PsicologíaEnsayo

Esclavos

Detalle de Woman Holding a Balance (1664), de Johannes Vermeer

05/02/2018

Veía girasoles que agachaban
La cabeza al ocaso, como si un desatento
verdugo paseara por los jardines.
Adam Zagajewski

En las guerras más destructivas el ataque a la mujer es uno de los instrumentos más recurrentes para imponer la sumisión a una población y auspiciar la esclavitud. En las Troyanas, Eurípides aporta una aproximación psíquica que acerca el alma humana a la comprensión de sucesos de ese calado. Ante la destrucción de su ciudad por lo aqueos, Hécabe llora su infortunio y dice: “Patria, hijos y esposo se me han ido”. Y cuando pregunta cuál va a ser su destino como esclava, Taltibio le responde que Odiseo la ha tomado. Desesperada, Hécabe describe al personaje de esta forma:

¡Me ha tocado en suerte ser la esclava de un hombre abominable, doloso, enemigo de la justicia, bestia al margen de la ley, que a todo le da la vuelta, lo de aquí allá, y luego otra vez allá lo de aquí, de lengua bífida, que lo que amigo primero era, en enemigo trastoca! ¡Llorad, Oh troyanas por mí!

Sobre Odiseo se pueden decir muchas cosas. En este caso, la descripción que Hécabe hace sobre su personalidad, retrata la actitud de desprecio a la mujer y a lo femenino que todo tirano asume, y mucho más en función de cualquier guerra. Es notable que en la repartición de tesoros de guerras, entre los más preciados estuviera la mujer, ya fuese en función sexual o servil.

A propósito de la esclavitud

Preocupado por la nación que apenas nacía, Thomas Jefferson escribió en 1871: La esclavitud es un sistema donde se produce “un ejercicio diario de tiranía”. Los dueños de esclavos practican “un despotismo infatigable”, y los esclavos una “sumisión degradante”.

Es posible que para el ciudadano de este milenio resulte lejana la idea de la esclavitud, pero esta existe desde tiempos ancestrales, y no parece haber abandonado las fantasías de los hombres.

En la actualidad, esclavitud o libertad dependen de muchos factores: de la economía personal, de la cultura, y de cuánto importen las necesidades creadas. Las llamadas apetencias. Sin embargo, la disyuntiva está determinada por el grado de deshumanización o necesidad en que se viva, y de cuánto se pueda disfrutar de la existencia. La escogencia ya es una ganancia de la humanidad, aunque haya momentos donde no exista salida. Hombres y mujeres podemos optar por lo uno o por lo otro. Al final, llevamos dentro un esclavo y un hombre libre. La escogencia permite la posibilidad de la individuación y la vida privada. Es decir, lo femenino que es lo primero que sufre la esclavitud, también es lo primero que sin ella tiene posibilidad de expresarse.

Lo femenino

Steven Mithen1 sostiene que “el tamaño cerebral relativamente grande de los primeros humanos (…) sugiere que las madres lactantes habrían requerido una dieta de alta calidad para satisfacer las demandas de alimentación infantil (…) El aprovisionamiento de alimentos a madres embarazadas o lactando puede ser el contexto conductual de una presión selectiva para la integración de la inteligencia social y la historia natural”.

El abastecimiento del alimento implica salir del egoísmo del instinto del hambre. Al entrar la comida como parte de la relación social, se propició un vínculo emocional entre el compañero sexual y la madre. También favoreció el lazo afectivo madre-hijo, extendiéndolo más allá del ámbito del instinto a formas culturales más complejas. Tales vínculos emocionales tienen a su vez fundamentos biológicos. Se sabe que la oxitocina como hormona y neurotransmisor, se secreta en el embarazo, la lactancia, y propicia los encuentros afectivos.

Los rudimentos del lenguaje emocional comenzaron a gestarse a partir de ese tipo de relaciones. Se podría inferir que nos humanizamos cuando nuestros ancestros entraron en contacto con lo femenino. Y es que el respaldo del mundo interior en el ser humano está en lo femenino. Bajo su auspicio acude diversidad de emociones que diariamente nos toca metabolizar y separar para sobrevivir. La capacidad de definir y distinguir lo que nos afecta, nos ata o echa raíces, habita en lo femenino. En ello reside la formación de nuestro aparato emocional.

El analista junguiano, Rafael López-Pedraza2, al referirse a la Psique* acota:

“Parece ser que diferenciar, ordenar e integrar los elementos disociados de la psique requiere la intervención de algo mucho más profundo… su conexión con lo emocional”.

El valor que otorgamos a lo que nos acontece sugiere una jerarquía emocional. Suele suceder (aunque no siempre sea así) que lo que más nos importe sea lo que más nos afecte y conmueva.

A su vez, los instintos se expresan de forma diferente en la banda del espectro entre lo femenino y lo masculino. Lo femenino se puede atar más a la protección de lo que preserva la vida, la reflexión y la creatividad en sentido literal y simbólico. A lo masculino el hacer, la imaginación creativa y lo destructivo. La creatividad y destructividad expresada en una misma acción es un impulso de carácter masculino. De lo primero, la permanencia de la humanidad es su mejor ejemplo, de lo segundo, la expresión masculina más destructiva del hombre occidental, reside en el héroe y el psicópata.

Lo femenino preserva la vida, guía el tránsito hacia el misterio de la individuación. En ello reside la única posibilidad de rebeldía en el ser humano para la sobrevivencia.

Salud mental

En el roce con nuestra vulnerabilidad y su aceptación, la psique va adquiriendo formas que le son indispensables para la sobrevivencia. Las emociones son el instrumento para ese reconocimiento. Así nos enteramos de los puntos de apoyo con los que contamos para vivir. En estas tareas que el hombre acepta para humanizarse, mora la presencia de lo femenino.

Todo aquello que ataca tal condición en el hombre como especie abre el abismo a la deshumanización. Una sociedad, al tener conciencia de lo femenino, se estructura y orienta hacia el bienestar ciudadano y ofrece una amplitud de ofertas para el desempeño laboral, social y académico.

Cuando una comunidad se desarticula por catástrofes naturales, guerras o ideologías, aquellos con mayores fracturas en la geografía biológica o emocional (psicobiología) y con menos instrumentos psíquicos para adaptarse con flexibilidad a la realidad que les circunda, son los primeros que comienzan a sufrir. Los obstáculos para adaptarse al entorno son tan excesivos, que se desiste y se deja de funcionar. Aparece así el incremento de trastornos depresivos, de ansiedad, desórdenes del sueño, y las tasas de suicidios se multiplican.

La salud mental es poco tomada en cuenta en tanto una sociedad funciona, pero cuando una sociedad en su conjunto la pierde, aparece la vulnerabilidad psíquica, y la esclavitud del alma toca a la puerta.

Esclavos de alma

La crueldad explícita de la esclavitud del pasado ha cedido su paso a la sevicia de las tiranías que se amparan en ideologías políticas o religiosas extremistas, así como en un capitalismo que bordea lo inhumano, donde lo único que importa son las ganancias y el producto.

La O.I.T registra 21 millones de personas en todo el mundo en condiciones de esclavitud moderna. Otras fuentes la sitúan en 40 millones. Los esclavos del alma son muchísimos más. Son esas personas que deambulan al borde del precipicio entre la individuación y la masa.

La sutileza de la esclavitud moderna del alma ha ido filtrando las diferentes formas de gobierno, amparada en la venta de un futuro utópico siempre más promisorio que el que se vislumbra. El verdadero derrotero es el poder. Un ejemplo de esto es Corea del norte. Otro, la esclavitud que comienza a instalarse de forma sistemática en Venezuela.

En un portal digital apareció la foto un individuo desgarbado, de barba blanca, rostro enjuto, perdidos los ojos, y rodeado de una pobreza sistemática, con su franela roja. “La Revolución ama a los pobres” era el enunciado del portal. Algunas de estas personas, fieles a la propaganda, comen una vez al día. Muchos se acuestan sin comer. A esos ciudadanos, ni siquiera los instintos, que son el reducto más primitivo de la individuación, son capaces de devolverlos al sí mismo. El amor propio ya no le pertenece a él, a una mujer o a unos hijos; le pertenece a una revolución.

Todo régimen totalitario trata de destruir la esencia cultural y tradicional de una sociedad, tanto en lo colectivo, como en lo individual, atacando el aparato emocional; es decir, destruyendo lo femenino de la sociedad. Se debe sentir y pensar de una sola forma, o vivir necesitando. El objetivo es restar oportunidad u ofrecer tantas otras, diversas y fútiles, para que la escogencia sea la esclavitud.

¿Estamos a las puertas de protagonizar una inédita esclavitud moderna?

Durante las protestas de 2017 en Venezuela, apareció en la foto de una joven estudiante en el piso, y desde arriba sobre una motocicleta, un guardia nacional le ponía su bota militar en la espalda. El rostro de la joven era de súplica. Esta imagen pareció un presagio.

Fotografía de Miguel Gutiérrez / EFE

Hoy día en Venezuela se cumplen todos los criterios para que aparezca la esclavitud de forma literal. Con un parapeto ideológico de corte comunista, han aplanado la originalidad individual reduciendo a la población a la pobreza material y emocional. La hiperinflación, el deterioro de las necesidades básicas de salud y alimentación, la inseguridad jurídica y personal, han hecho el resto, obligando a una cuantioso caudal de ciudadanos a huir del país.

Según Iván de la Vega, profesor de la Universidad Simón Bolívar y director del Laboratorio Internacional de Migraciones, para septiembre de 2016, casi 2 millones de venezolanos habían emigrado. El ABC de España informaba: “Hay cálculos que sitúan ya entre 2,5 y 3 millones el número de ciudadanos que han abandonado Venezuela”.

El asesinato de una joven mujer embarazada por pedir comida tiene un poderoso significado simbólico en cuanto al ataque brutal a lo femenino, en este caso en su fase más sagrada.

En una pintura de Vermeer, Mujer con balanza, aparece una mujer embarazada que está por pesar un collar de perlas y unas monedas. Rafael López-Pedraza3 se aproxima a la imagen diciendo “pudiera significar que la psique está preñada de fantasías, ideas, y emociones”, y es que es lo femenino, con sus atributos, lo que aporta el justo valor a los acontecimientos psíquicos del vivir diario. Al referirse a la psicología de la mujer, C.G. Jung escribe: “Es una fuente de información sobre cosas para las que el hombre es ciego”.

Hécabe sabe que ha de ser esclavizada, pero en sus palabras se respira rebelión. Y es que la única ganancia de la humanidad en cuanto al trabajo, es poder escoger entre la esclavitud y la condición de hombres libres. Si una nación es sometida a la esclavitud, deberá exponerse al sufrimiento de que cada individuo que la compone no se tenga a sí mismo, que nada le pertenezca. Ni siquiera la ofrenda que le hace lo femenino: sus propias emociones.

***

*Psique: en el Asno de Oro de Apuleyo, Psique es la mujer mortal a quien los ciudadanos del pueblo comparan en belleza con Venus, y le rinden culto. Los celos de Venus provocan la venganza de la diosa.

1 Steven Mithen (1996): The Prehistory of the Mind. Thames and Hudson Ltd, London.

2 Rafael López-Pedraza (2003): De Eros y Psique un cuento de Apuleyo. Festina Lente Caracas.

3 Rafael López-Pedraza (2006): Cuatro Ensayos desde la Psicoterapia. Festina Lente Caracas.

4 Carl Gustav Jung (2007): Dos Escritos sobre Psicología Analítica, Obra Completa Volumen 7. Editorial Trotta.


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