Ensayo

Hambre y política: Sin Lenin no hay paraíso

17/12/2017

Nadezhda Alilúyeva era una joven estudiante universitaria soviética en el año 1932. Era conocida como una mujer culta y aplicada. En las aulas de clase escuchaba a sus compañeros hablar sobre los horrores del hambre en Ucrania. Las historias sobre la antropofagia y la muerte de miles de niños la sobrecogían. Una noche, al llegar a su casa, le contó a su esposo las historias que contaban sus compañeros en la universidad. El esposo la escuchó y desestimó las historias como simples rumores, como mentiras. Nadezhda insistió durante algunas noches, hasta que su esposo le pidió que no tratara más el tema en la casa, reclamándole su indisciplina política. A los días de esta conversación, los compañeros de clase de Nadezhda fueron detenidos y se produjo una purga en las universidades soviéticas de todos aquellos estudiantes que hubieran participado en la Colectivización y que conocían de primera mano lo que ocurría en el campo. Poco después se aprobaría un decreto que prohibía hablar del hambre en la Unión Soviética. Hablar de hambre era sancionado con la pena de muerte. Joseph Stalin, el esposo de Nadezhda, no quería escuchar más sobre el tema.

El hambre como oportunidad política

El mayor experimento socioeconómico del siglo XX fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Para muchos intelectuales y políticos, la URSS representó la posibilidad de que un mundo justo se instaurara en la tierra. Sin embargo, el sistema soviético colapsó en la década de los ochenta ante la mirada atónita de los espectadores globales. La utopía de muchos se deshizo y algunos, ante la decepción, se concentraron en encontrar a los responsables de los sueños rotos. No son pocos los que han tratado de salvar la responsabilidad de Lenin en el fracaso del socialismo soviético del siglo XX. En su lugar, Stalin ha sido el sospechoso habitual de que los soviéticos se desviaran del camino que marcaba la utopía marxista. El juicio sobre la responsabilidad o no de ambos líderes en la caída de la Unión Soviética se lo dejamos a otros. En todo caso, ambos participaron en la creación de una de las “innovaciones políticas” más atroces del siglo XX: el uso de los alimentos y el hambre como arma política.

Lenin, el monopolio de los alimentos y sus políticas de confiscaciones

La Unión Soviética, luego de la revolución de Octubre de 1917 se sumió en una situación caótica. La hiperinflación y la guerra civil convivían en un ambiente hostil para el desarrollo de la vida humana. La inestabilidad política era evidente, por lo que Lenin decidió con urgencia controlar la distribución de los alimentos pues asumía que eso le permitiría controlar políticamente al país. En 1918 decreta la Prodazvertstka, una política que consistía en la confiscación del trigo producido por los campesinos rusos (85% de la población), en especial, el trigo de los Kulaks (así eran llamados los campesinos ricos, quienes fueron considerados como enemigos del pueblo).

Se crearon en las aldeas “comités de pobres” cuya única función era confiscar el trigo que presuntamente acaparaban los campesinos y que no estaban dispuestos a vender a los precios irrisorios que los bolcheviques habían establecido. Lenin ordenó el uso de la fuerza contra los campesinos “pequeños-burgueses”. Las batallas en el campo fueron sin tregua y el nivel de violencia cada vez mayor. El terror era parte de su plan. En un famoso decreto, decía:

¡Camaradas! La rebelión de los cincos distritos Kulaks debe ser reprimida despiadadamente. Los intereses de toda la revolución lo exigen porque ahora “la última y decisiva batalla contra los Kulaks se libra en todas partes. Hay que dar el ejemplo.

1. Colgad (colgad sin falta, que la gente lo vea) a no menos de cien Kulaks conocidos, hombres ricos, sanguijuelas.

2. Haced público sus nombres.

3. Quitadles todos sus cereales.

4. Designad rehenes, según telegrama de ayer. Hacedlo de tal forma que en centenares de verstas a la redonda la gente vea, tiemble, sepa, grite: los están ahogando, y ahogarán hasta morir a las sanguijuelas Kulaks.

Acuse telegráfico y puesta en práctica.

Vuestro, Lenin.

La hambruna empezó a generalizarse y ante la desesperación del pueblo soviético, Lenin, el estratega político, vio en el hambre una oportunidad:

“Ahora y sólo ahora, cuando en las zonas afectadas por el hambre y la antropofagia y las carreteras están pavimentadas con cientos de cadáveres, si no miles, es cuando podemos (y por lo tanto debemos) insistir en la apropiación de los objetos de valor [de la iglesia], con la energía más implacable y despiadada, sin reparar en medios para aplastar toda resistencia […] Un momento como el del hambre y la desesperación es único para crear entre las masas campesinas una disposición que nos garantice su simpatía o en cualquier caso neutralidad […] Debemos declarar ahora [al clero] una guerra decisiva y despiadada, y someter su resistencia con una brutalidad que no olviden durante décadas […] Cuantos más representantes de la burguesía y el clero reaccionarios consigamos ejecutar en este asunto mejor…”

La consecuencia de la política de confiscaciones en el campo y de los asesinatos de los productores fueron inevitables: la cosecha de cereales había disminuido para 1920 en un 38% en relación con 1913. Un año con menos lluvia que el acostumbrado bastó para desatar la primera hambruna en la Unión Soviética. Para 1923, el sistema de producción de alimentos soviético había colapsado. El hambre dio cuenta de cinco millones de vidas humanas y un pragmático Lenin decide que es tiempo de cambiar de política, pues otra vez la permanencia de la revolución en el poder así lo exige.

Lenin vuelve al mercado

La hambruna y la violencia soliviantó al campo y la situación amenazaba con desestabilizar el poder bolchevique. Lenin se vio obligado a reconocer la existencia del hambre. Máximo Gorki encabezó un comité de búsqueda de ayuda humanitaria internacional ante la tragedia. Los Estados Unidos de América alimentaron a veinticinco millones de rusos y se estima salvaron la vida de diez millones de ellos. El ala radical de la revolución vio la ayuda norteamericana como una afrenta y un retroceso en el camino a la utopía socialista, pero esta no sería la única diferencia con Lenin.

Ante el evidente fracaso de sus políticas, Lenin decide dar un importante giro y restablecer, al menos parcialmente, las instituciones del mercado con la instauración de la Nueva Política Económica (NEP). En materia agrícola, Lenin suspende la política de confiscaciones y la sustituye por la fijación de un impuesto que los productores consideraban manejable. Lenin dijo:

“Debemos decirle a los pequeños productores: […] produzcan alimentos y el Estado tomará un impuesto mínimo… Sólo llegar a acuerdos con los productores campesinos puede salvar a la revolución socialista en Rusia”.

Y en un claro tono pragmático, afirmaba:

“Presumimos ser capaces de organizar la producción y […] distribución desde el Estado […] Estábamos equivocados […] Un número de etapas transicionales eran necesarios [Debemos construir sobre] el interés personal, los incentivos personales y los principios de negocios […] debemos lograr primero que funcione […] el capitalismo de estado”.

Bajo la Nueva Política Económica de Lenin también se restableció el comercio privado y se detuvieron las nacionalizaciones de industrias. El Estado Soviético continuaba controlando los commanding heights de la economía pero permitió la actividad del sector privado en el resto de los sectores. Siete mil empresas estatales fueron puestas en arrendamiento en manos privadas y regresó la libertad de contratación laboral. Para 1923, el 78% de todas las operaciones comerciales eran entre privados.

La economía respondió favorablemente ante los cambios en la política económica. La producción industrial se triplicó entre 1921 y 1925. La producción de granos se incrementó de 30 millones de toneladas en 1921 a 77 millones, prácticamente los niveles de producción de la preguerra.

Lenin pensaba que la NEP debía durar, visto los resultados, por un “largo tiempo”. Pero los planes de Lenin fueron truncados por su apoplejía y la dura oposición desde la izquierda de los bolcheviques. Lenin moriría en 1924 y se desataría una lucha por el poder entre Trotsky y Stalin, que se terminó saldando a favor del “hombre de hierro” a finales de los años 20 y con un Trotsky brutalmente asesinado en el exilio.

Stalin y la colectivización

Cuando Stalin se consolida en el poder decide volver a la senda del comunismo, en su opinión, abandonada por Lenin. Stalin comienza lo que el historiador húngaro Ivan Berend llamó “una estrangulación tranquila del sector privado”. Las empresas estatales comenzaron a negar el suministro de materias primas e insumos a las empresas privadas; los costos de transporte se incrementaron de forma importante a los comerciantes privados y se reformó el código penal para castigar severamente los incrementos de precios que tuvieran “intenciones malignas”. El comercio privado se redujo para 1930 a un 5,6% del comercio total, y, en definitiva, se terminó prohibiéndolo debido a que el comercio constituía un “crimen de especulación”. La contratación de trabajadores se ilegalizó y el sector privado de la economía se contrajo a un 9% del total de la economía para 1930. Llegaba la era de la planificación centralizada a la Unión Soviética y del monopolio estatal de los medios de producción.

Stalin inició una persecución feroz contra los Kulaks, los llamados productores campesinos ricos en el marco de un proceso de colectivización forzada de la producción agrícola (1929-1933). La colectivización tenía como fin favorecer las políticas de “ultra-industrialización” de la Unión Soviética propuestas por Stalin. Hubo deportaciones masivas y ejecuciones sumarias. Si alguien disentía podía ser acusado de Kulak. Tener una vaca más podía ser suficiente para ser acusado de “campesino rico” y se animaba a los campesinos más pobres a denunciarlos. El resultado era previsible: todos los campesinos, ricos o pobres, vivían bajo el terror. Los hijos de los Kulaks no se salvaron de este horror, según cuenta Vassili Grossman:

“Los padres ya estaban encarcelados y a comienzos de 1930 se llevaron también a las familias […] Les amenazaban con fusiles, como si estuvieran poseídos, y llamaban ‘bastardos de Kulaki’ a los niños pequeños, y gritaban: ‘!Chupasangres!’ Y los ‘chupasangres’ estaban tan aterrorizados que no les quedaba ni una gota de sangre en las venas. Estaban blancos como el papel”.

Stalin sostenía la tesis de que la colectivización de la agricultura permitiría la obtención de divisas, gracias a la exportación de los granos, para financiar sus grandes planes de industrialización. La colectivización avanzó rápidamente. Para 1930, el 90% de las fincas se habían colectivizado. Pero, como era de esperarse, la producción de alimentos se desmoronó. En palabras de Martin Amis:

“Conforme caían las cosechas, aumentaban las cuotas de requisa, con sólo un resultado posible. Stalin siguió hostigando a los campesinos hasta que no quedó nadie para sembrar la siguiente cosecha”.

Como a Lenin, el hambre se le vino encima a Stalin.

El hambre y el genocidio Stalinista

La hambruna llegó en 1932 y se profundizó en 1933. El hambre se instaló en el campo de los países soviéticos. Se estima que siete millones de personas murieron por falta de alimentos durante ese corto período. La gran mayoría de las muertes se produjo en Ucrania. La política de confiscación de cereales en Ucrania permitió la extracción de millones de toneladas de trigo mientras los ucranianos no tenían nada que comer. La antropofagia se hizo común. Al final, nadie sabe muy bien de lo que es capaz de hacer cuando sufre los extremos del hambre.

Para historiadores como Robert Conquest es claro que Stalin dejó deliberadamente sin alimentos a Ucrania, una región que no le era favorable en términos políticos. Stalin, al igual que Lenin, usó el hambre como arma política. La muerte de los cinco millones de ucranianos se ha denominado The Holomodor: el asesinato por hambre.

Las Naciones Unidas en el 2003 y el Parlamento Europeo en el 2008 reconocieron a The Holomodor como un crimen contra la humanidad. En enero de 2010 la Corte de Apelaciones de Kiev encontró culpables a Joseph Stalin y a otros líderes bolcheviques de genocidio frente al pueblo ucraniano. No hubo apelación ante la Corte Suprema y se desestimaron cargos criminales contra Stalin y sus compañeros… pues estaban muertos.

Lenin y Stalin no dudaron en usar el hambre y los alimentos como instrumentos políticos. Ojalá nunca vuelva a suceder.

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Luego de un altercado público con Stalin, su esposa Nadezhda Alilúyeva se suicidó de un disparo en la cabeza –aunque recientemente se han levantado dudas que apuntan más bien a la tesis del asesinato–. Su hija, Svetlana Stalin, explicaría así la muerte de su madre:

“[…] fue víctima de una decepción devastadora. Nadezhda acabó comprendiendo que mi padre no era el hombre nuevo que ella había imaginado de joven”.

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REFERENCIAS:

Amis, Martin. (2004) Koba el temible. Anagrama.

Berend, Ivan. (2006) An Economic History of Twentieth-Century Europe: Economic Regimes from Laissez-Faire to Globalization. Cambridge Unoversity Press.

Conquest, Robert. (2001) Reflections on a Ravaged Century. W. W. Norton & Company.

Figes, Orlando. (2007) The Whisperers: Private Life in Stalin’s Russia. Metropolitan Books.

Kornai, Janos. (1992) The socialist economy. Princeton University Press.

Pipes, Richard. (2002) Historia del comunismo. Mondadori.

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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci en 2010.


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