An Art Basel patron uses her cell phone to take a picture of 'The Beatles Portfolio, London, England' By American Fashion Photographer Richard Avedon during the Art Basel Miami in Miami, Florida December 6, 2017. - Art Basel represents over 250 art galleries onsite at the Miami Beach Convention Center and is considered one of the world's largest art festivals with art events throughout the city. (Photo by RHONA WISE / AFP) / RESTRICTED TO EDITORIAL USE - MANDATORY MENTION OF THE ARTIST UPON PUBLICATION - TO ILLUSTRATE THE EVENT AS SPECIFIED IN THE CAPTION
Fotografía de Rhona Wise | AFP

A cincuenta años del Álbum Blanco, una reedición revela el proceso de los Beatles

por Jon Pareles

14/11/2018

Un sonido muy casual requirió de esfuerzos excepcionales. Eso queda claro con la reedición por el cincuenta aniversario de The Beatles, el álbum doble que ha sido apodado el Álbum Blanco (White Album) desde su lanzamiento en noviembre de 1968.

Por un lado, el Álbum Blanco marcó un cambio después de la formalidad orquestal y experimentaciones de Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band. Sus enfoque principal fue hacer regresar a los cuatro músicos a rasguear la guitarra y el bajo, a aporrear el piano y golpetear la batería. Durante todo el álbum se escuchan risas y bromas, como si el proceso de hacer la música fuera pura juerga.

Pero la verdad, como lo han sabido desde hace tiempo los fanáticos de los Beatles, el Álbum Blanco no fue un paso atrás después del Sargento Pimienta. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr trabajaron arduamente, con tomas y grabaciones hechas en vivo de inicio a fin a modo de cimientos. En el estudio, los Beatles tocaron una y otra vez cada canción, en ocasiones en sesiones hasta muy entrada la noche que desgastaron a los productores e ingenieros de sonido. La nueva edición del Álbum Blanco demuestra esa labor; por ejemplo, incluye la toma 102 de “Not Guilty”, de Harrison, una canción que ni siquiera fue incluida en el disco de 1968.

La edición del aniversario consta de seis CD (dos son remixes de los elepés originales y los cuatro restantes son en su mayoría grabaciones inéditas), así como un Blu-Ray con mezclas en alta definición; todo viene con un tomo de pasta dura con anotaciones e imágenes de las letras escritas a mano. En uno de los discos vienen los llamados demos de Esher: grabaciones multipistas con guitarras y vocales acústicas. Son bosquejos iniciales, en ocasiones hechos en tono de broma, que después fueron desarrollados. Los otros tres discos ya toman las sesiones en el estudio.

El mito que rodea el álbum es que trabajar en él fue el inicio del rompimiento de los Beatles, pero estas horas y horas de grabaciones inéditas muestran a una banda que disfruta, de manera paciente y jovial, trabajar en conjunto.

El Álbum Blanco es casi antológico; cada Beatle escribió canciones a las que después se sumaron los demás. La variedad es justamente el propósito, le da cuerda a la idea impulsada con Sargento Pimienta de que la música de los Beatles no estaba atada a un formato, una era o un estilo. Las canciones demuestran las influencias y concurrencias con toques de blues, country, jazz de los años veinte, psicodelia, clavecín barroco, bossa nova, Bob Dylan, du duá, música de salón, bandas de vientos, ska jamaiquino, los Beach Boys. Para los Beatles en 1968 todo valía.

Algunas de las canciones hacían referencia al clima sociopolítico. Está “Revolution”, escrita por John Lennon, con dos versiones particularmente conocidas, una más rockera lanzada en agosto de 1968 y otra en la que Lennon jugó con la letra para decir “count me out, in”: no cuenten conmigo, o sí. También están “Piggies” de Harrison, que se mofa de la autocomplacencia de las clases altas, y “Blackbird”, de McCartney, que de manera sutil con algo de folk rinde honores al movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.

Pero en general el álbum era menos temático y más interior y caprichoso; el orden de las canciones está pensado para explotar los contrastes. Desde el rock estrepitoso de “Helter Skelter” hasta reflexiones casi privadas con “Julia”, las quejas existenciales de “Yer Blues” o las cavilaciones de “While My Guitar Gently Weeps”.

Ese sentido de espontaneidad es la ilusión mejor lograda por el álbum, como evidencia la abundancia de tomas en la reedición. Después de la vigésima octava sesión de “Blackbird”, se escucha a McCartney preguntarse si no sería mejor hacerlo “más suave”. Otras tomas inéditas tienen a Harrison recortando letras algo trilladas de “While My Guitar Gently Weeps” o cómo fue evolucionando el sonido de “Ob-La-Di, Ob-La-Da”. Hay una toma de “Helter Skelter” de trece minutos de duración (nueve más que la versión editada) en la que los Beatles suenan casi como una banda psicodélica.

Varias remasterizaciones del Álbum Blanco han sido lanzadas a lo largo de los años, pero esta edición es mucho más juguetona. Giles Martin, el hijo del megaproductor George Martin, hizo la remezcla junto con el ingeniero Sam Okell a través de cada instrumento y voz en las canciones. Fueron cambiados varios detalles, algunos como se acostumbra al pasar de vinilo a digital, y otros que son más una decisión personal.

Por ejemplo, las mezclas originales de los Beatles en LP ponían a los instrumentos y las voces en bandas distintas, con sonidos dispares en cada canal estéreo. Las mezclas de 2018 tienen a las voces y partes instrumentales clave hacia el centro, algo más convencional. Aunque cada canción tiene sus particularidades: “Dear Prudence” tenía el bajo hacia la izquierda en 1968, pero en la edición de aniversario el sonido de ese instrumento va cambiando de lado; “Birthday” de 1968 tenía al bajo y la guitarra al centro y las vocales se movían entre izquierda y derecha, pero en 2018, el bajo está a la izquierda, la guitarra a la derecha y las vocales al centro, un cambio casi de adentro hacia afuera.

Queda claro que después de medio siglo las canciones del Álbum Blanco aún pueden sorprender.

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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.


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