Literatura

Amos y esclavos según Hegel

G. W. F. Hegel, litografía de Ludwig Sebbers

17/03/2018

En un memorable ensayo en el Corriere della Sera, el profesor Umberto Curi vuelve sobre la vieja confrontación entre “el amo y el esclavo”, un enfrentamiento dialéctico escogido por Hegel para demostrar la evolución del espíritu hasta su realización final. El asunto es el protagonista de Fenomenología del espíritu (1807), su gran “novela filosófica” y el tema único de los celebrados seminarios de Alexandre Kojève, frecuentados por Jacques Lacan, André Breton, Raymond Queneau, Jean Hyppolite, Michel Foucault y otros distinguidos representantes de la fauna del Saint-Germain-des-Prés de los años treinta.

Algunos de estos alumnos, bajo la coordinación de Queneau, recogieron el material que sería publicado por Gallimard. Una traducción al castellano publicada hace décadas en Buenos Aires y, más recientemente, en España por la editorial Leviatán. Pocos tratados de filosofía han gravitado tanto en la formación del pensamiento francés del siglo XX. Kojève seguía de cerca la interpretación de Marx que transformó la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo en la “lucha de clases”, tal como la expuso en el Manifiesto de 1848. Para Hegel, por supuesto, no se trataba de esta concepción marcada por el pragmatismo político, sino de una lucha larga de la conciencia por llegar al estado de auto-conciencia (selbstbewusstsein), fundamental para el progreso del espíritu hacia su realización final.

En su trabajo, Curi menciona dos tratamientos del mismo tema dignos de ser recordados. El primero es el de Séneca, en una de cuyas Cartas a Lucilio escribió: “Muéstrame quien no es un esclavo: está el que es esclavo de la lujuria o de la avidez o de la ambición. Todos son esclavos de la esperanza, todos esclavos del miedo”. De acuerdo con Curi, en este ejemplo se presenta ya el sentido reversible de la relación, su intercambiabilidad, una suerte de zweibahnstraße. Es decir, que alguien sea el amo no implica que, necesariamente, lo será para siempre. Eso es lo que le confiere su condición dialéctica.

No obstante, recuerda Curi en su segunda ilustración, no sería un filósofo profesional, sino un novelista, León Tolstói, en su relato “El amo y el siervo”, quien mejor expusiera la relación Vasili y Nikita, amo y siervo, cuando son atrapados en una nevada. Vasili trata de escapar a caballo dejando a Nikita abandonado a su destino. Pero la montura se extravía y, después de un largo recorrido, regresa al sitio de partida. Al final, el que sobrevive es Nikita, quien fue cubierto por un arrepentido Vasili con su propio cuerpo para protegerlo del frío, exponiendo su propia vida: “Descubre que Nikita se ha calentado gracias a su gesto, y que está vivo gracias a él. Y le parece, incluso, que él es en realidad Nikita y que su vida no está con él, sino con el otro. ‘Nikita está vivo y yo también’, se dice a sí mismo con aire de triunfo. Y más nada vio o escuchó Vasili Andréievich en este mundo. Afuera todo estaba cubierto por la nevada”.

Fenomenología del espíritu es la consumación, con todos sus excesos, del idealismo alemán. Nada de pragmatismos aquí, en esta abstracción absoluta, oscura y fascinante como la noche. Se dice que el talento de Marx fue hacer una versión especular de las intuiciones de Hegel. La suya es una “fenomenología del materialismo” y, con la dialéctica del amo y el esclavo, Hegel le había presentado en bandeja de plata la salida al conflicto social: la lucha de clases, la concepción marxista de la historia. Los largos y apasionantes seminarios del profesor Kojève, reunidos en un apretado volumen, se extienden en una interpretación de Hegel a la luz de la lectura de Marx. En el mismo tono oracular del maestro, Kojève expresa en la introducción:

Dicho de otra manera, el hombre no es hombre solamente.

Necesariamente y esencialmente es o Amo o Esclavo. Si la

realidad humana no puede surgir sino como social, la sociedad

no es humana –al menos en su origen-, que a condición

de implicar un elemento de Amo y uno de Esclavo, existencias

“dependientes”… Es decir, que el hombre no es humano sino

en la medida en que se quiere imponer a otro hombre,

hacerse reconocer por él.

En sus comentarios, el profesor Umberto Curi, distinguido representante de una brillante generación de filósofos italianos que incluye a De Cesare, Cacciari, Paolo Curi, Canfora o Vattimo, se refiere, por supuesto, al insoslayable Kojève:

Como observaba Alexandre Kojève, el esclavo se convierte,

a través del trabajo en amo de la naturaleza, liberándose así

de la propia naturaleza y también del amo. Con lo que consigue

que el porvenir y la historia no pertenezcan al amo generoso,

sino al esclavo trabajador. En la lucha por la supervivencia,

en un comienzo el esclavo quien, en esta lucha, tiene miedo

de morir y se somete al vencedor, que se convierte a sí mismo

en su amo, imponiendo al esclavo el cansancio del trabajo,

del cual obtiene los medios para satisfacer sus necesidades.

Pero el esclavo, en su trabajo, entiende que el amo depende

ahora de lo que produce. De esta manera se convierte en su amo;

y el amo en un esclavo de su esclavo.

A tratar de iluminar esta dialéctica, dedicó Kojève las seiscientas páginas en minúsculos tipos, de los seminarios editados por sus alumnos. No parece casual que, a los pocos meses de dictados, se iniciara la Segunda Guerra Mundial. En su interpretación de la Fenomenología, Marx había contemplado este tipo de enfrentamientos inevitables en los estados superiores del capitalismo.

El libro más influyente de la filosofía alemana es, también, el más accidentado. Fenomenología del espíritu fue escrito en 1807, en un período de pocos meses, durante la etapa más miserable de la existencia de su autor: “Hegel, escribiendo la Fenomenología, está a mil leguas de la serenidad del Erasmo de Holbein, de pie junto a sus pupitres como imagen intemporal del estudioso austero: mucho más cerca se encuentra del mundo de las novelas de Dostoievski” (Walter Kaufmann). Hasta ese momento, por razones inconfesadas, Hegel había sido incapaz de publicar un libro de importancia. A diferencia de Schelling, su paisano, amigo y rival, que los hacía publicar casi anualmente. La Fenomenología, como escribió el mismo Kaufmann, es la obra de un “alma atormentada”, cuya vida personal no era la más estimulante para escribir una obra de gran aliento. En febrero de 1807, Christiana Burkhardt, divorciada, da a luz a un hijo ilegítimo de Hegel, en medio de precarias condiciones económicas. No debe ser aventurado observar que, al menos en parte, el carácter vertiginoso de la escritura de Fenomenología haya estado marcado por acontecimientos tan ingratos.

El hijo del gran pensador fue llamado Ludwig, nacido el 5 de febrero de 1807. Christiana, ocho años menor que Hegel, había sido la esposa abandonada del criado de un conde. Con anterioridad, había tenido otros dos niños de padres no tan ilustres. Cuando Ludwig cumplió cuatro años, fue entregado para su educación a una Sofía Bohm, directora de una residencia para menores. Al cumplir diez, fue llamado a vivir con su padre y sus otros dos hijos. Christiana, por su parte, murió en 1825. En una carta a un amigo, Hegel se refiere a Ludwig: “Demuestra tener buena cabeza; actualmente asiste al Gymnasium de esta localidad, el cual podría ser mejor. Me tiene asombrado todo el latín que ha aprendido este invierno”. Al final, Ludwig terminaría prestando sus servicios en el ejército holandés a cuyo servicio moriría, probablemente de malaria, en 1831.

El caso de Ludwig es el de una Cenicienta varón que no llegó a conocer a su princesa: “Mi madrastra tiene dos hijos propios… He vivido siempre con miedo, sin querer a mis padres. Relación que me mantenía en una tensión constante… Me hubiese gustado estudiar medicina, pero se me hizo saber que ni pensara en esa posibilidad: ¡tenía que ser comerciante! Les hice saber que difícilmente me quedaría allí porque no me sentía inclinado para tal profesión; la respuesta fue que entonces no me mantendrían más. Y eso es lo que ha sucedido hasta ahora… Me gustaría que me proporcionara usted más detalles sobre la vida de mi querida madre, su situación, cuándo murió y su relación con Hegel. Le quedaría muy agradecido: me encuentro sumido en una gran incertidumbre porque son cosas que me tocan muy de cerca”.

En 1811, Hegel era director del Gymnasium de Nuremberg, una posición que le permite casarse y esperar hasta 1815, cuando por fin recibe una oferta para dar clases de filosofía en la universidad de Heidelberg, donde estará por dos años hasta que es llamado a Berlín para enseñar en la más prestigiosa universidad alemana de su tiempo. No dejará de enseñar, escribir y publicar hasta el año de su muerte. Sus nuevos tratados, sobre el derecho, la filosofía de la historia, la historia de la filosofía, la estética, entre otros asuntos, serán decisivos para el pensamiento filosófico, de izquierda y derecha, del siglo veinte. Pero nada tan influyente como su juvenil Fenomenología del espíritu, el libro que, lúcida pero torcidamente interpretado por Marx, dará origen a una ideología totalitaria que, al ser llevada a la improbable praxis, será la causa de la miseria de incontables países, desde la lejana Rusia hasta la cercana y mísera Venezuela.


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