Perspectivas

¿Qué esperar luego del 20M?

25/05/2018

Fotografía de Prensa Presidencial

La coyuntura electoral vino y ya pasó. Fueron unas presidenciales convocadas anticipadamente por un cuerpo institucional ilegítimo, la Asamblea Nacional Constituyente. Desde que se abriera el proceso y aún antes, estuvo plagado de irregularidades, bajo la mirada impasible de un CNE controlado por Nicolás Maduro y al servicio de los intereses de su cúpula militar y civil. Fueron unas presidenciales que la comunidad internacional rechazó, por no cumplir estándares democráticos internacionales, y la mayoría de los partidos políticos opositores también, por negarse el gobierno durante las negociaciones en República Dominicana a dar mínimas garantías para unas elecciones justas y transparentes. No obstante, algunos candidatos opositores hubo, pero a nadie tomó por sorpresa que esa noche el CNE proclamara a Maduro presidente para un nuevo período de seis años.

En mi criterio, estos comicios no son ningún momento de inflexión en la larga y abismal crisis venezolana, en el sentido de producir un cambio significativo de lo que ha venido ocurriendo. Fueron un episodio más en la continuada marcha del gobierno hacia su meta, que es la estabilización de un régimen autoritario de vocación totalitaria. Lo veo como un episodio donde Maduro sobrevivió una vez más gracias a que talló a su medida este proceso. El chavismo evaluó la necesidad de darle un maquillaje seudo democrático al régimen y encontró algunos actores políticos que le hicieron comparsa. Sin embargo, no todo salió como Maduro esperaba. Así es la política.

El domingo en la noche hubo dos elementos que sorprendieron porque no estaban previstos. El primero fue la no participación de una porción amplia de los ciudadanos que, en números oficiales poco confiables, alcanzó el 53% del registro electoral. Otras fuentes la ubican más bien alrededor del 60%. Como no hubo una infraestructura política opositora suficiente que monitoreara la votación a lo largo del día en las mesas de votación, y como el software de las máquinas de votación está bajo el control de las autoridades electorales que carecen de independencia frente al Ejecutivo Nacional, quedémonos con estos dos estimados de este fenómeno. Cualquiera que sea, ha sido el promedio de abstención más elevado en la historia electoral de presidenciales del país. Y eso nos debe decir algo. Independientemente de si atendieron el llamado de la MUD, que no creo que fuera el caso de una porción significativa de los ciudadanos que se quedaron en sus casas, lo cierto es que fue la no participación la que mejor expresó el rechazo de la ciudadanía a la permanencia de Maduro y su gobierno.

El otro elemento fue la decisión de Henri Falcón, candidato opositor por Avanzada Progresista, una fracción del partido COPEI y el MAS quien, a última hora, y antes de que Lucena, la presidenta del CNE diera los numeritos oficiales, desconoció el proceso electoral, al cual se sometió contrariando en su momento a los compromisos unitarios acordados a principios de año por partidos de la MUD, cuando falló la mesa de negociación en República Dominicana. Alegó que el proceso violó los compromisos que había firmado el oficialismo con él para esta elección y la calificó por tanto de irreal e ilegítima. Creo que lo salvó la campana, porque de haber reconocido los resultados como legítimos, o haberse ido a la cohabitación con el nuevo gobierno de Maduro, hubiera pasado a la irrelevancia. El otro candidato opositor, Javier Bertucci, también exigió, al menos esa noche, un nuevo proceso electoral.

Gracias a estos dos elementos resaltantes de la jornada del 20M, el lunes Maduro amaneció, en mi criterio, un poco más débil políticamente de lo que estaba. O, quizás más vulnerable, según la evaluación que hiciera John Magdaleno de su interpretación de los resultados electorales. Las declaraciones de Falcón han dado pie a la apertura de un potencial espacio político para que factores opositores puedan conversar y quizás ponerse de acuerdo. Ahora todos comparten que las elecciones fueron fraudulentas. Unos por origen, otros por rompimiento de un acuerdo, que cualquiera que conociera al gobierno de Maduro, sabía que iba a romper. Con ello, también, todos se ponen a tono por el momento con el Grupo de Lima, varios gobiernos de occidente y la comunidad democrática internacional. Esto es muy valioso políticamente y si no se aprovecha se nos irá la oportunidad.

Por otra parte, Maduro y su gobierno, aunque quizás un poco preocupados, no acusan recibo. Para ellos su objetivo pareciera ser desde hace ya bastante tiempo simplemente sobrevivir, seguir en el poder y eso vale para cada día que permanecen en Miraflores. Esa noche sobrevivieron una vez más. Eso les basta.

Pero la crisis socioeconómica sigue su curso al abismo, la crisis humanitaria se agrava, la migración se acrecienta y los militares… ¿qué pasa con ellos? Pues nada, siguen lucrándose a costa de la sociedad, el país, el territorio. Sin embargo, tensiones hay -se han visibilizado nuevas detenciones y circulan rumores e informaciones sobre su descontento- pero, ya veremos si este mensaje de la población del 20M les dice algo, cale en algunos, a ver si usan la cabeza y terminan por tomar alguna decisión para presionar a Maduro y su combo para que se vayan. Hoy, de modo análogo a lo que viene sucediendo en Nicaragua, no pareciera haber lugar para la cohabitación, sino para negociar condiciones de salida. Son cinco años de luchas infructuosas y costosas por parte de la sociedad civil y política contra un gobierno que cierra toda salida pacífica, todo porque los militares y unos civiles desalmados no tienen escrúpulos para saquear este país, maldito por sus recursos.

¿Por dónde seguimos?

Considero que en el país existe hoy una estructura de oportunidades propicia para alcanzar en los próximos meses el cambio político en paz. Así pareciera revelarlo la combinación del agravamiento de las condiciones socioeconómicas por la hiperinflación, las amenazas de embargo sobre la producción y los bienes petroleros de la nación, como consecuencia de la sentencia favorable a la Conoco-Phillips en un tribunal de EEUU, con la firmeza y creciente coherencia de las acciones de la comunidad democrática internacional sobre el gobierno para que regrese al hilo constitucional y atienda la crisis humanitaria. Ahora, las señales emitidas el 20M por la ciudadanía que usó las elecciones para transmitir su inconformidad, y unos actores políticos opositores que participaron y luego rechazaron el evento de votación, le echaron un poco más de leña al fuego.

¿Cómo aprovechar esta oportunidad para convencer al gobierno de Maduro o a alguna de las facciones militares que lo apoyan que el tiempo ya se agotó y es tiempo de irse? ¿Cómo se fractura el bloque de dominación?

Las próximas semanas y meses serán complicadas, pero quizás decisivas. Ante ello, es necesario repensar tanto la acción colectiva, como las estrategias de actores políticos para impulsar el desenlace.

Para ello, la sociedad, sus ciudadanos, sus organizaciones sociales, sus ONG, deberán seguir poniendo su parte, además de su sufrimiento. No existe fórmula mágica para superar las dificultades impuestas por un régimen que camina hacia un mayor autoritarismo, y hace uso de instrumentos de represión y guerra psicológica propias de una mentalidad totalitaria, es decir, sin escrúpulos.

En este contexto, es importante tomar conciencia de que una salida en paz hacia una transición democrática no es fácil, es casi inédita y exige mucha creatividad, perseverancia, cabeza fría, solidaridad y apoyo internacional. No pareciera ya que los venezolanos solos podemos derrocar semejante régimen. El estado de necesidad de la mayoría es una importante limitación. Como lo es la fragmentación y debilidad que hoy muestran los partidos políticos de vocación democrática. Pero, dicho esto, sólo nosotros podemos dar las estocadas decisivas para ese final, eso no lo puede hacer la comunidad internacional.

Entonces, para la ciudadanía, para nosotros civiles desarmados, que apostamos por la vida, no existe otra opción que la salida pacífica, no violenta. De eso debemos convencernos y cada uno actuar en consecuencia. Las fórmulas para esa salida no son tan variadas: se lucha por la renuncia de Maduro, algo en lo que debemos siempre insistir, porque sería la menos dolorosa para el cuerpo social, ya que podría iniciarse una transición incruenta; o, sin que sean excluyentes, nos nucleamos en torno a la transición por medio de unas elecciones en condiciones justas, equitativas y transparentes para conformar un gobierno legítimo. No renunciemos a ninguna de las dos, pero en este momento ambas se dificultan por la desmovilización de la ciudadanía y el descrédito que ambas estrategias padecen. Eso debemos superarlo.

Otro gran problema que tenemos se encuentra en la desconfianza, rechazo y/o el descrédito de muchos dirigentes y partidos opositores. Es también un gran escollo pues sin partidos robustos difícilmente podremos alcanzar una transición pacífica y democrática. Enfrentar un gobierno como éste de Maduro ha implicado para muchos políticos persecución, prisión, amenazas a sus familias. Los diputados van para dos años sin sueldo, algunos han sido malheridos por paramilitares chavistas ante la mirada impávida, si no la complicidad, de la Fuerza Armada. Diputados, alcaldes y otros dirigentes se encuentran hoy presos, en el exilio o enfermos. Recordemos eso a la hora de criticarlos, y sin dejar de hacerlo, reconozcamos también aciertos como las parlamentarias de 2015.

Pienso que, ante el panorama actual, la sociedad civil y la ciudadanía debe tomar un rol más activo. En los años recientes se ha visto una multiplicación de organizaciones civiles, de ONG y de distintos grupos y plataformas sociales, constituidos para proteger y garantizar derechos que nos han sido despojados por la dictadura. Están casos como las organizaciones que defienden el derecho a la salud de la  ciudadanía, otros que atienden a niños, adolescentes y  mujeres, expuestos a la violencia y pobreza, redes sociales que periodistas valientes han tejido para garantizar el derecho al acceso a información veraz y la libertad de expresión, ONG que monitorean la violación de los DDHH de los presos políticos, de las cárceles, de los trabajadores, en fin, Venezuela tiene hoy un tejido social más denso, más solido, que será invalorable cuando hayamos llegado a la puerta de esa transición que anhelamos, porque garantizará unas bases más enraizadas en la sociedad de las instituciones democráticas. Una sociedad civil que sabe por propia experiencia la necesidad de protegerse de las arbitrariedades del poder y defender su autonomía.

Esa sociedad deberá, sin embargo, dada la gravedad de la coyuntura, tomar, en mi opinión un protagonismo mayor ante el colapso de los actores políticos democráticos. No para desplazarlos de sus responsabilidades, pero sí, quizás, para demandar de ellos mayor madurez para resolver la conflictividad entre ellos, que vergonzosamente expusieron en este proceso electoral; exigirles mayor responsabilidad en sus obligaciones, ayudándolos entre otras tareas urgentes a dibujar y componer, con las demandas de la ciudadanía, una narrativa del futuro compartido, que sirva para incentivar y movilizar de nuevo. La ciudadanía, la sociedad civil y la militancia de los partidos deben exigir una renovación de los liderazgos de los políticos. Vemos a algunos liderazgos agotados o limitados por ópticas que no corresponden a estos tiempos. Los relevos deben, a su vez, prepararse para administrar un país devastado con austeridad y honestidad. Otra gran urgencia es volver a encontrar una dirección política unitaria cuya estrategia no se limite a lo electoral, sino que abarque múltiples estrategias de resistencia y lucha en dictadura. Una dirección con coordinación de lo social con lo político, frenando la cooptación a la que suelen estar acostumbrados los políticos frente a los activistas sociales.

¿Cómo se hace esto? Las respuestas son nuestro desafío. Las innovaciones deben estar a la orden del día. Insistamos en una salida pacífica, que el bloque de dominación militar y civil que se ha apropiado del Estado y ha desmembrado a la nación, hoy nos niega. Pero, la política es el arte de lo posible y a ellos debemos remitirnos: con movilización, consultas, asambleas, innovaciones organizativas, estrategias múltiples, con vasos comunicantes entre actores políticos, sociales, academias, iglesia, participando y respetando los espacios de cada quien en las tareas de construir primero en el imaginario, para luego plasmar en el territorio a través de instituciones y estructuras organizativas, otro país donde podamos reunirnos de nuevo, reconocernos como nación. El gobierno ha logrado desacreditar la vía democrática y pacífica, dividir a los partidos, y frustrar a la población. A esto debemos sobreponernos para mostrarle que no puede truncar nuestras aspiraciones de un país libre y con bienestar. Ahora más que nunca debemos levantarnos y continuar, pues las condiciones nos favorecen, muchos países con sus ciudadanos nos están echando una mano. El eslabón que falta para rematar la tarea está en cada uno de nosotros, en nuestra responsabilidad política como ciudadanos de informarnos y actuar, y en las organizaciones que constituimos, apoyamos y controlamos, actuando colectivamente y con firmeza, desprendimiento personal y honestidad.


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