Voces de la Librería

El Buscón: una librería para el encuentro

Retrato de Katyna Henríquez Consalvi, por Ernesto Costante | RMTF

23/01/2021

A Dayana Villa

 

Estuve un poco más de diez años en Paseo las Mercedes, centro comercial que alberga dos librerías. Conversaba muy poco con Katyna Henríquez Consalvi: trabajar como librero no te da el tiempo libre que muchos creen. A El Buscón y sus libreros siempre los consideré aliados, si no tenía un título levantaba el teléfono y preguntaba si ellos lo tenían; el trato era recíproco. Esa librería ha sido uno de mis mejores vecinos y, además, casa de muchos de mis amigos.

Katyna Henríquez Consalvi hizo estudios de Filosofía y Letras en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Se formó desde muy joven en el área cultural: trabajó como editora literaria en la editorial española Anaya, ha colaborado con importantes sellos editoriales, es especialista en la obra del escritor José Antonio Ramos Sucre y es la librera con más experiencia en Venezuela. Dirigió la mítica Librería Monte Ávila del Teatro Teresa Carreño; desde hace más de tres lustros está al frente de El Buscón Librería de Ocasión; ha sido maestra de muchos libreros y es referencia en el oficio. Su hablar es pausado y, como buena librera, sabe escuchar.

¿Cuándo se funda El Buscón y quiénes lo hacen?

El Buscón Librería de Ocasión nace en noviembre del 2003, ya hace diecisiete años. Prácticamente acompañamos el proyecto del Trasnocho Cultural desde sus orígenes. Yo venía de la experiencia de diez años en la gerencia y fundación de la Librería Monte Ávila en el Teatro Teresa Carreño y surgió la posibilidad de hacer una librería en unión de dos socios, Federico Pacanins y María Fernanda Di Giacobbe, invitados por la entonces fundadora del Trasnocho, Solveig Hoogesteijn.

Así es como comenzamos a diseñar el proyecto de librería. Desde el primer momento asumimos que sería una librería de segunda mano, de libros raros, agotados, primeras ediciones, literatura, historia, arte y fotografía, y un especial lugar para el rescate bibliográfico de publicaciones venezolanas que hablaban de un pasado esplendoroso en el campo de la producción y el diseño editorial.

Así nace la librería, justo en ese momento estaba cerrando la librería Soberbia de las emblemáticas libreras franco-venezolanas Ana María y Enriqueta Pardo, maestras del oficio librero. Ellas nos ofrecen parte del stock que les quedaba, de modo que El Buscón arranca con los libros de Soberbia. En un primer momento, ello nos dio un sello especial, fue un gran impulso y también una gran responsabilidad iniciar con ese legado. De ellas no solo recibimos sus libros, sino también la escuela de buen hacer. A ellas les debo mucho. Con el paso del tiempo la librería se fue amoldando a las circunstancias –a las demandas– y fue acogiendo editoriales con producción más reciente, fue cobrando un perfil de librería de autor y de librería de fondo y convirtiéndose en el espacio de encuentro que hoy conocemos.

¿Qué buscaban al abrir una librería?

Al abrir una librería buscábamos, fundamentalmente, un lugar para el libro de segunda mano y para el libro agotado, pero también nos interesaba que fuese un lugar para el encuentro. En El Buscón propiciamos el diálogo, el diálogo cívico y abierto, un lugar puente, y de allí que nos esmeramos en la programación que lo propicie; hemos llegado a tener un promedio de tres eventos a la semana que suman presentaciones de libros, conversatorios, exposiciones, pequeños conciertos de música. Combinar la buena oferta editorial con ese objetivo ha sido nuestro norte.

En El Buscón también tienen cabida los sellos multinacionales. ¿Cuándo decidieron abrir el espacio para ellos y cómo lo hacían sin perder el rumbo de lo que querían?

Efectivamente, desde el comienzo el concepto original es el de libros usados, libros raros, etcétera. Pero, claro, en la medida en que también nuestro interés era la promoción y venta del libro venezolano, empezamos a tener contacto con aquellas casas transnacionales que estaban editando autores o temas venezolanos. De hecho, nuestros inicios coincidieron con el momento en que esas empresas daban especial cabida en sus catálogos a la literatura venezolana; estoy hablando, por ejemplo, de Random House, del Fondo de Cultura Económica, Planeta, Ediciones B, entre otras. Eran casas que además tenían sus sedes para Suramérica en Caracas, lo cual era muy beneficioso para nosotros como libreros, pues pronto se convirtieron en proveedores y, por supuesto, nos ofrecieron todos sus fondos.

Era muy difícil, y lo sigue siendo, lidiar con los ofrecimientos de las grandes casas y que sus consignaciones no desvirtúen tu concepto librero; eso siempre ha sido muy complejo. Tú como librero lo has vivido.

Paralelamente, nos dimos cuenta de que podíamos ir abriéndonos con una cuidada selección de literatura contemporánea y de incorporar al fondo las valiosas editoriales independientes venezolanas. El Buscón se esmera –hasta el día de hoy– en recibir y apoyar a las casas editoras independientes del país.

Todo esto se fue sumando al proyecto original debido a la propia demanda del público; creo que hoy día esa mezcla es lo que hace justamente más interesante a El Buscón porque es una librería que no solo acoge libros viejos, sino que también da espacio a los más recientes. Como alguien nos describe por allí: es una librería asilo para los viejos y jardín de infancia para los nuevos.

De esa forma, creo yo, van desarrollándose todas las librerías: van amoldándose al responder a quienes verdaderamente definen el perfil de una negocio sui géneris como este: el lector y sus visitantes.

Tenemos particular interés por los libros de historia de Venezuela, de urbanismo y arquitectura, poesía, narrativa, arte, cine y fotografía. Lugar especial resulta nuestro rincón para los pequeños lectores. Por eso El Buscón siempre ha sido un híbrido: creo que desde el comienzo estuvo también ese toque de contemporaneidad. La partida de las casas transnacionales como consecuencia de la coyuntura socioeconómica que atraviesa el país fue realmente terrible; esas casas estaban editando venezolanos; que se fueran no sólo significó que ya no tuviéramos sus sellos, sino que de alguna forma nos quedáramos huérfanos de una buena posibilidad de ser editados.

Fotografía de Ernesto Costante | RMTF

¿Qué grandes editoriales apoyaron el proyecto?

Random House, Planeta, Fondo de Cultura Económica, Océano, Ediciones B, Norma, Santillana, entre otras. Además, antes operaban las distribuidoras de ediciones independientes, pequeños distribuidores que nos proporcionaban libros excelentes sobre todo de Argentina, México, Colombia. De un momento a otro perdimos esos canales con las consecuencias que eso ha traído: quedar total y absolutamente fuera del mercado internacional del libro. Y ya sabemos de las inmensas dificultades que atraviesan las escasas editoriales venezolanas por el alto costo de los insumos y de cualquier tipo de apoyo por parte de un estado ausente.

Es allí cuando cobra más sentido, casi a manera de tabla de salvación, el perfil original de El Buscón. Teníamos la carta del libro de segunda mano y entonces ocurre también el éxodo, un fenómeno que si bien resulta desolador a nosotros nos ha ayudado pues se ha convertido en un mecanismo que nos proporciona libros valiosos.

En este sentido he vivido momentos sumamente dolorosos. Ver cómo la gente se tiene que desprender de sus libros. En muchos casos, más que alegrarme cuando llegaban a ofrecerlos, me entristecía y aún lo siento por lo que eso significa: descubrir que la gente puede salir de todos sus objetos, pero de lo último que desean desprenderse es de sus libros. Entonces, como acto desesperado de ayuda van a la librería y te los dejan empacaditos como quien deja una vida.

Si bien al comienzo nuestra búsqueda bibliográfica de segunda mano se dirigía al rescate del pasado, de bibliotecas con una gran riqueza, empezamos a encontrarnos que en esas cajas del éxodo aparece literatura cercana a nuestros tiempos –contemporánea–, libros en buen estado, libros que compraban las personas cuando viajaban; así comenzamos a tener en nuestras mesas títulos que de alguna forma llenaban el vacío de los sellos ausentes.

Siempre trabajamos con muchas limitaciones de stock, pero ejercemos el oficio con la mayor dignidad posible. Creo que allí radica el gran mérito de los libreros venezolanos: ofrecer un servicio digno, sin contar al cliente las precariedades sufridas, tratando de ver cómo responder de la mejor forma las razones por las que no tenemos las novedades que continuamente nos piden, sin caer en el mar de lamentaciones. Para nosotros es muy desolador tener que dar respuestas negativas ante la solicitud de novedades que no llegan al país desde hace casi una década.

En los diecisiete años que tiene El Buscón ha pasado gente muy interesante, libreros que hoy desde sus otros oficios son reconocidos. ¿Qué significa eso para ti, de alguna forma la librería es una escuela?

Estás tocando un tema muy especial. Creo que El Buscón siempre ha sido una gran familia, no solamente por las personas que lo han conformado como libreros, sino también por la familia de lectores y amigos. Siempre he apreciado, agradecido y respetado muchísimo el trabajo de los libreros que me han acompañado en la trayectoria de El Buscón, porque definitivamente gracias a ellos es que he podido consolidar este proyecto.

Desde tiempo atrás, desde mis tiempos de la Librería Monte Ávila del Teresa Carreño, me he esmerado en la búsqueda del perfil adecuado de mis asistentes o colegas y siempre me ha acompañado la suerte. En aquellos años conté con Ángel García, excelente librero y gran apoyo, luego he continuado con la misma estrella.

A veces se trata de una suerte de trabajo curatorial hallar las personas que se adapten al perfil que uno desea y, efectivamente como dices, se suman nombres valiosísimos, personas muy queridas que hoy están haciendo labores importantes en nuestro ámbito cultural, incluso fuera del país. Algunos han continuado el oficio librero; otros, en el ámbito académico o editorial. La mayoría escribe. Fueron y son parte afectiva de El Buscón: Ricardo Ramírez Requena, quien me acompañó en los inicios durante cuatro años; Graciela Yáñez Vicentini, que hoy se distingue también por su labor en el campo editorial; Paola Romero, Ana Lucía de Bastos, Carla Cordero, Rhazes Pacheco, Dayana Villa, Ivonne García, Betania Méndez, Pedro Briceño, Alexis Pablo, Nicolás Gerardi, Juan Andrés Carderera, Paul Ceballos, Sara Pignatiello, Camila Ríos, Gabriela Mesones, Francis Lugo, Fredda Padrón y Joxarelis Mendoza. Y tantos otros. Por supuesto, no puedo dejar de nombrar al apreciado equipo que me acompaña –en un diario ejercicio de resistencia– en este momento de la pandemia: Yolimar Delgado, Dulce Gómez y Analís Flores. Es una larga lista de jóvenes que salieron de El Buscón y a los que agradeceré siempre haberme acompañado en este viaje libresco.

La mayoría de ellos ya están inoculados con el oficio, porque no hay nada más fascinante que ese trabajo que hacemos de rastreo en las bibliotecas personales. Creo que es lo que más los ha marcado: nada más enriquecedor que ir de cacería por esas bibliotecas. Muchas las exploré junto con Ricardo Requena, uno de los que más disfrutaba la tarea; así fue como estuvimos en bibliotecas esplendorosas como la de José Fabianni Ruiz o la de Isacc Chocrón, por mencionar solo dos de ellas.

Así pues, no puedo sino darles mi agradecimiento. Yo también he crecido junto con ellos. Siempre he pensado que en una librería lo más valioso es el capital humano. El activo en el ejercicio y también sus potenciales clientes. Agradezco me hayas dado la oportunidad de expresarlo.

¿Ha pasado por la mente de Katyna cerrar la librería?

La verdad es que jamás ha pasado por mi cabeza cerrar la librería. Ahora que me haces la pregunta, así de frente, es que caigo en cuenta de que nunca lo he pensado, ni siquiera en los momentos más duros como son estos que estamos atravesando, tiempos de Covid-19. Y hay que recordar que nuestros virus endógenos son de larga data. Percibo que mientras más dura es la situación o más duro nos dan las instancias del régimen, más fuerzas tenemos.

Es un fenómeno que estoy descubriendo de un tiempo a esta parte. A veces me pregunto de dónde sale la energía para seguir, por qué no decaigo ante tantos y abrumadores problemas. Supongo que más que una respuesta de supervivencia –que lo es– es la terquedad de resistir, de no entregarse a la barbarie, de blindarse con un sentido de pertenencia. La respuesta definitiva es no: no ha pasado por mi mente cerrar El Buscón.

Fotografía de Ernesto Costante | RMTF

¿Alguna vez la librería ha dado pérdida?

Que te vaya bien en un proyecto, en este caso en un proyecto librero, no es factor de suerte. Mucho más de lo que se piensa el oficio librero es demandante y muy exigente, hay mucho trabajo y estoy convencida de que en la medida en que le pongas entrega a los proyectos, constancia y una buena pizca de corazón pronto se verán los frutos.

La verdad es que con El Buscón –y bajo esa mirada– siempre hemos navegado en buenas aguas. Es ahora con la pandemia cuando por primera vez te encuentras sin entradas; no es que dé pérdidas, es que hay pocas entradas, el balance de entradas y gastos se diluye en la nada, esa ecuación no existe. Lo que sí hay son alquileres que pagar, honorarios, mantenimiento; entonces, por primera vez El Buscón se encuentra con el aprieto de ver cómo bandear la situación, pues las aguas son turbulentas. Por ello hoy tratamos de salir a flote con nuevas propuestas en nuevos formatos.

También la clave –y eso es parte de nuestra política– es estar al día con los proveedores, pagarles con puntualidad y responsabilidad, porque es lo único que va a hacer que una librería o un negocio sea saludable; porque nunca vas a tener reposición de proveedores a los que no les pagas y si no tienes reposición no tienes vida. En ese sentido, el Buscón siempre ha tratado de cumplir sus compromisos lo mejor posible y de allí la respuesta de confianza que recibimos a cambio por parte de editores, distribuidores y proveedores naturales. Lo que ocurre es que esto de la pandemia ha trastocado todo, ya esta es otra historia.

¿Qué estrategias han usado para sortear la crisis de la pandemia?

Después de pasar el primer mes de desconcierto, de angustia, de ver cómo ese botón de pausa se alargaba, nos dimos cuenta de que teníamos que buscar la manera de poder responder a nuestras obligaciones derivadas de pagos de nómina, alquileres, etcétera. Fue así como comenzamos a diseñar un servicio delivery bajo el lema “Libros a domicilio”.

Arrancamos exactamente a finales de abril de 2020. Apenas a un mes del inicio de la cuarentena obligada por la pandemia.

Afortunadamente, la respuesta y acogida al proyecto ha sido buena; gracias a ello hemos logrado sobrevivir.

Creo que lo más importante de esa experiencia, y allí es cuando empiezo a sumar cosas buenas y optimistas ante el duro panorama, es que la librería creció en clientela y salimos del coto cerrado de la zona este de la capital, de Las Mercedes, y de depender solo del público cautivo de Trasnocho. Ahora atendemos zonas a las que nunca hubiéramos llegado si no fuese a través del delivery; y más allá, respondemos pedidos del interior e incluso de fuera del país.

Nuestra herramienta: el Instagram y el Twitter –con la cuenta @elbuscon1– en las que publicamos a manera de catálogo vivo nuestras ofertas y recomendaciones. Es un trabajo demandante pues pocas cosas llegan a puerto, pero también es un asunto de acompañamiento. Que la gente siga percibiendo la librería cerca y con servicio, pues desde el mes de abril de 2020 nuestras puertas siguen abiertas, en paralelo con el servicio delivery.

El Buscón se ha caracterizado siempre por su calidez y hospitalidad, por lo que esto de pasar al campo virtual ha resultado muy frío. Intento que en esas plataformas se perciba también cercanía en el servicio.

Otro aspecto positivo –producto de esta pandemia– es que nos hemos unido mucho más en el sector librero; la prensa cultural percibe ahora las librerías como territorios de resistencia. El hecho de que estemos juntos en esta entrevista es prueba de ello. Es de celebrar también iniciativas nacidas en pandemia como la del librero Javier Marichal y el periodista Javier Cedeño al invitar a un grupo de libreros a ofrecer recomendaciones semanales para el medio digital El Diario.

¿Qué es lo más difícil de ser librero y lo más satisfactorio?

En el oficio de librero nada es difícil y todo es satisfacción. Lo que es duro es ser librero en Venezuela en estas circunstancias de desprotección en las que estamos, sin políticas culturales, con una economía devastada, con una sociedad desarticulada, un país “desabrochado”, como lo dijo una vez Eugenio Montejo. Pero repito: las dificultades se convierten justamente en motor para resistir con más perseverancia y mayor creatividad, y así apostar por una sociedad que no desea sucumbir por completo a la barbarie. Y al mismo tiempo, una apuesta por el futuro del libro, refugio de la memoria.


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