere tratar el ciclo noticioso como un entretenimiento fugaz en vez de como señal del fin del mundo (“La verdad, Jared Kushner se ve muy bien en traje de baño”, bromeó sobre el yerno de Trump). Su tono de ligereza en este asunto parece una extensión del tono displicente que utiliza a lo largo de White, que trata temas políticos solamente como leña para realizar soliloquios estilizados.

Su apatía no necesariamente es bien vista por sus colegas. “Me confunde un poco su rechazo a las élites liberales de la costa, pues es evidente que él es uno de sus miembros en muchos aspectos”, comentó Jay McInerney, novelista y amigo de Ellis en sus épocas fiesteras.

Ellis ya ha aclarado que no votó por Trump, como algunos creían, y aseguró que él advirtió desde un inicio sobre el poder que tenía el ahora presidente estadounidense cuando solo era un capitalista célebre. Ellis recordó que cuando estaba escribiendo American Psycho: “Todos en Wall Street leían El arte de la negociación” de Trump y que eso lo molestó tanto que decidió “convertirlo en la figura paternal de Patrick Bateman”.

Al mismo tiempo, admite que ser “enérgicamente apolítico” es algo que sí puede permitirse porque no se ha visto tan directamente afectado por la situación política en Estados Unidos, ya que es un “hombre blanco y privilegiado” (ese era el título original de su serie de ensayos: White Privileged Male; al final quedó solo la primera palabra).

El desapego no solo es la mentalidad de Ellis, sino también su mantra artístico. “La neutralidad, la distancia, la cautela: siempre he creído en esos rasgos como mi estética rectora”, comentó.

White sigue ese ejemplo, explicó: “Mi enfoque fue el mismo que utilicé en las novelas, de una manera literaria. Quería que el lector sintiera que convive directamente con ese personaje, que el narrador soy yo, pero que a la vez no soy yo”. Toda la obra de Ellis de cierto modo trata con esta identidad cambiante y la interacción entre los hechos y la ficción.

La indiferencia de Ellis también es parte de su vida privada. “Estoy en un buen momento en cuanto a que nada me importa en realidad”, dijo. “Esa es la libertad, no preocuparte de lo que piensa la gente sobre ti. No preocuparte de ser atractivo. No preocuparte de la carga relacionada con el sexo”.

Ellis se encuentra en una relación amorosa que ha sido la de mayor duración hasta la fecha, con un músico de 32 años llamado Todd Schultz. Su cortejo, que comenzó hace diez años en una cena en la que Schultz era novio del anfitrión (Ellis agrega: “Yo fui la Angelina”), terminó con lo que el autor llamó sus “años sórdidos de soltería”.

A pesar de que se presenta a sí mismo como alguien de mediana edad que ya solo es un “liberal de centro expracticante”, Ellis sí mantiene un espíritu jovial de ironía discreta, irreverencia y una curiosidad artística incansable. Es la encarnación de cómo todo y nada ha cambiado entre el mundo predigital de 1985 y la actualidad.

Ellis, al fin y al cabo, ha dejado claro en toda su obra que el mundo está repleto de momentos absurdos en medio de la desolación, la comedia y la belleza plástica.

Sin embargo, tampoco quiere que dediquemos mucho tiempo a pensar en esas cosas. Para Ellis, la literatura, Twitter, la política, las relaciones, la vida en sí… nada debe tomarse muy en serio. “¡Disfrútalo! Que el mundo te interese. Ahonda en él”, aconsejó. “No obstante, no convirtamos todo lo que escribo en una suerte de advertencia al público”.

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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.


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