EntrevistaPolítica

Jorge Roig: «La democracia es más testaruda que cualquier revolución»

Fotografías de Roberto Mata

10/12/2017

Lo que sigue más abajo es la visión que tiene Jorge Roig del país. Su participación en la comisión técnica que asesora a los representantes de la oposición que negocian con el gobierno en República Dominicana fue metida y consultada con personas, cuyas opiniones ratificaron lo que le decía su instinto. “Hay que arriesgar y apostar por las cosas en las que uno cree”.

Pero también hay otros elementos que jugaron a favor. “No quisiera pensar en lo que le puede pasar al país si las negociaciones fracasan”. La crisis económica nos ha colocado al borde del precipicio y las sanciones aplicadas por Estados Unidos le restan operatividad —léase una caída continua de la producción petrolera—, que pone en riesgo a PDVSA y por tanto al motor de la economía venezolana. Pendemos de un hilo que seguramente se romperá en 2018, si no hay cambios significativos en la conducción del país. Se ha dicho hasta la saciedad, pero a veces lo obvio es necesario. “No soy fatalista nunca, pero esta es quizás la última oportunidad que tiene el país de reencontrarse y de discutir en una mesa de negociación, con acompañantes internacionales, la mejor manera de resolver esta crisis que a todos nos agobia. Si hay voluntad política de las partes podemos explorar un camino interesante”. Que quede claro lo que dice Roig: “con acompañantes internacionales”. Y ese es el punto que los negociadores —los actores políticos del gobierno y la oposición— no pueden subestimar ni ignorar, a riesgo de sumir al país en lo desconocido.

No he encontrado a nadie, entre intelectuales y politólogos, que apueste por estas negociaciones. Los primeros dicen que el chavismo ha entrado en una fase dictatorial y no tiene ningún interés en negociar y los segundos advierten que el pliego de la oposición es muy ambicioso, que estos procesos avanzan en el más estricto secreto. ¿Usted qué piensa?

Si no habías encontrado a nadie, acabas de encontrar a la primera persona que le apuesta a este proceso. Tienes, además, a los demás integrantes de la comisión asesora y seguramente a muchos venezolanos. Cuando digo apostar es en el entendido de que deseamos que tenga éxito y de que no tenemos otras opciones. Yo respeto a quienes son escépticos, con razón o sin ella. Muchos, simplemente, porque ya no creen en nada o están desesperanzados. Lo que critico es que ellos no me dan una alternativa mejor. Hay quien sueña con que los marines van a desembarcar en Puerto Cabello y esto se va a liberar, o a que al señor Padrino López le va a venir una epifanía democrática de la noche a la mañana y va a poner orden. Como esas cosas no las sé y no puedo influir, lo único que me queda es apostar, lo hago por convicción. Tengo que decir que en el camino me he encontrado con más aliados que detractores.

¿Podría decir qué motivaciones tienen esos aliados?

Este proceso reviste características diferentes a los anteriores. Y la primera es quitarle la palabra diálogo. Dialogo sería un poco esta conversación que tenemos tú y yo. No. Esto es una negociación. Tú tienes algo que yo quiero y yo tengo algo que tú quieres. Vamos a ver si la podemos intercambiar. Tenemos algo que queremos uno del otro. En segundo término, tenemos unos testigos para que los términos sean los más adecuados y la metodología bien puesta. Para que, además, lo que acordemos entre tú y yo no es para que mañana uno de nosotros diga yo no dije eso. En tercer término, creo que el gobierno tiene mucho interés en negociar por el tema de las sanciones económicas.

La oposición sufrió una derrota espectacular el 15 de octubre.

Absolutamente.

¿Qué cosas podría poner la oposición sobre la mesa que le interesen al gobierno?

Es una pregunta muy lógica, pero hay dos cosas que le pueden interesar al gobierno. En primer lugar gobernabilidad. El gobierno no está gobernando. Toma decisiones, promulga decretos leyes que no se aplican. Inventa cosas todas las semanas, algunas desesperadas como la criptomoneda. Pero la verdad es que no tiene una gobernabilidad en el país y toma decisiones que no son reconocidas por la comunidad internacional. Pero lo que ellos piensan, y donde la oposición puede ayudar, es en el tema de las sanciones. No es poca cosa. Aparentemente el gobierno aprendió a vivir con default, pero no con las sanciones. Las sanciones son muy complejas y han provocado, por ejemplo, que se pierda operatividad en la industria petrolera. Solamente este mes, mientras estamos hablando, se perdieron 20.000 barriles. El mes pasado se perdieron 100.000 barriles. Maduro ha perdido 700.000 barriles. Cuando no puedes operar, cuando no puedes comprar porque no tienes tarjeta de crédito en el exterior, cuando no puedes vender y tu dinero es de Monopolio, el gobierno piensa que normalizar la situación del país, mediante un acuerdo promocionado por la Asamblea Nacional ante los ojos del mundo, ayudaría a flexibilizar esas sanciones. Son cosas que tienen probabilidades.

Si hay un acuerdo de gobernabilidad, seguramente la oposición va a tener que apoyar algunas medidas económicas muy duras e impopulares. ¿Va a haber  «una quita»  —para decirlo en términos de la deuda externa— de la responsabilidad del gobierno con relación al desastre que estamos viviendo, a la crisis, al sufrimiento de la gente? ¿La oposición va a hacer borrón y cuenta nueva?

No voy a hablar por la oposición, yo estoy ahí en una característica de asistencia técnica y a la cual me quiero limitar. Pero lo que es evidente es que la responsabilidad absoluta de todo lo que ha ocurrido es del gobierno. Cuando te hablo de ayudas en algunas materias es simplemente aprobar algunas operaciones que necesitan pasar antes por la Asamblea Nacional, que sean beneficiosas para el país. No veo a ninguna oposición ni a la AN negando una ayuda humanitaria para Venezuela cuando sabe que hay gente que se está enfermando y muriendo en los hospitales. No veo a la AN negando una ayuda para traer alimentos al país. No veo a ninguna oposición que se vaya a negar a que se suelten a presos políticos. Cuando dices que la oposición pide cosas ambiciosas, lo primero que te quiero decir es que es bastante ingenua porque está pidiendo cosas que están en la Constitución. No hay nada extraordinario y eso le da mucha fortaleza a la hora de negociar. La colaboración y cohabitación se limitaría a lo que tiene que tener una democracia: Yo te hago oposición a ti en tanto y cuando me parece que las medidas no son acertadas para la población venezolana y te apoyo si las medidas que tomas son buenas para la población venezolana.

Cosas que están contempladas en la Constitución. Cosas que en este momento o no existen o están… vamos a utilizar la palabra congeladas. Si esa es la realidad es porque el gobierno tiene un talante, un carácter autoritario, incluso, dictatorial. Diría entonces que la discusión no pasa por las sanciones o no, por las garantías constitucionales o no, sino por algo más primario, ¿En Venezuela hay o no una democracia? Ese es el punto. ¿Ustedes se han planteado eso?

Totalmente. Creo que no hay ingenuidad en la mesa negociadora. También creo que se ha subestimado al adversario que tienes al frente, lo digo por la oposición y en líneas generales. Hoy día, nadie duda del talante antidemocrático de este gobierno. En lo que no puedo estar de acuerdo contigo es que las sanciones ocurren porque el mundo que sí salvaguarda la democracia cree que esto se puede convertir en un problema geopolítico importante, no solo por la ubicación de Venezuela, sino por el dominio de sus reservas, y por esas razones está muy interesado, muy pendiente, de que aquí haya una democracia. No. Las sanciones ocurren porque tú te apartaste del camino democrático y si la oposición mañana se aparta de ese camino las sanciones vendrían igual. Hay una Constitución que establece la separación de poderes. Tiene que haber respeto por la Asamblea Nacional y cuando el gobierno dio ese paso sabía muy bien lo que estaba haciendo. Cuando el gobierno convoca a la ANC lo hace como una medida desesperada, porque estaba prácticamente sin ninguna capacidad de maniobra. Corría un riesgo y lo asumió. Ahí fue cuando el mundo dijo: te saliste de la ruta democrática y te voy a obligar a que retomes la ruta democrática. No es con una invasión de los marines, ni es con una guerra, sino con sanciones económicas, que es lo que yo puedo hacer en este momento.

El gobierno, a través de Jorge Rodríguez, dice que no va a haber negociación a menos que la oposición le pida al gobierno estadounidense que levante las sanciones. ¿Puede la oposición venezolana pedirle a un gobierno soberano, como el de Estados Unidos o a Bruselas, por hablar de la Comunidad Europea, si es el caso, que levante las sanciones? No veo factible que la oposición o la Asamblea Nacional puedan influir en decisiones soberanas que han tomado otros gobiernos.

Eso es absolutamente cierto. La oposición ni pidió las sanciones, ni puede decir que las quiten. Lo que la oposición sí puede hacer, en caso de que eso se vuelva a una normalidad, es pasar un acuerdo por la AN y comunicarle al mundo que aquí hay un pacto de gobernabilidad. En ese momento, cada país tomará sus decisiones. Repito, las sanciones se aplican porque tú te saliste de la ruta democrática. En el momento en que regreses a ella, dejan de tener sentido. Sería ingenuo pensar que las van a quitar de la noche a la mañana. Zimbabue vivió mucho tiempo con waivers —espacios donde puedes hacer cierto tipo de operaciones— pero las sanciones se mantenían para recordarte que «si te vuelves a desviar, te vuelvo a penalizar». Lo que sí puede ocurrir es que aquí se den una serie de permisos especiales, por ejemplo, en temas de reestructuración de deuda que resulten beneficiosos para el país, operaciones particulares que se puedan presentar en conjunto, donde, si todos estamos de acuerdo que se celebren, las sanciones no lo puedan impedir. Recordemos que las sanciones no son para alimentos o medicinas. El dilema de qué fue primero, ¿el huevo o la gallina?, aquí no funciona. Quien tiene que demostrar, y esto es muy claro, que volvió al camino democrático es el gobierno. No es verdad —como lo planteó Jorge Rodríguez a comienzos de semana— que aquí se llama a elecciones si hay acuerdo. Es al revés. Si no hay elecciones jamás se van a levantar los acuerdos. Uno no puede caer en esa retórica previa a las negociaciones.

Algo que llama la atención es que luego del fracaso de las elecciones regionales, alguien, no sé si Julio Borges, haya propuesto una comisión asesora, de la cual forma parte usted y otras personalidades. Uno podría decir que se trata de una jugada estratégica, una jugada inteligente, de alguna manera se está legitimando el diálogo. ¿También pensó usted estratégicamente en función del planteamiento que le estoy haciendo?

Sí, no tengo la menor duda de que la razón fundamental de que un sector político que ha sido inclusivo y ha dado señales clarísimas de que se tiene que abrir este proceso de negociación, más allá de las cuatro personas que venían defendiéndolo, le está dando un peso a la discusión técnica que hubo en Santo Domingo. Nadie puede dudar de la experticia de Asdrúbal Oliveros o de Feliciano Reyna. La verdad es que se llevó a un equipo muy bien sustentado. Han podido escoger a un equipo para lavarse la cara, como tú lo señalas. O que no fuera eficiente técnicamente. Yo creo que son personas especialistas en sus respectivas áreas de trabajo.

A lo mejor no me supe explicar bien. A Feliciano Reyna y a Colette Capriles los conozco por mi trabajo y estoy al tanto de sus competencias. El punto es el siguiente. ¿La comisión asesora ayuda a legitimar los diálogos? Incluso, voy más allá: ¿desactiva a sectores de la oposición opuestos a los diálogos?

La respuesta es sí. Yo creo que fue una buena jugada, tanto política como técnica. Creo que la representación opositora va mucho mejor asesorada con nosotros que sin nosotros. La sociedad civil es un concepto muy amplio, muy difícil de medir. No puede estar toda Venezuela yendo al proceso de negociación. Algunas personas, entre las que me cuento, las escogieron con pinzas. No me siento representativo de la sociedad civil. Pero sí del área de experticia en la que he trabajado, que es el conocimiento del mundo empresarial —producto de mi paso por Fedecámaras—, y del mundo gremial. Es por ese conocimiento que me escogieron con pinzas. Te repito, y lo digo con absoluta modestia, no me siento representativo de Fedecámaras y mucho menos de la sociedad civil. Así que tomo esta responsabilidad a título personal. Pero la respuesta concreta a tu pregunta es sí, esto contribuye a darle legitimidad al diálogo. Cuando incorporas a otros sectores distintos a los meramente políticos tienes la posibilidad de que esto permee más a la sociedad.

Puede interpretarse como una jugada estratégica, pero también como un signo de debilidad. Una oposición debilitada necesita el refuerzo de otros actores de la vida nacional.

Yo lo veo más bien como una demostración de sabiduría. Ha podido ser antes o hace mucho tiempo, pero es una demostración de que han aprendido de los errores.

En su caso personal, ¿no está corriendo un riesgo elevado?

Sí, lo pensé muchísimo y te agradezco la pregunta. Cuando vino el ofrecimiento me tomé un tiempo largo de reflexión. Consulté con muchas personas, cuyo criterio me podía servir y al final privó la idea de que si he dedicado parte de mi vida a hacer cosas en las que creo que vale la pena apostar, ¿por qué no hacerlo? Mal podría decir, en este momento en que se me pide una colaboración, no voy a asistir. ¿Arriesgo la reputación que uno pudiera tener? ¿La credibilidad como vocero? Sí, pero si algo vale la pena es arriesgar por este proceso. Al final de cuentas, los responsables de que allí ocurra algo, o no, son el gobierno y la oposición. Nosotros no somos los que vamos a decidir esto ha tenido que hacerse así o asao. Nosotros somos asesores técnicos y el riesgo reputacional es menor. Yo no estoy ahí para que la oposición gane o para que el gobierno gane, sino para que el país salga con un acuerdo que sea beneficioso para todos. Si los dos salen tristes, ese no es mi problema. A mí lo que me encantaría es que Venezuela saliera contenta.

Más allá del control social y de los mecanismos clientelares, el gobierno acaba de ganar una elección. Si un representante de la comunidad internacional mira el mapa político de Venezuela, encontrará que, a diferencia del 2015, hay más rojo que otra cosa. ¿El gobierno va al diálogo por una decisión del presidente Maduro o por un consejo que le dio uno de sus asesores? ¿O porque está obligado?

Debe haber una mezcla de todo. Estas victorias electorales nadie las puede discutir, más allá de que yo las considere fraudulentas de principio a fin, la demostración más evidente es lo que ocurrió en el estado Bolívar, donde hubo un fraude comprobado y repetitivo. Andrés Velásquez es el caso más emblemático. El control social que ellos ejercen ha sido muy efectivo y es un chantaje que les permite ganar elecciones. Pero ganar elecciones no es el único requisito para demostrar que tú tienes una democracia. Si tú, además, fueses lo suficientemente inteligente para abrir espacios políticos, para hacer planteamientos económicos que tuviesen sentido, yo creo que este gobierno estuviese mejor valorado por la comunidad internacional. Pero ganar elecciones, en este momento, es una parte muy pequeña del compromiso democrático que tiene que tener un país. Eso de que tú tengas secuestrado al CNE, al TSJ, que desconozcas a la AN, son temas muy gruesos. Han sabido ganar elecciones, pero han sido muy chapuceros en los otros temas y el mundo ha descubierto esa trampa. Si no abres espacios políticos, si la gente no se puede expresar, la gente empieza a preguntarse. ¿Qué pasaría si hubiese una democracia fortalecida en ese país? ¿Serían los mismos resultados? Eso es lo que queremos probar. Yo no discuto que el año que viene vayamos a unas condiciones electorales legítimas, competitivas, con garantías para todos y el gobierno pueda ganar las elecciones. Si decides ir con reglas claras del juego, con un CNE equilibrado y en igualdad de condiciones, ahí sí sería una legitimación ante el mundo. Mientras tanto le va a resultar muy complicado.

El tema del control institucional ha sido una constante desde 1998, lo hizo Chávez en vida y Maduro ha sido un alumno aventajado en esa materia. No se cede ni un milímetro. Y si hay que hacer lo que hay que hacer, al gobierno no se le enfría el guarapo. La pregunta es ¿por qué ahora sí? ¿Por qué el gobierno va a ceder control institucional?

Porque no le ha dado resultado el control institucional. Tienes al país empobrecido. A lo mejor soy un poco ingenuo en lo que voy a decir, pero el desiderátum de una clase gobernante es que el país alcance la máxima suma de felicidad posible de verdad, no como eslogan. Este país está causando la máxima suma de infelicidad posible. La gente ni es feliz ni vive bien. Entonces, tú estás gobernando en un país sobre los escombros, manteniéndote en el poder, destrozando una institucionalidad, con promesas a largo plazo que nunca llegan y el país está, en estos momentos, pasando unas penurias indescriptibles. Entonces, tienes que tomar correctivos y eso empieza por devolver la institucionalidad democrática y después por hacer cambios en materia económica que son absolutamente necesarios. En conclusión, no lo va a hacer porque esté convencido, lo va a hacer porque la economía y la democracia son más testarudas que cualquier revolución.

Durante su gestión en Fedecámaras, usted denunció que el Sebin le hacía un continuo seguimiento,  “un marcaje hombre a hombre”, como dirían en el futbol. ¿Esa práctica continúa?

No, tengo que reconocer que eso fue así mientras yo era, aparentemente, un actor peligroso, autor de la “guerra económica”, un concepto que se cae con la prisión de estos petroleros. Quienes manejaron el 96% de las divisas de este país actualmente están presos. Pero mientras decían que yo era el autor de esa guerra estaba vigilado y en el radar del gobierno. Pero en este momento no tengo la presión que sentía cuando era presidente de Fedecámaras.


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